La teología nos puede cegar
Seis advertencias
Jesús tenía enemigos. Tan pronto como Él declaró ser el Hijo de Dios en el evangelio de Marcos, es llevado al desierto para enfrentar a Satanás, su primer y mayor adversario (Marcos 1:12).
Satanás se oculta detrás de toda oposición a Jesús, y sus demonios aparecen varias veces para tentar y corromper, pero sorprendentemente, sus secuaces son a menudo más teólogos que demonios. Satanás es mencionado sólo cinco veces en Marcos, y los demonios sólo trece veces. Pero los escribas y fariseos son mencionados 29 veces, y en 27 de esos versos, ellos están empuñando su conocimiento de las Escrituras para oponerse a Cristo.
Cuando Jesús dijo a sus discípulos cómo iba a morir, no culpó al gobernante malvado de este mundo (2 Corintios 4:4), pero sí a los gobernantes de su propio pueblo elegido:
“He aquí, subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles. Y se burlarán de Él y le escupirán, le azotarán y le matarán, y tres días después resucitará” (Marcos 10:33-34; también Marcos 8:31).
No fueron los cobradores de impuestos los que tramaron poner fin a Jesús (Marcos 14:1). No fueron los borrachos o los ladrones gritando: “¡Crucifícalo!” (Marcos 15:11). No fueron los fornicarios que lo ejecutaron. Fue el moral, respetable y teológicamente refinado que asesinó al Autor de la vida (Hechos 3:13-15).
Escribas modernos
Jesús casi de inmediato se apartó de los líderes religiosos judíos —los grandes maestros de la teología— de Sus días. La gente en la sinagoga “se admiraban de su enseñanza; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas” (Marcos 1:22). No vino como el escriba supremo, sino como algo categóricamente diferente, todo el mismo conocimiento y más, pero con un corazón y autoridad diferentes.
¿Quiénes son los escribas y fariseos de hoy? ¿Cuáles son esos hombres y mujeres que están tan obsesionados con su dominio de la Escritura y la doctrina que terminan ignorando a Jesús por completo? Los teólogos cristianos de todo tipo abusan de tal conocimiento, pero nosotros los calvinistas —refinados y reformados, sistemáticos y atentos a los detalles— podemos ser algunos de los más vulnerables.
¿Cómo sabemos cuando nuestros sistemas de comprensión de Dios se han enfermado con el pecado y justificaciones paradójicamente sutiles para oponerse a Él?
Cuando estudiamos las 27 veces que Marcos menciona a los escribas y fariseos, aprendemos cómo incluso la teología puede ser torcida para cegarnos ante Dios, y nos roba la vida y gozo real cuando nuestros sistemas teológicos se convierten en lacayos de nuestro pecado. Considera estos seis indicadores de que nuestra teología podría alejarnos de Él.
1. Auto justicia
Los escribas estaban ciegos a su pecado, y se vieron a sí mismos como superiores a otros pecadores. “Al ver los escribas de los fariseos que El comía con pecadores y recaudadores de impuestos, decían a sus discípulos: ¿Por qué El come y bebe con recaudadores de impuestos y pecadores?” (Marcos 2:16)
¿Nuestra teología —nuestro entendimiento de quién es Dios y lo que Él ha hecho por nosotros— nos mueve a amar y servir a pecadores?
Si no podemos entender por qué Jesús se dirigía hacia los pecadores menos merecedores de la sociedad, nuestra teología no sólo nos ha cegado a Él, sino que nos ha cegado a nosotros mismos. La fe dice: “Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, entre los cuales yo soy el primero” (1 Timoteo 1:15). La auto justicia se apodera de la teología para auto promovernos y por ambición egoísta. Como el apóstol Pablo advierte:
“El ‘conocimiento’ envanece, pero el amor edifica. Si alguno cree que sabe algo, no ha aprendido todavía como lo debe saber; pero si alguno ama a Dios, ése es conocido por El” (1 Corintios 8:1-3)
2. Hipocresía
Los escribas se esforzaron tanto por aparentar ser de cierta manera, ser rápidos para juzgar y condenar a otros, mientras que en secreto protegían los “pequeños pecados” de su propio corazón. De manera incansable trataron de emboscar a Jesús, queriendo probar que había roto la ley, cuando en realidad Él había venido a cumplirla en lugar de ellos. Por ejemplo, los judíos habían desarrollado tradiciones para la limpieza externa: limpiar religiosa y rigurosamente no sólo sus manos, sino también sus copas, vasos e incluso “los sofás donde comían” (Marcos 7:3-4). Así que, se enfurecieron cuando los discípulos de Jesús no se lavaban (Marcos 7:5).
Jesús los reprendió: “Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: ‘Este pueblo con los labios me honra, pero su corazón está muy lejos de mi’” (Marcos 7:6). Ellos habían desarrollado formas de parecer piadosos sin preferir a Dios ni darle prioridad en sus corazones. Las mismas verdades que estaban destinadas a traer convicción de pecado y pasión por Cristo, trágicamente les llevó a gloriarse en su propia “obediencia” y, finalmente, a rechazar a Jesús. Ellos odiaban lo que Jesús decía acerca de ellos porque se habían enamorado de lo que su teología decía sobre ellos mismos.
¿Nuestro amor por las doctrinas de la soberanía de Dios sobre todas las cosas, la depravación total y la elección incondicional todavía nos deja quebrantados y humildes cuando las vemos a la luz de nuestro propio pecado?
3. Celos
Los escribas no podían soportar ver que el poder y la influencia de Jesús aumentaba. “Los principales sacerdotes y los escribas oyeron esto y buscaban cómo destruirle, porque le tenían miedo, pues toda la multitud estaba admirada de su enseñanza” (Marcos 11:18). Temían lo que podría costarles Su mensaje —en autoridad, prestigio, probablemente incluso en dinero— sin saber que rechazarlo les costaría todo. Les faltaba la gozosa humildad de Juan el Bautista al decir: “Es necesario que El crezca, y que yo disminuya” (Juan 3:30).
Cuando la llamada teología aumenta nuestro deseo de ser conocido, apreciado y promovido, en lugar de fomentar la humildad, algo ha salido mal. Es evidente que la teología que mató a Jesús, tenía alguien diferente de Jesús en el centro. La persona que probablemente toma ese lugar en mi corazón soy yo mismo. Debemos, en cambio, anhelar ver a Jesús enaltecido sobre nosotros, con cualquiera que sea el costo para nosotros (Filipenses 1:12-13).
4. Deshonestidad
Los escribas cambiaron la verdad para conseguir lo que realmente querían. Mintieron para preservar su estatus y comodidad en esta vida, y al hacerlo, traicionaron el único camino, la verdad y la vida (Juan 14:6).
Se enfrentan de nuevo a Jesús, “¿Con qué autoridad haces estas cosas?” (Marcos 11:28). Él responde: “Yo también os haré una pregunta; respondédmela, y entonces os diré con qué autoridad hago estas cosas. El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres? Respondedme” (Marcos 11:29-30). De pronto están atrapados en su propia trampa:
“Si decimos: ‘Del cielo’, El dirá: ‘Entonces, ¿por qué no le creísteis?’” ¿Mas si decimos: ‘De los hombres’? Pero temían a la multitud, porque todos consideraban que Juan verdaderamente había sido un profeta. Y respondiendo a Jesús, dijeron: No sabemos” (Marcos 11:31-33)
A ellos les importaba más salirse con la suya que la verdad. Si la teología va a ser utilizada en oposición a Jesús, tiene que mentir. Simplemente no puede permanecer sin mentir acerca de Dios, el pecado, el juicio, la Escritura, la salvación, Jesús y acerca de nosotros mismos.
5. Codicia
Los escribas no estaban motivados por deseos piadosos por conocer más de Dios, sino por un deseo insaciable de poder, notoriedad y dinero. Jesús advierte a los discípulos: “Cuidaos de los escribas, a quienes les gusta andar con vestiduras largas, y aman los saludos respetuosos en las plazas, los primeros asientos en las sinagogas y los lugares de honor en los banquetes; que devoran las casas de las viudas, y por las apariencias hacen largas oraciones; éstos recibirán mayor condenación” (Marcos 12:38-40).
Ten cuidado con las personas que saben más que nadie acerca de Dios, pero que claramente viven para ellos mismos. Tal vez no nos vestimos de forma llamativa, o tocamos una trompeta cuando entramos en el santuario los domingos, o tomamos ventaja de las viudas, pero ¿muestra nuestro estilo de vida que estamos viviendo humilde, desinteresada y sacrificialmente por los demás? ¿O parece que estamos gastando la mayor parte de nuestro tiempo, energía y dinero, atendiendo nuestras propias necesidades y deseos?
Conocer verdaderamente más de Dios, nos hace preocuparnos más por los demás y menos por nosotros mismos.
6. Orgullo
El pecado de todos los pecados teológicos (y el pecado debajo del resto) es el orgullo; el corazón terco que me eleva a mí, a mi entendimiento y mi voluntad por encima de Dios.
Los escribas eran escépticos hacia Jesús, negándose a reconocer a su propio Mesías, mientras que las multitudes menos educadas y menos conocedoras de la Biblia se reunían con Él (Marcos 2:2, 6). Los eruditos empapados de la Escritura se burlaban de la Pieza Central sin pecado de la Escritura (Marcos 15:31). Se negaron a aceptar a Jesús como el Cristo, y en su lugar lo acusaron de ser el diablo (Marcos 3:22), haciendo aún mayor su rebelión con la blasfemia. En y debajo de cada rechazo de la Verdad había un corazón orgulloso.
¿Qué actitud traes a la Palabra de Dios? ¿Tu sistema teológico controla cómo lees? ¿Se han tornado tan rígidas tus definiciones y categorías que ni siquiera las claras palabras de Dios mismo pueden alterarlas? Cada encuentro con la Palabra de Dios en la Biblia debe producir una oración humilde y sincera por la verdad, no un esfuerzo lleno de orgullo para probar nuestra propia perspectiva. Cualquier teología orgullosa se prueba a sí misma como falsa de alguna manera. En verdad, la teología cristiana produce y promueve una humildad gozosa e impresionante.
No todos los escribas
Una teología desarrollada no es garantía de una vida espiritual o amor por Jesús, pero no puedes tener ninguna de ellas sin teología. Un escriba en Marcos no era como los demás. Oyó a los fariseos y saduceos tratando de atrapar al mismo Dios-hombre con sus rompecabezas teológicos (Marcos 12:13). Jesús les responde recitando Deuteronomio 6:4-5 y Levítico 19:18 (Marcos 12: 29-31).
El pícaro escriba, a continuación, poniendo en riesgo su situación y tal vez incluso su vida, responde: “Muy bien, Maestro; con verdad has dicho que Él es uno, y no hay otro además de Él; y que amarle con todo el corazón y con todo el entendimiento y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y los sacrificios” (Marcos 12:32-33).
Jesús había reprendido a los otros teólogos en el salón, “¿No es ésta la razón por la que estáis equivocados: que no entendéis las Escrituras ni el poder de Dios?” (Marcos 12:24). Pero a este hombre, en cambio, dijo: “No estás lejos del reino de Dios” (Marcos 12:34). Sin orgullo o auto justicia; no codicioso, injusto o celoso; sólo empapado en las Escrituras, con el corazón adecuado, enamorado del Dios de las doctrinas.
Ese matrimonio entre el conocimiento y el amor produce humildad en lugar de orgullo, gozo, donde una vez vivieron los celos, honestidad en lugar de hipocresía, y una fe más fuerte que cualquier promesa que puedan hacer la lujuria y la avaricia. Ese tipo de teología no mató a Cristo, sino que muere con Él para vida eterna. No nos cegará, sino que destapará y resaltará más y más Su valor.