¿Dónde está Dios cuando las cosas no dejan de empeorar?
La vida puede ser terriblemente difícil.
Para mí lo ha sido. Muchas veces he pensado que la vida al fin iba a mejorar, solo para darme cuenta de que estaba equivocada. Era solo la calma que acontecía a la siguiente tormenta devastadora. Nada era mejor. De hecho, la vida se hizo más difícil.
Desarrollé el temor de albergar esperanzas nuevamente, pues con la esperanza venía más dolor. Me preguntaba dónde estaba Dios cuando las cosas seguían empeorando.
Enterré a mi adorado hijo con dos meses de vida porque los médicos cometieron un error. Seis años más tarde, me diagnosticaron el síndrome de post-polio, una enfermedad debilitante que a la larga requerirá que una persona cuide de mí a tiempo completo, pues incapacita al que la sufre para hacer las cosas más sencillas. Y luego, seis años después de mi terrible diagnóstico, mi marido abandonó a nuestra familia, se mudó lejos y más tarde pidió el divorcio.
Todavía veo aquellos años como algo borroso. Justo en el momento que empezaba a asumir una desgracia, la siguiente llegaba arrasando. Me preguntaba cómo podría afrontar un nuevo golpe.
Asustada y sola
Por esa razón me atrae la historia de José. El conocía el sentimiento de la aplastante decepción. El creció como hijo favorito de su padre, pero fue traicionado posteriormente por sus hermanos y vendido como esclavo en Egipto. Pronto ascendió a un cargo de confianza en la casa de Putifar hasta que la mujer de su amo lo acusó falsamente de intento de violación porque él se negó a acostarse con ella. José fue arrojado en una prisión donde permaneció durante años esperando y preguntándose si alguna vez sería liberado.
José debió haberse sentido asustado y solo, inseguro de lo que le depararía el futuro. Definitivamente yo lo estaba. Por tanto, ¿cómo se las arregló José en todos esos años y resurgió con una nueva fe más fuerte? ¿Por qué no se rindió, decidido a no tener jamás esperanza?
José sufrió correctamente en medio de una pasmosa decepción porque sabía que Dios estaba allí por él y con él en los lugares más oscuros.
Dios con nosotros
Cuatro veces en Génesis 39, tanto en la casa de Putifar como en prisión, leemos que el Señor estaba con José (Génesis 39:2–3, 21, 23). Aunque Dios liberó luego a José de una forma sorprendente, la belleza de la historia para mí no reside en la salvación milagrosa, sino en el cuidado permanente y fiel de Dios sobre José cuando su vida era desalentadora.
Dios siempre estuvo al lado de José. José sabía que Dios estaba con él, y que estaba constantemente bendecido por la presencia y el favor de Dios, incluso cuando sus oraciones de salvación quedaran sin respuesta durante años.
Recuerdo años clamándole a Dios, pensando que volvería a recuperar mi fe cuando mi vida volviera a la normalidad. Pero mientras el dolor se hacía más intenso, me daba cuenta de que necesitaba encontrar a Dios en el presente y no esperar a que mis circunstancias mejorasen. Dios quería que yo lo considerase a Él suficiente en medio de las dificultades, en lugar de solo exigirle que me liberase de ellas.
Y hallé a Dios más que suficiente mientras lo encontraba diariamente en las Escrituras y la oración. Su palabra se hizo sumamente valiosa para mí. Trajo luz a mi oscuridad. Se convirtió en vida para mí.
¿Cómo termina mi historia?
Fue en su palabra que yo aprendí a confiar en que Él me amaba (1 Juan 4:10). Que Él me daría lo que necesitaba cada día (Lamentaciones 3:22–23). Como José, aprendí que Dios está siempre para mí (Salmo 56:9), y siempre conmigo (Hebreos 13:5), y que nada puede separarme de su amor (Romanos 8:39). A través de su palabra, Dios me dio un sentido incuestionable de su presencia, igual que hizo con José.
Pero mi historia parece apartarse de la de José. De repente y de forma milagrosa, José fue salvado completamente. Fue liberado de la prisión, sus hermanos estaban humillados y arrepentidos y él fue investido de un poder sin precedentes. Él pudo decir a sus hermanos, “Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios lo tornó en bien” (Génesis 50:20, LBLA). Si bien él pasó por un gran dolor y decepción, el desenlace de la historia de José es bello, inspirador y fortalece la fe.
¿Pero todas las decepciones tienen un desenlace así de bonito? ¿Dios quiere que todo sea por mi bien?? Algunos de mis fracasos no se pueden revertir en esta vida, y he visto amigos con fe que murieron sin ser rescatados. ¿Cómo logro conciliar esto?
Dios está preparándote
Al regresar a la Biblia, veo que debido al cielo, mi futuro está efectivamente garantizado. Igual que con José, nada puede alejarme de lo mejor de Dios. Cada una de las decepciones de José eran fundamentales para dar lugar al magnífico plan de Dios— un plan para el bien de José, el bien de su pueblo y la gloria de Dios.
Cada una de mis desilusiones han sido necesarias. Si no lo fueran, Dios no las habría traído. De José he aprendido a confiar en que cada momento en que yo sufro una pérdida, Dios me está preparando para algo mayor.
Para algunos de nosotros, Dios puede estar preparando bendiciones e influencias terrenales, como le pasó a José. Pero para cada seguidor de Cristo, Dios está preparando un peso eterno de gloria que “sobrepasa toda comparación” (2 Corintios 4:17). Estoy convencido de que las pérdidas que en la Tierra parecen irrecuperables e irredimibles darán paso a la mayor recompensa en el Cielo.
¿Dónde está Dios cuando las cosas no parar de empeorar? Él está con nosotros. Y está siempre para nosotros. Y un día veremos cómo Él ha utilizado nuestro dolor y nuestras pérdidas para realizar más cosas de las que nosotros podríamos pedir o imaginar.