El triunfo es seguro
Por eso te glorificará un pueblo fuerte,
ciudades de crueles naciones te reverenciarán. (Isaías 25:3)
Isaías ve venir el día cuando todas las naciones —representativas de todos los grupos de personas— ya no estarán en desacuerdo con Yahweh, el Dios de Israel y su Mesías, de quien sabemos que es Jesús.
Ya no adorarán a Bel, ni a Nabu, ni a Moloch, ni a Alá, ni a Buda, ni a programas sociales utópicos, ni a las posibilidades de crecimiento capitalista, ni a los ancestros, ni a los espíritus animistas. Por el contrario, vendrán en fe al banquete en la montaña de Dios.
Y estará el velo de la aflicción quitado y la muerte será devorada y la culpa del pueblo de Dios será anulada y las lágrimas desaparecerán para siempre.
Ese es el marco para entender la visión del versículo 3: «Por eso te glorificará un pueblo fuerte,
ciudades de crueles naciones te reverenciarán». En otras palabras, Dios es más fuerte que el «pueblo fuerte» y es tan poderoso y misericordioso que al final él hará que ciudades crueles lo reverencien.
Es así que la imagen que Isaías nos da es una en la que todas las naciones se vuelven a Dios en adoración, un gran banquete para todas las gentes, la eliminación de todo sufrimiento y dolor y culpa de las naciones que se han convertido en su pueblo, y la exterminación de la muerte para siempre.
Este triunfo es seguro porque Dios lo está haciendo. Por lo tanto, podemos tener la certeza de que así será.
No hay una sola vida dedicada a la causa de la evangelización del mundo que haya sido en vano. Ninguna oración, ni dólar, ni sermón, ni carta de aliento enviada, ni pequeña luz brillando en lugar oscuro —nada hecho en honor a la causa del advenimiento del reino es en vano—.
El triunfo es seguro.