Lo Que Me Permite Continuar
Si ustedes no ministran, yo no sobrevivo. Al mirar al mundo, hay tanto sufrimiento y tanta necesidad que sería imposible para mí ser el pastor de una iglesia pasiva. Mi conciencia me mataría.
No podría dirigir los servicios de adoración para gente que simplemente se va a casa y ve la televisión, que gastan sus excedentes principalmente en cabañas y juguetes, que no toman riesgos por los demás, que cierran los ojos a la matanza de los no nacidos, que no se afligen por las 55000 personas que mueren diariamente sin escuchar el evangelio, o que no sueñan acerca del ministerio para suplir necesidades para las que Dios les creó.
Mientras más envejezco, más huelo la eternidad. Con cada día que pasa, quiero que mi vida cuente cada vez más y más para la gloria de Cristo en el alivio del dolor (especialmente el dolor del infierno, pero también el dolor del empobrecimiento).
No estoy interesado en lo más mínimo en hacer que la gente adinerada se sienta cómoda. Daría mi vida para hacerlos radicalmente felices en el ministerio que toma riesgos, alivia del dolor y salva a la gente —pero no para hacerlos más seguros y cómodos. Algo en mí grita contra las adicciones a la comodidad y el egocentrismo en nuestra patéticamente miserable opulencia occidental.
Entonces, ¿cómo sobrevivo siendo un pastor adinerado de una iglesia de gente adinerada, en un bonito edificio nuevo con aire acondicionado, ascensores, asientos acolchados y persianas motorizadas? La respuesta es esta: Sobrevivo si ustedes ministran. Vivo si ustedes aman. Prosigo si los veo transformados en gente para la eternidad, desincronizada con los valores de la publicidad televisiva. Tengo esperanza de seguir predicando donde la gente está soñando en cómo dar su vida a las necesidades del mundo para la gloria de Dios.
Pablo dijo a los tesalonicenses: “¿Quién es nuestra esperanza o gozo o corona de gloria? ¿No lo sois vosotros en la presencia de nuestro Señor Jesús en su venida? Pues vosotros sois nuestra gloria y nuestro gozo” (1 Tesalonicenses 2:19-20, LBLA).
Y ustedes son mi gloria y gozo cuando toman su cruz cada día y siguen a Jesús. Ustedes son mi gozo cuando venden sus posesiones y dan limosnas, y cuando aman a Jesús más que a nadie. Ustedes son mi gozo cuando sueñan con un capítulo en sus vidas que puede parecer una locura para sus parientes seguros y cómodos —tal vez creando un nuevo ministerio para los indios americanos o los estudiantes internacionales, derramándose en la juventud laosiana o en la gente de la calle, iniciando una casa de discipulado o una clínica de embarazo pro-vida, una evangelización en la parte alta de la ciudad, tomando un trabajo en Irak u Omán, o cualquier otra cosa que sólo Dios sabe que aún no hemos soñado para su gloria.
De nuevo, Pablo dijo: “Vivimos, si vosotros estáis firmes en el Señor” (1 Tesalonicenses 3:8). Así es como me siento. Mi vida depende de que ustedes se mantengan firmes y creciendo en el Señor.
Comparto esto con la esperanza de que avive algo profundo dentro de ustedes cuando iniciemos un nuevo año escolar de ministerio juntos en [la iglesia de] Bethlehem. Les ruego: piensen en el ministerio. Pónganse a solas con Dios y pídanle que haga estallar sus mentes con algún llamado que los abra a más de Su poder y gracia de lo que jamás hayan conocido.
Vivo en el ministerio de ustedes,
El Pastor John