Cuando Dios te llama
De hecho, dentro de nosotros mismos ya teníamos la sentencia de muerte, a fin de que no confiáramos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos (2 Corintios 1:9, LBLA)
Si no sentimos de vez en cuando que tenemos más de lo que podemos soportar, es porque quizás no estamos siguiendo a Jesús adonde Él nos ha llamado.
Pablo lo llama “sentencia de muerte”—esto refleja como se sentía él con respecto a los sufrimientos y complejidades de su ministerio. Era verdadera aflicción, una carga tan pesada que él admite sentirse sin fuerzas para llevarla. Estaba hundiéndose, afligido aun por la vida misma. El apóstol Pablo tenía —en extremo— más de lo que él podía soportar. Y Dios hizo esto para que, como Pablo dice, “no confiáramos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos” (2 Corintios 1:9).
Las situaciones que nos llevan al límite se presentan en diferentes grados. Algunas son intensas como las de Pablo, otras están desparramadas a lo largo del gran espectro de lo desconocido, donde el temor corre desenfrenadamente y nuestra fe se siente pequeña. Sin embargo, sea cual fuere la situación, o cuán difícil se pueda sentir, sabemos por qué ocurren. Y es exactamente como dice Pablo.
Dios permite las pruebas en nuestras vidas para darnos más de sí mismo. El propósito es que dependamos de Él y no de nosotros mismos—no buscar salvación, esperanza o gozo en nosotros mismos—sino que confiemos en Él. El propósito es que nos apoyemos en Dios, que fijemos los ojos en su gloria, aferrándonos a la verdad de que Jesús es suficiente para nosotros. Siempre.
Esta es la verdad que resuena en las profundidades a las que Dios nos llama. Él nos invita a salir y seguirlo. A soñar. A planificar. A construir. Nos invita a poner manos a la obra por su nombre, no basándonos en nuestra experiencia, sabiduría, o dones. Aquí Él nos invita sobre la base de quien es Él.
Nos invita porque él sabe que es aquí, como en ningún otro lugar, que nuestra alma debe descansar en sus brazos. Es aquí, por sobre cualquier otro lugar, donde sus hijos deben palpar la maravilla de lo que significa ser suyos. Por la cruz y la victoria de Jesús es que somos suyos y Él nuestro. Somos su pueblo, Él es nuestro Dios. Somos sus hijos, Él es nuestro padre. Y Él es suficiente.
Y Él nos probará su suficiencia. Nos mostrará una y otra vez que todo lo que necesitamos está en Él. Todo lo que nos falta lo encontramos en su gracia. Sí, nosotros fallaremos. El peso es demasiado, y como Pablo, no podemos llevarlo en nuestras propias fuerzas. Pero Dios está ahí. Su soberana mano es nuestra guía. Su corazón misericordioso nuestro ancla. El hará nuestra fe prevalecer. El será nuestro Dios en Cristo Jesús.
Por lo tanto, vayamos. Salgamos, siguiéndolo más allá de lo que nuestros pies pueden andar. Caminemos sobre las aguas, cuando las situaciones nos sobrepasan, no dependiendo de nosotros mismos sino aferrándonos a Él, confiando en Él, poniendo nuestra esperanza en Él. Porque Él es, en verdad, suficiente.