El origen de nuestro consuelo
Entonces ellos gritaron: ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícale! Pilato les dijo: ¿He de crucificar a vuestro Rey? Los principales sacerdotes respondieron: No tenemos más rey que el César. Así que entonces le entregó a ellos para que fuera crucificado. (Juan 19:15-16)
La autoridad que tenía Pilato para crucificarlo no atemorizaba a Jesús. ¿Por qué?
No porque Pilato estuviera mintiendo. Tampoco porque él no tuviera autoridad para crucificar a Jesús. Sí la tenía.
Por el contrario, esta autoridad no intimidaba a Jesús porque era derivada. Jesús le dijo: «Te fue dada de arriba». Eso significa que era verdaderamente autoritativa. No es menos, sino más.
¿Cómo puede no ser intimidante? Pilato no solamente tenía la autoridad para matar a Jesús; tenía la autoridad otorgada por Dios para matarlo.
Jesús no se sintió intimidado porque la autoridad de Pilato sobre Jesús estaba subordinada a la autoridad de Dios sobre Pilato. Jesús se consolaba en este momento no porque la voluntad de Pilato no tuviera poder, sino porque la voluntad de Pilato era guiada. No porque Jesús no estuviera en las manos del temor de Pilato, sino porque Pilato estaba en las manos del Padre de Jesús.
Eso significa que nuestro consuelo no viene de la falta de poder de nuestros enemigos, sino del reinado soberano de nuestro Padre sobre el poder de ellos.
Ese es el punto en Romanos 8:25-37. Tribulación y angustia y persecución y hambre y desnudez no pueden separarnos de Cristo porque «en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó» (Romanos 8:35-37).
Pilato (junto con todos los adversarios de Jesús —y los nuestros—) lo pensó para mal, pero Dios lo encaminó a bien (Génesis 50:20). Todos los enemigos de Jesús se juntaron con la autoridad que Dios les dio «para hacer cuanto la mano de Dios y su propósito habían predestinado que sucediera» (Hechos 4:28). Ellos pecaron, pero a través de su pecado Dios salvó.
Por lo tanto, no nos sintamos intimidados por nuestros adversarios, que solo pueden matar el cuerpo. No solamente porque eso es lo único que pueden hacernos (Lucas 12:4), sino también porque todo ocurre bajo la supervisión atenta de nuestro Padre.
¿No se venden cinco pajarillos por dos cuartos? Y sin embargo, ni uno de ellos está olvidado ante Dios. Es más, aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis; vosotros valéis más que muchos pajarillos (Lucas 12:6-7).
Pilato tiene autoridad. Herodes tiene autoridad. Los soldados tienen autoridad. Satanás tiene autoridad. Sin embargo, ninguno es independiente. Toda la autoridad que ellos tienen es derivada. Toda ella está subordinada a la voluntad de Dios. No temamos. Somos preciosos ante los ojos de nuestro Padre soberano. Mucho más preciosos que los pajarillos no olvidados.