Cumpliste las promesas que le hiciste a mamá
Seis razones por las que amamos a los padres fieles
El domingo no es el Día de la Madre, y el Día de la Madre no es Día de los Padres. En la bondad común de Dios, el tercer domingo de junio, al menos en los Estados Unidos, honramos a los padres.
Incluso cuando a menudo alabamos a las madres y a los padres por virtudes genéricas que podrían ser auténticas de cualquiera— amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, mansedumbre, fidelidad y dominio propio— conviene también plantearse a qué nos referimos al honrar a un padre como padre. ¿Qué es lo que convierte a Papá en un papá (y no en una mamá)?
Por supuesto que ningún padre terrenal es perfecto. Muchos, si no la mayoría, tienen defectos visibles, y ciertamente unos son claramente “peores” que otros. Y el riesgo es mayor en los errores paternales o en la ausencia de la figura paterna, debido al llamamiento específico de Dios a los padres como padres. Cuando los padres fallan, la desolación puede ser profunda y duradera. La disfunción y el dolor pueden durar toda una vida y resonar en las generaciones siguientes. Y, no obstante, cuando nuestros padres nos han fallado, normalmente seguimos teniendo algo por lo que estar agradecidos — y no solo las virtudes que se solapan con las de Mamá, sino las cualidades que eran manifestaciones claras de su masculinidad paternal.
¿Qué podrías decir a Papá? Considera varias maneras en las que puedes honrar a tu padre como padre este año. Quizás solo se puede aplicar una, o algunas, pero tú honras a Papá por lo que puedes. Y para los padres, especialmente los padres jóvenes, considerad estos recordatorios del supremo llamamiento que Dios nos ha concedido.
1. Papá, estuviste presente y disponible
Una de las grandes tragedias de nuestros días es la ausencia de muchos padres. Y muchos más están presentes físicamente, pero inaccesibles emocionalmente. La presencia de un padre, o su ausencia, marcarán profundamente su hogar. “Gracias por estar ahí” o “Siempre estuviste ahí” parecen palabras sencillas, pero para un padre puede resultar significativo escucharlas de un hijo. Como escribe Robert Coleman acerca del discipulado, “La única manera en que un padre puede criar a una familia adecuadamente es estando con ella.”
Y cuando un padre está presente y disponible, es capaz de conocer a sus hijos de forma personal y específica, no sólo en general— y de hablar a sus vidas personalmente. Debido a que Pablo había estado presente y disponible (1 Tesalonicenses 2:8–10), podía escribir, “así como sabéis de qué manera os exhortábamos, alentábamos e implorábamos a cada uno de vosotros, como un padre lo haría con sus propios hijos . . .” (1 Tesalonicenses 2:11–12, LBLA). Él los conocía de manera específica y podía hablar de sus vidas, como un padre, con especificidad, no sólo en las generalidades.
2. Tú cargaste un peso especial por la familia.
Dios llama a los padres a asumir felizmente la responsabilidad del sacrificio por sus esposas y sus familias. Todo comienza con un tipo especial de cuidado por Mamá. Dios exige más del esposo en relación con su mujer que de la mujer en relación con su esposo. (Efesios 5:22–33; Colosenses 3:19; 1 Pedro 3:7).
Luego, como extensión, los padres también cargan con una responsabilidad peculiar para iniciar, sacar adelante y proteger a la familia. Dios provee a los hombres con anchos hombros afectivos para soportar, por medio de la fe, el peso de la familia. Él tiene la intención de que los papás lleven más cargas que las mamás, no menos, e incluso que, a pesar de sus hombros fuertes, lleguen al límite de sí mismos, y se apoyen conscientemente en Dios con una confianza específica.
3. No abusaste de tu poder paternal.
Dios les da a los padres un poder extraordinario en las vidas de sus hijos. Un niño limitado, dependiente e inseguro, inevitablemente busca en su padre la seguridad, el amor y la afirmación. Y Dios hace un llamamiento a los padres para que utilicen su poder paternal y ayuden a sus hijos, no para hacerles daño. Para servirles, no para controlarlos. Para alentarlos, no para degradarlos. Para darles, no para arrebatarles. Dios llama a los padres para que sostengan las decisiones más duras, no sólo las sencillas — ser dueños de forma desinteresada de las elecciones más difíciles en lugar de tomar egoístamente siempre las fáciles.
Cuando Pablo dice, “Padres, no provoquéis a vuestros hijos,” él está reconociendo el extraordinario poder que tienen los padres (Efesios 6:4). El impacto del papá en sus hijos no será neutral. Su poder, incluso cuando no tenga conciencia de él, tendrá un efecto para el bien o para el mal del niño, estableciéndolo en rectitud o incitándolo al pecado. Dios les da a los papás este poder para utilizarlo en nombre de sus hijos, no en contra de ellos. El corazón de la paternidad, al igual que el corazón de Cristo, es de abnegación para servir, no para ser servido (Marcos 10:45). Seguir las indicaciones de Jesús no significa que el papá asume su lugar en el trono, sino que “se da” (Efesios 5:25) por el bien de sus hijos.
4. Tú formaste nuestras identidades.
Los cristianos resumen con frecuencia los seis días de la creación en Génesis 1 como “formación” y “llenado.” Los días 1–3: Dios forma el mundo. Los días 4–6: llena el mundo con sus habitantes. De forma similar, los papás y las mamás tienen llamamientos complementarios en la formación y en el llenado, ya sea del hogar y de su cultura, como de los hijos y de su crianza.
En particular, los papás tienen un poder especial para formar o crear las identidades de sus hijos, mientras que las madres llenan y desarrollan. La labor de formar del padre tiene lugar no solamente a través de las palabras, si bien las palabras son importantes, incluso fundamentales (1 Tesalonicenses 2:11–12). Podríamos decir que los papás nombran y las mamás crían. El Papá nombra y forma (de la misma manera que la Mamá cría y llena) las identidades de los niños, especialmente sus identidades espirituales. ¿Quién puede estimar el impacto para toda la vida de ver a papá participar de la adoración congregacional, dirigiendo la oración, leyendo las palabras de Dios, o diciendo, “Amo a Jesús”?
Y la función de Papá es vital en la afirmación de los hijos como futuros hombres y de las hijas como futuras mujeres. Los papás hablan y muestran a sus hijos que ellos son como papá, y eso es bueno. Los hijos aprenden del papá cómo deben cuidar de otros, de la misma manera en que papá lo hace por mamá. Y los papás hablan y les muestran a las hijas que ellas son como mamá, y eso es muy bueno. Las hijas aprenden del papá cómo cuida un hombre de una mujer, de la misma manera en que papá cuida de mamá.
5.Tú nos disciplinaste por nuestro bien.
Dios hace un llamamiento a los padres para dirigir el camino a través de disciplina y corrección. Pablo les ordena a los padres en particular, no a los padres en general, “Padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en la disciplina e instrucción del Señor” (Efesios 6:4). Esto no quiere decir que Mamá no se involucre en la disciplina. Ciertamente, está muy implicada. Pero los padres soportan una carga especial en la formación, y al hacerlo, nos enseñan sobre nuestro Padre celestial:
¿Qué hijo hay a quien su padre no discipline? Pero si estáis sin disciplina, de la cual todos han sido hechos participantes, entonces sois hijos ilegítimos y no hijos verdaderos. Además, tuvimos padres terrenales para disciplinarnos, y los respetábamos, ¿con cuánta más razón no estaremos sujetos al Padre de nuestros espíritus, y viviremos? Porque ellos nos disciplinaban por pocos días como les parecía, pero El nos disciplina para nuestro bien, para que participemos de su santidad. Al presente ninguna disciplina parece ser causa de gozo, sino de tristeza; sin embargo, a los que han sido ejercitados por medio de ella, les da después fruto apacible de justicia. (Hebreos 12:7–11)
Dios hace un llamamiento a los padres para que amen a sus hijos lo suficiente como para disciplinarlos — no de forma conveniente para el papá, sino costosa, tanto en tiempo como en energía emocional. La disciplina conveniente viene del egoísmo. La disciplina con esfuerzo fluye del amor.
6. Mantuviste las promesas que le hiciste a mamá.
Ahora, cuando recuerdo mi niñez, no hubo palabras más emotivas de mi padre que provocaron en mí tal profunda alegría y gratitud como aquellas de su sincera promesa de sangre, “Nunca me divorciaré de tu mamá”. Cuando has crecido en la década de los 80 y a principios de los 90, viendo como un amigo tras otro sufre el proceso y las consecuencias del divorcio de sus padres, las palabras de mi padre fueron una roca firme bajo nuestros pies, pues como niños intentamos encontrar nuestra propia estabilidad en un mundo confuso. Podía verlo en los ojos de mi padre y lo escuchaba en su voz. Pase lo que pase, él nunca abandonaría a mi madre.
La base de nuestra familia, bajo Dios, no era el compromiso de Mamá hacia Papá, aunque éste fuese vital. Era el compromiso inquebrantable, incuestionable de Papá hacia Mamá. De esta manera, Papá nos enseñó muy dentro de nosotros, incluso antes de que pudiéramos entenderlo lo suficiente como para expresarlo, que la piedra angular de la nueva alianza no es el compromiso de la iglesia con Cristo, sino el de Cristo con la iglesia. Por muy bueno que fuera escuchar y creer que Papá nunca se divorciaría de Mamá, él simplemente estaba repitiendo las palabras de otro: “Nunca te dejaré ni te desampararé” (Hebreos 13:5).
Papá, cumpliste las promesas que le hiciste a Mamá, y oh, qué fruto se cultivó en esta tierra.