¿Y si Dios nos lo quita todo?
Confiando en Él durante una crisis financiera
Hace poco pasamos por nuestra antigua casa por primera vez desde nuestra crisis financiera. Inmediatamente, nuestros cuatro hijos comenzaron a revivir recuerdos, haciendo hincapié en cada parte de la casa que extrañaban. Una vez más, tenían dificultad para entender el por qué tuvimos que dejarlo todo.
Por más que me esforzase en transmitir con seguridad que lo correcto para nuestra familia era cumplir la voluntad de Dios — incluso a costa de la seguridad financiera y el hogar que amábamos — en el fondo, yo luchaba con mi propia nostalgia y dudas.
Vivir con mucho menos
Hace seis años vivíamos holgadamente, planificando con cuidado el futuro, y buscando consejos sabios para ser buenos administradores de nuestros sueldos crecientes. Pero, en su extraña soberanía, Dios decidió enseñarnos el poco control que teníamos en realidad.
Además de los desafíos neurológicos de nuestro hijo mayor, que ya parecían consumirnos, otras presiones fueron aumentando. Mi salud fue desmejorando y muchas veces, el trabajo por turnos de mi esposo me hacía sentir como si fuese una madre soltera. Las cuentas médicas aumentaron, y nuestra confianza en el futuro fue reemplazada por una realidad creciente de que nuestra familia estaba en crisis.
Dios nos llevó a una situación en la que no había otra opción más que renunciar a todo por lo que habíamos ahorrado, planificado y trabajado con tanto esfuerzo. Después de unos meses, mi esposo se cambió de trabajo a uno que le pagaban mucho menos (pero que le permitía estar en casa más tiempo). Vendimos nuestra casa soñada, nos mudamos a casa de mis padres, y estábamos completamente inseguros de qué nos depararía el futuro.
¿Estoy confiando en la prosperidad?
¿Qué hicimos mal? Quizás algo, pero quizás nada.
Aunque Dios nos ordena que vivamos sabiamente con lo que nos confía, en última instancia nos pide que confiemos en Él sobre todas las cosas y a toda costa.
A lo largo de todo esto, aún en nuestro deseo de usar nuestros recursos para la gloria de Dios, Él me ha enseñado cómo buscar en mi corazón, haciéndome tres preguntas constantemente.
1. ¿Vivo con miedo de perder mi comodidad?
Si deseamos las comodidades mundanas, y tememos a las pérdidas terrenales más de lo que tememos a Dios, probablemente nuestras decisiones y planes se basen en lo que consideramos que va a mantener nuestras vidas más cómodas. Mirando hacia atrás, puedo ver la severa misericordia del Señor al volcar los planes que teníamos para nuestras vidas. Él eliminó todos nuestros medios terrenales para encontrar la comodidad y seguridad en este mundo. Claro que fue doloroso, pero también liberador.
A medida que nuestros ojos se fijen más en temer al Señor y confiemos en sus promesas para nosotros, podemos vivir en una mayor libertad para planificar y vivir sabiamente de acuerdo al plan de Dios, mas que vivir atados en el nuestro.
2. ¿Qué legado estoy dejando?
El legado que construimos y que vamos a dejar cuando ya no estemos, es en donde hayamos invertido nuestro tiempo, energía y dinero. ¿Acaso estamos trabajando mucho por la comodidad de nuestras familias pero nunca estamos allí para dedicar tiempo a su desarrollo espiritual y social? ¿Acaso estamos tan enfocados en planificar el futuro que pasamos por alto el llamado de Dios de vivir radicalmente en el presente? ¿O acaso nuestro estilo de vida sugiere que, en realidad, esta tierra es nuestro hogar?
No estoy diciendo que no debamos disfrutar los regalos que Dios nos ha dado, pero se nos ordena ser buenos administradores de lo que Dios nos ha encomendado. Frecuentemente, deberíamos pedir al Espíritu Santo que examine nuestros corazones y que nos muestre qué cosas terrenales nos motivan más que las celestiales, para que podamos buscar la rectitud sobre todas las cosas (Mateo 6:33).
3. Ya sea en la prosperidad o en la necesidad, ¿Jesús es suficiente?
Debemos planificar y ahorrar — pero si Cristo decide quitárnoslo todo, ¿sería Él aún suficiente para nosotros?
En un lapso de dos años, pasamos de debatir sobre cómo rediseñar y remodelar la cocina a luchar y ver la forma de alimentar a nuestra familia de seis con cupones de descuento. Ambas épocas implicaron diferentes desafíos. En la comodidad, había una permanente tentación de mantener nuestra confianza y gozo en la falsa seguridad que brindaba la abundancia. Deseábamos honrar a Cristo con todo lo que teníamos, pero para ser honesta, era bastante fácil distraerse con los excesos.
Un tesoro mucho mayor
Es cierto que en los últimos dos años también hemos sido probados de otras formas. Nos ha costado confiar en la dirección del Señor, ya que todo parecía llevarnos hacia una mayor necesidad y sufrimiento. Estuvimos tentados de envidiar a aquellos que nos rodeaban, cuyas vidas eran aparentemente cómodas. Nos hemos cuestionado el por qué permitiría Dios que perdiéramos todo, aun cuando en cada uno de nuestros pasos tratábamos sinceramente de honrarlo. Nos costaba entender por qué Dios nos había quitado aquellas provisiones que necesitábamos para los tratamientos necesarios, y para los doctores que requerían los problemas crónicos de salud de nuestra familia. Y, en ocasiones, nos costó ver las provisiones de Dios y sus regalos inmerecidos porque estábamos muy centrados en lo que habíamos perdido.
Sin embargo, por su gracia, siguió mostrándose fiel, proveyendo a su manera y tiempo, mientras cambiaba nuestros corazones en el camino.
Sin importar en la época en que te encuentres, mantente firmemente en la verdad de que Cristo es y siempre será suficiente (Filipisenses 4:19). Él es el tesoro más grande que este mundo puede dar. A veces, el costo es perderlo todo en esta tierra para verdaderamente llegar a creer esto con cada átomo de nuestro ser.
Planifica el futuro — pero no pongas tu fe en ello
Pero la piedad, en efecto, es un medio de gran ganancia cuando va acompañada de contentamiento. Porque nada hemos traído al mundo, así que nada podemos sacar de él. Y si tenemos qué comer y con qué cubrirnos, con eso estaremos contentos. (1 Timoteo 6:6-8, LBLA)
Se nos ordena estar contentos hoy porque nadie tiene garantizado lo que encierra el mañana. Por lo tanto, como persona que honra a Cristo como lo que es, administrando nuestros recursos sabiamente — planeando y ahorrando un fondo para emergencia, hogar y retiro — siempre debemos guardarnos de no colocar nuestras esperanzas en ello. A medida que vamos entendiendo lo pasajera que puede ser la vida, vamos aprendiendo a no aferrarnos a nuestros planes, vivir libres en lugar de vivir con miedo, y estar dispuestos a dedicarnos más radicalmente al Señor.
Cuando tengamos una cómoda cuenta bancaria y todos nuestros planes resulten tal y como lo hemos planeado, debemos tener cuidado de no depositar nuestra seguridad y alegría allí. Debemos pedir con valentía al Señor, para que, en cualquier caso, podamos mantenernos dependientes y nos ayude a fin de que podamos glorificarlo a Él. Seamos lentos para juzgar a aquellos que están en problemas (no asumamos que es por culpa de su pereza o por sus malos juicios o decisiones), y rápidos para ver cómo la gracia de Dios nos ha provisto a nosotros abundantemente para sus propósitos.
Puedes apoyarte en Él
Por otro lado, si todo por lo que duramente has trabajado se está tambaleando, o estás viviendo con la carga de un futuro incierto, toma tu corazón y confíalo a Aquel que conoce tus necesidades y que es fiel para proveer.
Que esta época sea para que puedas ver y saborear un mayor deseo y amor por Cristo, conforme te vayas apoyando en Él para tus necesidades actuales y futuras. Cuídate de caer en el resentimiento o envidia hacia otros que aparentan tener mayor comodidad. Tu intensa época de necesidad puede ser el mayor regalo de gracia que Dios pueda darte para sus eternos propósitos.