Tolerancia, veracidad, violencia, y ley
Principios para cómo los cristianos debieran relacionarse con otras creencias
Desde el 11 de Septiembre de 2001, ha sido más urgente el asunto de cómo se relacionan entre sí los cristianos y los musulmanes. Esta cuestión es parte del problema más grande de cómo es que son llamados a vivir los cristianos en un mundo pluralista. Más específicamente, ¿cómo debiéramos nosotros, como cristianos norteamericanos, pensar y actuar con relación a la libertad de religión en un contexto pluralista, definido por los ideales de la democracia representativa? En particular, ¿cómo debiéramos testificar de la supremacía de Cristo en un mundo donde hay poderosas culturas y religiones que no comparten el amor de la libertad o los ideales de la democracia?
Los ancianos de la Bethlehem Baptist Church, el 26 de Agosto de 2002, endosaron los siguientes 20 principios como directrices bíblicamente fieles para los cristianos. Las encomendamos, primero, como guía a la iglesia bajo nuestro cuidado, segundo, a la comunidad cristiana más amplia, para que la consideren con seriedad y se beneficien de ella, y tercero, a las comunidades no-cristianas, por amor del entendimiento mutuo. Nuestro propósito primario, es ayudar a los cristianos a recomendar la singularidad y supremacía de Jesucristo con humildad y coraje, para que otros puedan honrarle por fe, y tengan vida eterna.
Aunque seamos aprobados, o desaprobados por otros, debiéramos aferrarnos firmemente, con agradecimiento y gozo, a la verdadera interpretación bíblica de Dios y al Camino de salvación que Él ha provisto para la vida de amor y pureza y justicia que Cristo ha modelado y enseñado. (1ra a los Corintios 15:2; Hebreos 3:6; 4:14; 6:18; 10:23; Apocalipsis 2:13, 25; 3:11)
Tanto en la iglesia como en el mundo, debiéramos hacer claro y explícito todo el consejo de Dios revelado en Su Palabra inspirada, la Biblia, tanto las partes que aprueban los no-cristianos como las partes que no aprueban. No debiéramos encubrir aspectos de nuestra fe a fin de evadir la crítica o la desaprobación. (Mateo 10:27-28; Efesios 6:19-20; 2da a los Corintios 4:2; Gálatas 1:10)
Es amoroso enfatizar el error y daño de las creencias que niegan a Cristo. El daño consiste no solo en algunos efectos temporales, sino, especialmente, en el dolor eterno causado por rehusar la verdad de Cristo. Esta advertencia debiera ser dada con fervor y anhelo por el bien de quienes están en peligro de las consecuencias de no confiar en Cristo. (Lucas 6:31-32; Romanos 13:10; 1ra a Timoteo 4:8; 2da a los Tesalonicenses 1:8-9; 2da a los Corintios 5:20)
Nosotros, los cristianos, debiéramos reconocer nuestro pecado y desesperada necesidad de salvación por un Salvador crucificado y resucitado, para que no nos postulemos como dignos de salvación, como si tuviéramos un intelecto o sabiduría o bondad superiores. Somos mendigos quienes hemos, por gracia, encontrado el pan vivificador de la verdad, el perdón, y el gozo. Deseamos ofrecerlo todo, de modo que ellos se unan a nosotros admirando y disfrutando la grandeza de Cristo para siempre. (1ra a los Corintios 1:26-30; 4:7; 1ra de Pedro 5:6; Santiago 4:8-10; Lucas 18:13-14; Mateo 10:8b)
Debiéramos presentar a Cristo, no como el triunfo de un argumento entre las religiones, sino como la persona más digna de confianza, más bella, importante, y preciosa en la historia, y como nuestro sustituto desesperadamente necesario y amado en dos sentidos: 1) Él absorbió, mediante su sufrimiento y muerte, la ira de Dios en nuestro lugar; y 2) Él se convirtió en nuestra justicia ante el Dios santo, al vivir una vida sin pecado que nos fue imputada como justicia al creer en Jesús. (1ra a los Corintios 2:1-2; 2da a los Corintios 4:4; 1ra de Pedro 2:6-7; Romanos 3:24-26; 5:18-19; Gálatas 3:13; 2da a los Corintios 5:21)
Debiéramos aclarar que la fe cristiana, que nos une a Cristo y a todos sus beneficios salvadores, es una confianza como de niño, desesperada por sí misma, en la dignidad y obra de Cristo, no es una obra meritoria que hayamos logrado. Nuestro llamado a otros para que sean cristianos, no es un llamado a trabajar para Dios a fin de ganar Su aprobación haciendo obras de justicia o amor. Estamos llamando a las personas a renunciar a la auto-confianza y a confiar completamente en la vida salvadora y en la muerte de Jesucristo. (Efesios 2:8-9; Tito 3:5; Romanos 4:4-5; Romanos 10:1-4; Filipenses 3:9)
Creemos que es justo y amoroso señalar públicamente los errores de otras creencias, esto es hecho con suficiente evidencia de que los sagrados escritos o los voceros representativos de esas creencias, realmente expresan esos errores. Es crucial que procuremos evitar representar erróneamente a otras creencias, pues eso no solo es irrespetuoso, sino que también socava nuestra propia credibilidad. (Hechos 6:8-7:53; Marcos 12:24; Marcos 8:33; Hechos 3:15; 5:30; Éxodo 20:16; Efesios 4:25)
Al exponer los errores de otras religiones, debiéramos sentir y expresar pena y compasión por quienes no aceptan a Cristo para ser salvos. (Lucas 19:41-42; Filipenses 3:18; Romanos 9:1-3; 10:1)
Debiéramos aclarar que somos cristianos en primer lugar, y norteamericanos en segundo lugar. Somos extranjeros y exiliados en el mundo, y nuestra ciudadanía más profunda y verdadera está en el cielo. Nuestro Señor decisivo y Líder es Jesucristo, no el presidente de los Estados Unidos. Esta primera y más profunda fidelidad nos une con cristianos de todas las nacionalidades, más firmemente que lo que nos une nuestra ciudadanía secular con otros norteamericanos. Con relación a muchos valores y comportamientos norteamericanos, somos ciudadanos que discrepan. La cultura norteamericana no es cristianismo. Creemos que no dejamos de ser patriotas al criticar los aspectos injustos e impíos de nuestra propia cultura. (Filipenses 3:20; 1ra de Pedro 2:11; Mateo 22:21; Hechos 5:29; 1ra a Timoteo 6:14-15; Apocalipsis 17:14; Efesios 5:11)
No debiéramos esperar una "pelea justa" en un mundo secular hostil a Dios e incómodo alrededor de la verdad de Cristo. Por tanto, nuestra respuesta al abuso o a la distorsión o burla no debiera ser el resentimiento enojado, sino el testimonio paciente de la verdad, en la esperanza de que con la oración que retorna bien por mal, puedan abrirse los corazones a la verdad. Debemos reconocer que es normal la persecución de diferentes tipos, y que la protección que tenemos en Norteamérica no es normal en la historia y en el mundo. Nuestro testimonio no prosperará con resoplidos resentidos por nuestros derechos. Prosperará si estamos "entristecidos, mas siempre gozosos" a al vencer mal con bien, y al aferrarnos fielmente a las declaraciones y defensas razonables de la verdad. (Mateo 5:43-45; Romanos 12:17-21; 1ra a los Corintios 4:12-13; 1ra a los Tesalonicenses 5:15; 2da a Timoteo 3:12; 1ra de Pedro 2:15, 19-24; 3:9; 4:12)
Debiéramos renunciar a toda violencia como medio de esparcir nuestra fe. Los cristianos bíblicos no tratan de esparcir su fe mediante el uso de la violencia política o personal. Los cristianos esparcen su fe mediante el sufrimiento, no causándolo, sino sufriéndolo. El cristianismo auténtico no puede ser coaccionado mediante la fuerza o la manipulación. (Lucas 10:3; 2da a los Corintios 5:11; Colosenses 2:24; 1ra de Pedro 2:19-24; Apocalipsis 12:11; )
Debiéramos reconocer y proclamar que Cristo castigará, cuando aparezca personalmente, a los que le han rechazado. Él les asignará un castigo eterno en las miserias del infierno. Sin embargo, debiéramos ser claros en que la violencia de Cristo al final de los tiempos es una razón decisiva por la que no debiéramos ejercer violencia contra otras personas a causa de sus creencias. Este es el derecho de Cristo, no el nuestro. (Mateo 25:46; Romanos 12:19; Tesalonicenses 1:7-9; 1ra de Pedro 2:20-23; Apocalipsis 6:16
En este tiempo actual, antes de la venida de Cristo mismo en persona, las autoridades civiles no debieran usar la fuerza física u otro poder de coación, o negar beneficios para recompensar, o castigar a las personas debido a su fe. (Esto está implícito en el modelo bíblico de la fe voluntaria, buscada mediante el poder de la persuasión y el ejemplo; y en la necesidad de la gracia divina capacitadora para la conversión. 2da a los Corintios 5:11; 1ra a los Tesalonicenses 1:5-6; Efesios 2:8-9; Hechos 6:14; Filipenses 1:29; 2da a Timoteo 2:24-26)
Ninguna fuerza física u otro poder de coacción, o de retener beneficios, debiera ser usado por las autoridades civiles a fin de castigar a las personas debido a su discurso o escritos o arte, a menos que pueda demostrarse, mediante el debido proceso legal, que esa comunicación revela la intención de cometer crímenes o ayudar a otras personas a cometer crímenes. (Vea el apoyo para el #13)
Creemos que Dios ha dado el deber al gobierno civil, no a los individuos o a la iglesia, de llevar "la espada" para justicia y seguridad. (Mateo 26:52; Romanos 13:1-4; Romanos 12:17-21; 1ra de Pedro 2:20-23; 3:9, 14)
Debemos distinguir entre una guerra justa de defensa contra la agresión, y una guerra religiosa contra las personas debido a sus creencias. Debiéramos reconocer que esta distinción, probablemente, no será reconocida por ciertas religiones que definen sus creencias para incluir el derecho de la dominación cultural mediante la fuerza. Pero debemos insistir en esta distinción antes que aceptar el reclamo del agresor de que nuestra resistencia a su agresión es un ataque religioso a su fe. Debiéramos argumentar que el fundamento para tal defensa nacional es el derecho civil a la libertad (de religión y discurso y prensa y reunión), no la desaprobación de la religión subyacente en el ataque. Estamos en profundo desacuerdo con otras religiones, pero ese desacuerdo no es el fundamento de la defensa nacional armada. Debiéramos distinguir entre la resistencia militar violenta contra una fuerza motivada religiosamente, por un lado, y la motivación de nuestra resistencia, por otro, que no es el rechazo de alguna religión, sino el deseo de libertad de que todas las religiones ganen conversos a través de medios no-violentos de persuasión y atracción. (Implícito en los principios anteriores)
Debiéramos reconocer que las creencias y los comportamientos no tienen la misma posición ante la ley. Ninguna creencia debe ser castigada por las autoridades civiles. Pero algunos comportamientos fundamentados en creencias pueden estar fuera de la ley y son, por tanto, punibles por la autoridad civil. Estos comportamientos pueden incluir el asesinato de otra persona, el asalto, el robo, diferentes formas de discriminación, etc. Los comportamientos legalmente prohibidos en una sociedad basada en la libertad de fe y en la libertad de religión serán determinados por un proceso de persuasión y debate y por la elección de legisladores representativos, con verificaciones y equilibraciones provistas por las ramas ejecutivas y judiciales, y por los salvaguardas constitucionales para los derechos de las minorías. Se reconocen las ambigüedades. (Vea el apoyo para el # 13 y las implicaciones juntas para los principios anteriores)
Debiéramos distinguir entre el derecho a expresar la crítica a las creencias erróneas y a los comportamientos pecaminosos, por un lado, y la inferencia falsa que algunos extraen de esta crítica: que los proponentes de las creencias criticadas pueden, por tanto, ser maltratados. No debiéramos aceptar la afirmación de que ser criticado o denunciado como errado o como pecador, es una forma de maltrato. No es un crimen (crimen de odio, o lo contrario) declarar públicamente que la creencia de alguien es errada o dañina, o llamar al comportamiento de alguien pecaminoso y destructivo. Una parte necesaria de todo debate concerniente a las creencias y a los comportamientos y a las proposiciones, es el argumento de que algunos están mal, de que son infundados, y de que tienen efectos perjudiciales. Así es como procede todo debate político. Esto no es algo ilegítimo en la esfera religiosa. Por ejemplo, si alguien asaltara violentamente a un senador de los Estados Unidos en la calle, después de haber sido criticado en el piso del Senado, porque su proyecto de ley era defectuoso y basado en la desinformación y porque llevaría a herir a personas pobres, no culparíamos o criticaríamos al senador por el posterior asalto, ni le acusaríamos de incitar a la violencia. Por tanto, debemos distinguir entre la crítica pública de las creencias y los comportamientos, por un lado, y la inferencia ilegítima de que estas creencias erróneas y comportamientos pecaminosos garantizan ser maltratados. (Vea el apoyo para el #3 y el #7)
Creemos que las diferentes creencias cambian el significado interior de todas las convicciones y comportamientos, pero no cambian la forma de todas las convicciones y comportamientos. Por tanto, por ejemplo, dos personas pueden tener diferentes creencias pero sostener la misma forma de convicción y el mismo comportamiento concerniente al aborto. Deseamos que todas las personas compartan la fe en Cristo y tengan convicciones y comportamientos cuyo significado interior es que Cristo es el Señor y Tesoro de sus vidas. Pero, aun así, nos alegramos cuando la forma de nuestras convicciones y comportamientos es compartida por quienes difieren de nosotros en la fe. Creemos que es posible hacer causa común con ellos en los problemas sociales logrando que esta acción conjunta no socave el fundamento y significado de nuestra convicción que exalta a Cristo. (1ra a los Corintios 10:31; Colosenses 3:17; Romanos 14:23)
Creemos que cada religión, cosmovisión, o filosofía de la vida, puede procurar influenciar libremente y moldear nuestra cultura. Renunciamos al uso de la fuerza o al soborno o al engaño en este esfuerzo por moldear la cultura. Afirmamos la predicación del evangelio, la publicación de la verdad, la modelación del amor y la justicia, el poder de la oración, el uso de la persuasión, y la participación del proceso político. Reconocemos que todas las leyes imponen la convicción de comportamiento de un grupo sobre todos los demás. Además, no es una crítica convincente decir que una ley que gobierna el comportamiento es mala porque "impone la moralidad de alguien" en la sociedad. Sin embargo, esto hace que sea muy importante apoyar principios, leyes, y políticas que protejan las libertades legales de las minorías, quienes no tienen la cantidad de individuos para dominar los procesos de promulgación de leyes. La extensión de estas libertades está determinada por los principios expresados anteriormente, especialmente el # 17. (Implícito en los principios y apoyos anteriores)