Tres beneficios del discipulado
¿Qué sucede cuando reúnes a un grupo de mujeres en un salón para hablar de la vida y del evangelio?
Conversación. Mucha conversación. Y preguntas. Más preguntas de las que te puedas imaginar. ¿Por qué? Porque nos necesitamos la una a la otra, y muchas veces la vida puede ser confusa y puede incluir circunstancias difíciles de superar. Durante mi tiempo en escenarios como este, se me recuerda de la importancia del discipulado.
El discipulado puede ser de muchas formas. Puede ser tan simple como invitar a alguien a tu cocina para crear lazos de amistad y organizar un almuerzo normal. Como sea que parezca, el discipulado involucra honestidad, consejo, y Escritura, y alguien deseando hacer todo lo anterior.
El Predicador en Eclesiastés escribe, “Más valen dos que uno solo, pues tienen mejor remuneración por su trabajo. Porque si uno de ellos cae, el otro levantará a su compañero; pero ¡ay del que cae cuando no hay otro que lo levante!”. (Eclesiastés 4:9-10, LBLA)
Él está hablando acerca de la vanidad de tratar de trabajar solo, como medio para superar a otros. Pero la labor no es el único beneficio de trabajar juntos. Dos también son mejores que uno en la medida en que vivimos nuestra fe en Cristo. De verdad nos necesitamos el uno al otro, aunque muchas veces tratamos de ir solos. Necesitamos corrección e instrucción, aunque muy pocas veces las buscamos fuera de nosotros. Esta es la razón por la cual el discipulado es tan importante.
He aquí tres simples beneficios de las relaciones de discipulado:
1. El discipulado construye humildad.
Nuestra tentación, tal vez, es creer que sabemos qué es lo mejor para nosotros. Como ya escuchaste, y como quizás dije antes, "Nos conocemos a nosotros mismos mejor que cualquier otro". Las Escrituras dicen que en realidad quizás estemos más confundidos de lo que creemos. El corazón es engañoso, así que confiar en ti mismo todo el tiempo no es probablemente la mejor ruta a tomar (Jeremías 17:9). Un consejo sabio de un amigo, pastor o cónyuge, puede ser lo que Dios utiliza para nuestra protección.
Proverbios dice que oirá el sabio escuchará y crecerá en conocimiento, y adquirirá consejo (Proverbios 1:5). Así que podemos asumir con seguridad que un hombre necio no escuchará a otros, los callará y no oirá, no tendrá entendimiento y no adquirirá consejo. Necesitamos resistir a la tentación de ser sabios a nuestros propios ojos (Proverbios 3:7). ¡Esto no es fácil! Pero mientras buscamos obtener entendimiento, debemos primero reconocer que no siempre sabemos qué es lo mejor para nosotros.
2. El discipulado nos une con otros creyentes.
El cuerpo de Cristo no fue hecho para existir solamente cuando nos reunimos los domingos y después de eso seguir cada uno con nuestras propias vidas el resto de la semana. La palabra de Dios nos da una imagen de los creyentes viviendo cómo una congregación (Hechos 2:44-47). El buscar consejería y discipulado es una manera de invitar a otros a tu vida.
La mayoría de las veces las personas no sabrán todos los detalles de tu vida, a menos que estés dispuesto a compartirlos con ellos. El tener el deseo de ser discipulado por otro provee una oportunidad para la oración y para alentarse mutuamente (Gálatas 6:22; 1 Tesalonicenses5:11). Queremos saber el uno del otro porque somos todos miembros de Su cuerpo (Efesios 5:30).
3. El discipulado nos equipa para la fidelidad.
Pablo nos dice en Tito 2:3 que las ancianas en la iglesia deben enseñar y entrenar a las más jóvenes en lo que es bueno. Ellas deben equipar a otras mujeres en la manera de caminar con la verdad del evangelio. Y esto no es una sugerencia — es la instrucción de Dios en cómo debemos relacionarnos los unos con los otros.
Esto es lo más básico del discipulado. Y es otra prueba de que nos necesitamos la una a la otra. No podemos obedecer los mandamientos en Tito 2, sin estar dispuestas a ser discipuladas (¡y estar disponibles y dispuestas a discipular a otras!).