De dónde viene el verdadero coraje
¿De dónde viene el coraje? ¿Cómo lo consigues cuando lo necesitas, cuando el temor te asalta y te amenaza, y sientes ganas de agachar la cabeza y huir hacia una cueva de protección?
Para hallar una respuesta, vayamos a una de las historias más famosas de todos los tiempos —y una de las más malinterpretadas de la Biblia—, que está en 1 Samuel 17.
David y Goliat
Hace tres mil años, en el valle de Ela, un hombre gigante llamado Goliat de Gat salió de las filas filisteas para desafiar y provocar al ejército de Israel y a su Dios. Por cuarenta días, él retó a los guerreros israelitas, acumulando vergüenza sobre ellos, ya que ninguno se atrevía a aceptar su duelo a muerte, un reto donde el ganador se llevaría todo. Todas las mañanas él daba un paso adelante y los hombres de Dios retrocedían.
Entonces un adolescente hebreo, pastor de ovejas, llamado David se presentó en el campo de batalla con pan y queso para sus hermanos mayores, que eran soldados, y escuchó al gigante expresar su desprecio hacia el impotente ejército de su Señor. David quedó indignado. Así que tomó su honda de pastor, agarró unas piedras, derribó a Goliat de una pedrada en la frente y le cortó la cabeza.
De qué no se trata la historia de David y Goliat
Muchos piensan que la victoria de David sobre Goliat es una historia sobre la valentía personal ante enormes obstáculos. Ven a David como el arquetipo de quien tiene todas las de perder, un Rocky Balboa del Antiguo Testamento, que se pone de pie ante un fanfarrón arrogante y poderoso. Lo ven como un joven independiente que confiaba en sí mismo y tuvo suficiente valentía para pelear por lo que era correcto y apoyarse en su propia fuerza y habilidades en vez de conformarse a las tácticas convencionales.
La moraleja popular de la historia es: ve allá afuera y enfrenta a tus gigantes porque el que es valiente y heroico llega a la cima.
Pero la historia no se trata de eso, en absoluto. Es cierto que David fue valiente y que la valentía es una virtud esencial y gloriosa. Pero cuando él enfrentó a Goliat, su valentía fue una virtud derivada. Su valentía estaba siendo alimentada por algo más.
La fuente de la valentía de David
Antes de ver de dónde vino la valentía de David, tenemos que preguntarnos por qué Saúl y sus soldados carecieron de tal valentía, al menos en ese momento. Si lo pensamos superficialmente, la respuesta parece obvia: el campeón filisteo medía aproximadamente tres metros de estatura y era increíblemente fuerte (1 Samuel 17:4-7). Estaba muy bien entrenado, era una máquina experimentada en la masacre que mandaba a muchos oponentes a reunirse con su Creador (1 Samuel 17:33). Físicamente, todos los hombres del campamento hebreo se veían superados por él. Pelear con Goliat era como un acto suicida, así de simple.
Pero no es así de simple. En primer lugar, pelear contra Goliat no le pareció un acto suicida a David, quien se veía tan superado físicamente como los demás. Además, estos hombres creían en Dios y conocían la historia de Israel. Conocían las historias de cómo Dios había vencido un adversario gigante tras otro. Muchos de ellos habían visto personalmente a Dios hacer cosas asombrosas, como la victoria de Jonatán sobre una guarnición filistea en 1 Samuel 14.
No, a estos hombres les faltó valor para enfrentar a Goliat porque en ese momento les faltaba fe. En ese momento, cualquiera haya sido la razón, a pesar de todas las historias y experiencias pasadas, Goliat parecía más grande que Dios. Cada uno de estos hombres creyó que, si iba a enfrentar a este humano de tamaño descomunal, iría por su propia cuenta y terminaría siendo alimento para las aves (1 Samuel 17:44).
La profunda confianza de David en Dios
Entonces ¿qué hizo que David fuera diferente? No fue que él tenía un valor crudo y frío, generado por sí mismo, como el de los héroes de las películas de acción norteamericanas. El combustible del valor de David fue su confianza en las promesas de Dios y en su poder para cumplirlas.
En el capítulo anterior, el profeta Samuel le había informado a David que Dios lo había escogido para ser el próximo rey de Israel y lo ungió ante sus hermanos (1 Samuel 16:13). David ya tenía esta información cuando llegó al campamento y escuchó las risas sarcásticas de Goliat, y obtuvo confianza adicional al recordar cómo Dios lo había ayudado en el pasado (1 Samuel 17:34-36).
Esta realidad fue la fuente del valor de David. Él no estaba confiando en sí mismo, estaba confiando en Dios.
David creyó que Dios nunca faltaría a su promesa y que, si Goliat se había vuelto él mismo un obstáculo para la promesa de Dios, Dios podía sacarlo del camino con una pequeña piedra. David vio que Dios era más grande y más fuerte que el temible filisteo. Así que fue a pelear sabiendo que Dios le daría la victoria sobre Goliat y que, cuando él lo hiciera, la victoria demostraría el poder y la fidelidad de Dios, no el valor de David (1 Samuel 17:46-47).
¿Cuál es la fuente de tu valentía?
El coraje no es una virtud autónoma, generada por uno mismo. El coraje siempre es producto de la fe, sea que nuestra fe esté puesta en Dios o en algo más. Es una virtud derivada.
Para el cristiano, la falta de valentía, lo que el escritor de Hebreos llama “retroceder” (Hebreos 10:37-38), siempre es evidencia de la falta de fe en una promesa de Dios. Hay algún “Goliat” que a nuestros ojos es más grande que Dios y nos humilla con su burla. Todo lo que vemos es lo débiles y patéticos que somos y lo ineptos que somos para enfrentarlo. Luchar contra él parece imposible y el pensamiento nos paraliza.
Todos nosotros experimentamos este temor. David también. David es un muy buen ejemplo para nosotros, no solo porque alimentó su confianza y valor para enfrentar a Goliat con las promesas de Dios, sino también porque él muchas veces se sintió temeroso y necesitó darle ánimos a su alma otra vez recordando las promesas de Dios. Una lectura rápida a través de los primeros 25 salmos muestra con cuánta frecuencia David tuvo que enfrentar el temor y la incredulidad.
Enójate con el miedo
Pero la fe hizo a David más que valiente. Cuando escuchó al filisteo desafiar al Dios vivo y a su ejército, David se enojó. Las burlas y las acusaciones de Goliat despreciaban la gloria de Dios. Y cuando nadie se atreve a defender el nombre de Dios, eso hace que Dios se vea débil. David no toleraría eso.
Esa debería ser también nuestra respuesta a cada temor y “razonamiento altivo que se levanta contra el conocimiento de Dios” (2 Corintios 10:5). Nuestros temores no se tratan principalmente de nosotros, aunque se sienta de esa manera. Nuestros temores se tratan principalmente de Dios. Ellos impugnan el carácter de Dios y lo llaman débil, o niegan su existencia. Desafían a Dios y a su iglesia.
Eso es una barbaridad y nuestro llamado es a dejar de ser cobardes, enfrentar nuestros temores y no dejar que ellos nos intimiden y nos lleven a la incredulidad.
Matar gigantes según el evangelio
En el nuevo pacto, no debemos luchar contra carne y sangre (Efesios 6:12), sino amar a nuestros enemigos humanos (Lucas 6:27). Sin embargo, debemos poner “todo pensamiento en cautiverio a la obediencia de Cristo” (2 Corintios 10:5). Nuestros “Goliat” son nuestro pecado remanente y “las huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales” (Efesios 6:12), y debemos usar nuestras armas de guerra contra ellas (2 Corintios 10:4), incluidos el escudo de la fe y la espada de la Palabra de Dios (Efesios 6:16-17). Debemos apuntar a matar.
Esos gigantes, que son más grandes que nosotros y son muy intimidantes para nuestra carne, serán asesinados tal como fue asesinado Goliat: por la fe. Y nuestro valor para enfrentarlos no vendrá de una confianza en nosotros mismos. Vendrá solo de la confianza en las poderosas promesas de Dios.