Cuando Tu Fe Para Pescar es Pequeña
¿Cómo está su fe para evangelizar? Muy a menudo la mía es muy pequeña. Detesto este pecado de incredulidad y, habiendo vuelto hace poco de pasar unos días con un grupo de evangelistas gozosos, audaces y fructíferos, me siento animado a combatirlo con un entusiasmo renovado.
La renuencia a pescar personas, sea por temor, egoísmo, cansancio o escepticismo respecto de los resultados, demuestra que en realidad estoy confiando en mi propia percepción y no en Jesús. La historia de Pedro, Jesús y las redes vacías llenándose fortalece mi fe para salir a "pescar". Y podría fortalecer la suya también.
La lección más importante de la pesca
Pedro sabía que Jesús era extraordinario antes de que Jesús llenara las redes hasta el punto en que se rompían en Lucas 5:1-11. Su hermano Andrés ya los había presentado y Pedro había recibido un nuevo nombre (Juan 1:40-42). Jesús ya había estado en la casa de Pedro y había sanado a su suegra (Lucas 4:38-39).
Por lo tanto, en Lucas 5, Pedro ya estaba luchando con el llamado de Jesús en su vida. Jesús había llegado a ser el predicador más famoso de Israel. Estaba llevando a cabo milagros y señales increíbles. Las multitudes lo seguían adondequiera que iba. Pedro debe haberse sentido totalmente inadecuado para ser discípulo de Jesús, ya que no contaba con una educación teológica formal.
Solo había una cosa que Pedro sabía hacer: pescar. O eso creía. En realidad, Jesús estaba a punto de enseñarle la lección de pesca más importante de su vida.
Esa mañana, luego de haber estado pescando personas desde la barca de Pedro, Jesús le dijo: “Lleva la barca hacia la parte honda del lago, y echen ahí sus redes para pescar” (Lucas 5:4). La fe de Pedro no debe haber sido ni siquiera del tamaño de una semilla de mostaza. Había pescado toda la noche en un mar que bien podría haber sido un desierto.
Sin embargo, Pedro no se resistió. Le respondió: “Maestro, toda la noche hemos estado trabajando y no hemos pescado nada; pero ya que tú me lo pides, echaré la red” (Lucas 5:5). Sus expectativas deben haber sido muy pocas, pero por lo menos estuvo dispuesto a obedecer. Así que él y sus compañeros echaron las redes.
De pronto las redes se habían vuelto pesadas. Muy pesadas. Pedro y Andrés tuvieron que aplicar todas sus fuerzas para no sucumbir y soltar las redes en el mar mientras esperaban que Juan y Santiago los fueran a ayudar. De alguna manera se las arreglaron para subir las redes y llenar las dos barcas de peces.
Pedro, abrumado por la convicción, dijo a Jesús: “Señor, ¡apártate de mí porque soy un pecador!” (Lucas 5:8). Su pecado de incredulidad quedó expuesto. Pedro sabía que esto no se debía a que él fuera un experto, ni a su experiencia, ni a su manera de trabajar, ni a su débil fe. Los peces no fueron por eso, él solo arrojó las redes. Jesús trajo los peces: algo que solo Jesús podía hacer. Ahora Pedro tenía un nuevo temor y una nueva fe.
Y ese era precisamente el resultado que Jesús quería alcanzar: un Pedro que ahora se sentía mucho menos preparado para la verdadera pesca y pensaba que Jesús era mucho más capaz. Entonces Jesús le dijo: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres” (Lucas 5:10).
Tres palabras de aliento para los pescadores reticentes
1. Jesús nos llama en nuestra debilidad
Jesús determinó que el mejor momento para llamar a Pedro a ser evangelista era cuando él estaba atravesando su peor momento de debilidad. Habiendo hecho su mejor esfuerzo humano en algo en lo cual él era muy diestro, las redes seguían vacías. Encima, estaba exhausto de haber trabajado toda la noche. ¿Por qué fue este el mejor momento? Pedro necesitaba que su incredulidad, debilidad y orgullo fueran expuestos. Necesitaba saber que fuera de Jesús él nada podía hacer (Juan 15:5). Necesitaba saber quién es el que gobierna la pesca y quién es el que llena las redes. Así estaría capacitado para pescar en fe.
2. En realidad no hace falta tener una gran fe para arrojar las redes
A pesar que Pedro no creía que algo pasaría cuando saliera a pescar con Jesús, él respondió: “pero porque Tú lo pides [a Tu palabra], echaré las redes” (Lucas 5:5). Pedro puso voluntad porque era Jesús quien se lo pedía. Confió en la palabra de Jesús más que en su propia percepción. No fue una fe audaz, no fue mucha fe, aun parecía una fe dubitativa. Sin embargo, fue suficiente para obedecer. Pedro hizo lo que Jesús le pidió y Jesús honró su actitud.
3. Jesús trae los peces
Pedro y sus compañeros echaron las redes. Jesús las llenó. Fue un muy poderoso momento de enseñanza en el ministerio. Jesús gobierna la pesca y llena las redes con muchos o pocos peces según su voluntad y elección. Nuestro trabajo como evangelistas es escuchar a Jesús y, en oración, llenos de fe, arrojar las redes —cualquiera sea la red que él provea— y dejar que él las llene.
Cuando Jesús nos llama a “pescar”, no pongamos nuestra fe en nuestra capacidad (o falta de capacidad), ni nos dejemos llevar por la mucha o poca fe que tengamos en el momento. Al escuchar su voz, salgamos por fe y sumerjamos las redes. Confiemos en que él las llenará (o no). Los peces son de él. Entonces veremos que él nos dará más de lo que podamos recoger.
¡Señor, llena nuestras redes!