The Wall Between You and God’s Will
El apóstol Pablo dice de Dios: “¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos! Pues, ¿quién ha conocido la mente del Señor?”. Un par de versículos más adelante, dice: “Para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios”. Dice: Es imposible comprender o entender la mente de Dios. Luego dice: Y la aprenderás.
Ya sabemos, de otras partes de las Escrituras, las dimensiones más grandes y amplias de la voluntad de Dios para nosotros —lo que Él ha revelado en Su Palabra. Pablo dice: “Esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación” (1 Tesalonicenses 4:3). Su voluntad es que te vuelvas más y más como Cristo. Y luego, en el siguiente capítulo dice: “Estad siempre gozosos; orad sin cesar; dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para vosotros en Cristo Jesús” (1 Tesalonicenses 5:16-18). La voluntad de Dios es que te regocijes siempre, no de vez en cuando, y que ores persistentemente por todo, y des gracias en medio de cualquier cosa, sin importar lo difícil que sea.
El apóstol Pedro también dice: “Porque esta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, hagáis enmudecer la ignorancia de los hombres insensatos” (1 Pedro 2:15). La voluntad de Dios para ti es hacer la clase de bien, con Su ayuda y fuerza, que el mundo no puede negar o avergonzar.
Sabemos más de la voluntad de Dios de lo que a menudo nos damos cuenta, pero hay mucho más —infinitamente más— que aún no conocemos (Su “voluntad secreta”), y algunas cosas que quizás nunca comprendamos por completo. Incluso el cielo no se sentirá como el final de nuestro viaje hacia Su voluntad; se sentirá como el comienzo, liberado y sin pecado, de una exploración sin fin en Su mente y corazón.
Entonces, ¿qué hacemos con lo que no sabemos ahora?
¿Quién entendió?
El mismo Pablo luchó para encontrar la voluntad de Dios. Él dijo: “[Estoy] implorando que ahora, al fin, por la voluntad de Dios, logre ir a vosotros” (Romanos 1:10). No sé cuál es la voluntad secreta de Dios para mí en esta situación, pero ruego que me envíe a vosotros. Y luego dice: “[Oren por mí] para que con gozo llegue a vosotros por la voluntad de Dios, y encuentre confortante reposo con vosotros” (Romanos 15:32). Quiero el gozo y el reposo, pero aún no sé cuál es la voluntad de Dios.
¿Qué esperas que sea la voluntad de Dios para ti? ¿Qué planeas o quieres hacer, si Él quiere?
Sabiendo el sentimiento que producen este tipo de preguntas, Pablo dice:
¡Oh, profundidad de las riquezas y de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos! Pues, ¿quien ha conocido la mente del Señor?, ¿o quien llego a ser su consejero?, ¿o quien le ha dado a El primero para que se le tenga que recompensar? Porque de El, por El y para El son todas las cosas. A El sea la gloria para siempre. Amén. (Romanos 11:33-36, LBLA)
En Romanos 9-11, Pablo ha escalado los acantilados más empinados de la soberana y misteriosa voluntad de Dios, específicamente en la elección. Y mientras mira hacia arriba, y ve otro pico que se extiende hacia las nubes, dice —o mas bien canta— acerca de todo lo que ve (y aún no ve): ¡Insondable! ¡Inescrutable! ¡Supremo! “¡A Él sea la gloria para siempre!”
Verifica la voluntad de Dios
En los siguientes versículos, dice:
Por consiguiente, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es vuestro culto racional. Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto. (Romanos 12:1-2)
Cuando Pablo nos llama a vivir como sacrificios, y al hacerlo, comenzar a verificar la voluntad oculta de Dios, está construyendo una casa de adoración en las montañas de la gloria de Dios de Romanos 9-11.
Los juicios de Dios son insondables. Sus caminos son inescrutables. Su mente es incognoscible. Así que, vive como sacrificios de alabanza sondables, accesibles y pequeños (Romanos 12:1). Rebájate como siervo suyo para levantarlo como tu Tesoro. Y a medida que lo haces, Dios te llevará más arriba de la montaña. Escudriñarás lo insondable, entenderás lo inescrutable, conocerás lo incognoscible. Comenzarás a “verificar cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto” (Romanos 12:2).
Pablo va tan profundo y tan alto como es posible en los misterios de Dios para ayudarnos a confiar en Él en las cosas que todavía no conocemos —y habrá mucho que nunca conoceremos ni comprenderemos plenamente en esta vida. Pero habiendo hecho que la misión de conocer los caminos y voluntad de Dios parezca imposible, nos invita a emprenderla, a hacer lo imposible.
Conforme vivas para la gloria de Dios, comenzarás a ver más de Su voluntad para tu vida.
Transforma tu mente
¿Nos da Pablo alguna pista más de cómo presentarnos como sacrificios vivos a la belleza y valor de Dios? Lo hace: “No os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis…” (Romanos 12:2). Transformando nuestro pensamiento, qué queremos y cómo vivimos, nos liberamos de los patrones y las prioridades de este mundo, y lentamente reformamos nuestras mentes.
¿Cómo nos transformamos? “Nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu” (2 Corintios 3:18). ¿Y cómo contemplamos la gloria del Señor? Escuchamos la voz de Dios (en Su Palabra) cuando nos revela la manera en que las cosas son realmente. Escudriñamos las Escrituras, porque todas ellas dan testimonio de la gloria de Cristo (Juan 5:39).
Podremos comprender y explorar más de la mente infinita de Dios conforme nos sumerjamos más en Su Palabra y conforme más nos parezcamos a Él en nuestras vidas por el poder de Su Espíritu.
Derriba el muro
Para nosotros, tal vez el mayor obstáculo para comprender más acerca de la voluntad de Dios es nuestra propia infatuación e incluso obsesión por nosotros —con nosotros mismos. En el siguiente versículo, justo después de decir: “…para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto” —Pablo dice— “Porque en virtud de la gracia que me ha sido dada, digo a cada uno de vosotros que no piense más alto de sí que lo que debe pensar, sino que piense con buen juicio, según la medida de fe que Dios ha distribuido a cada uno” (Romanos 12:3). ¿Cuál es el muro entre nosotros y la voluntad de Dios? Nosotros. Nuestro orgullo. Nuestro pensar en nosotros mismos más de lo que deberíamos.
Si quisiéramos mantenernos conformados a este mundo, entonces veríamos y evaluaríamos todo, incluido Dios Mismo, a través de nosotros mismos —basándonos en cómo él (o ella o eso) nos beneficia, afirma y destaca. Pero si queremos resistirnos a ser conformados a este mundo y renovar nuestras mentes, adaptando nuestras voluntades a la voluntad de Dios, no pensaremos tan altivamente de nosotros mismos. Comenzaremos a ver cuán pequeños somos, y nos esforzaremos por hacer que nuestra pequeña, defectuosa y olvidable existencia destaque la masiva, impecable y eterna gloria de Dios. Y seremos más felices ante Su gloria de lo que siempre lo fuimos buscando la nuestra.
Si queremos subir las montañas infranqueables de la majestad de Dios y comenzar a discernir Su voluntad, debemos morir al sentido de nuestra grandeza propia. Debemos liberarnos de nuestras ilusiones con los placeres y la aceptación de nuestro pequeño mundo, y fijar los ojos de nuestros corazones en la grandeza y belleza de nuestro Dios.