El secreto para la salud digital
Por lo general, siento que mis perfiles en las redes sociales son una extensión de mí.
A diferencia de la televisión que me muestra cosas que están lejos de mí, mi página de Facebook me muestra cosas sobre mí.
“Estar en línea no es solo algo que hacemos”, escribió el columnista de New York Times David Brooks, “se ha convertido en lo que somos, cambiando la esencia de nuestro ser”.
Si Brooks tiene razón y nuestro ser es tan flexible, debemos preguntarnos: ¿Cómo cambian las redes sociales nuestro ser cristiano?
Realzando nuestras inseguridades
La pregunta anterior es significativa por la forma en que las redes sociales tocan las cuerdas de nuestras inseguridades.
Ruby Karp, una chica honesta y valiente de 15 años, se animó a compartir cómo cree que su aplicación de Snapchat alimenta sus inseguridades de adolescente. “Siempre sentí que necesitaba saber lo que todos estaban haciendo, esperando secretamente que no fuera mejor que lo que yo hacía”, escribe. “En vez de disfrutar lo que hacemos, le sacamos fotos para hacer que otros adolescentes se sientan mal por no estar con nosotros”. Por el miedo a quedarnos afuera del mundo tecnológico (FOMO, por sus siglas en inglés), alimentamos la bestia FOMO en otros.
“Snapchat es todo juegos y diversión hasta que no apareces en una foto grupal porque estabas en la otra habitación buscando snacks, o peor, porque no te invitaron”, admitió. “La aplicación aumenta nuestro miedo a quedarnos afuera y nos convierte en fanfarrones quejosos. Los adolescentes son tan inseguros como pensaste que eran, y Snapchat no está ayudando”.
Este artículo no solo habla de los adolescentes, sino que es para todos. La plaga de las inseguridades propias abarca a todas las generaciones.
El FOMO de Snapchat alimenta las inseguridades personales y también lo hacen sus filtros de “belleza” en las autofotos. Los filtros son el equivalente a la cirugía plástica digital, mostrándote lo que tu rostro podría ser si fueras más atractivo, usaras más maquillaje o tuvieras un mejor y más luminoso tono de piel.
¿Cómo no va a fomentar más inseguridades esta magia virtual si estamos mirando lo que podríamos ser?
De esta forma, las redes sociales rápidamente se han convertido en incubadores de inseguridades. Alimentadas por minucias en nuestras páginas, las inseguridades crecen, empollan y prosperan en lo profundo de nuestros corazones.
Las inseguridades engendran inseguridades
Lejos de poder tirar nuestros teléfonos a la basura o salir de las redes, ¿qué podemos hacer? ¿Cuáles son nuestras alternativas?
La búsqueda de una respuesta a esas preguntas me llevó a un proyecto de investigación de tres años sobre smartphones y redes sociales. Encuesté a 8.000 cristianos sobre sus hábitos, hice 22 entrevistas con líderes cristianos, leí más de 1000 artículos sobre smartphones y redes sociales y estudié más de 50 libros sobre tecnología digital. Mi investigación terminó con la lectura del nuevo libro de Donna Freitas: The Happiness Effect: How Social Media Is Driving a Generation to Appear Perfect at Any Cost.
Freitas encuestó a casi 800 estudiantes, se reunió y entrevistó en persona a 200 de ellos y luego publicó lo que encontró. Este iluminador libro no está escrito desde una perspectiva cristiana, pero incluye varias entrevistas clave con estudiantes universitarios cristianos. En mi opinión, este libro es la herramienta de diagnóstico más completa, equilibrada, representativa y perspicaz para los hábitos en las redes sociales de los estudiantes universitarios. El enfoque es matizado y cuidadoso, para nada reductor.
Un párrafo de su libro captó mi atención. En él, detalla las tres fases de los hábitos en las redes sociales. Freitas escribe:
Cuanto más sensible o más vulnerable emocionalmente sea una persona, peor se va a llevar con las redes sociales. Los estudiantes que entrevisté que sufren inseguridades, cuya posición social les causa ansiedad, que temen cómo serán percibidos por otros, son aquellos que se sienten ahogados en las redes sociales. Para esos jóvenes hombres y mujeres, las redes sociales son una fuerza altamente destructiva y destacan sobre otros estudiantes que se sienten ambivalentes con respecto a las redes sociales y por sobre los otros pocos que realmente prosperan en las redes. (18-19)
Este párrafo es intencional. Las redes sociales no nos vuelven inseguros, sino que cultivan y multiplican las inseguridades interiores que ya dominan nuestros corazones.
Tres tipos de usuarios en las redes sociales
Las tres categorías de usuarios en redes sociales que nos ofrece Freita son algo a tener en cuenta. Fijate si te sientes identificado con alguna de estas descripciones:
El inseguro: Estos usuarios “sufren ansiedad con respecto a su posición social y se preocupan por la forma en que sean vistos por el resto”. En este estado, la ansiedad empeora, la depresión emerge, sus inseguridades los hacen refrescar sus muros buscando una validación, pero, cuando esas validaciones llegan, se encuentran con el hecho de que son muy cortas y a menudo los ponen cara a cara con la dura realidad de estar siendo (o sentirse) ignorados.
El ambivalente: Este segundo grupo representa al menos dos grupos distintos. En primer lugar, Freitas descubrió que los estudiantes universitarios de medicina o derecho, estudiantes con metas elevadas y ambiciosas, suelen evadir las redes sociales o minimizarlas en sus vidas con facilidad. Simplemente persiguen metas más altas. En segundo lugar, otro grupo de ambivalentes incluye a los inseguros adictos al teléfono que eventualmente se agotaron, se volvieron indiferentes y descartaron las redes sociales por completo.
El que prospera: ¿Quiénes son estos pocos estudiantes universitarios que prosperan y que parecen tener un mejor control sobre las redes? Al final de su libro, Freitas dice que estos estudiantes son “los que pueden ser ambivalentes, los jóvenes hombres y mujeres que pueden lidiar con la autopromoción sin sufrir demasiado estrés, que pueden vivir bajo las presiones de la evaluación constante y a los que las redes sociales no los vuelve tan vulnerables como para que el rechazo dañe su autoestima. La apatía se ha convertido en una manera saludable de sobrevivir” (249).
La apatía digital es una forma útil de protegerse en el mundo digital, pero no es la clave de la salud en las redes sociales. Aquellos que prosperan en línea son la clase más rara de todas, y el factor común entre ellos parece ser que no sólo son ambivalentes sobre las redes sociales, sino que, para ellos, cumplen un fin mayor en sus vidas. En vez de someter sus vidas a las técnicas y herramientas posibles que nos dan las redes sociales, ellos prosperan, no por su ambivalencia, sino porque son inspirados por sus metas de vida, las cuales exceden la seductora idea de ser validados por una audiencia digital detrás de la pantalla.
El secreto: Sé auténtico
En otras palabras, la salud digital emerge de la autenticidad personal. No podemos fingir por mucho tiempo. A veces, quizás lo mejor sea una desintoxicación digital, pero la mayoría de nosotros necesitamos encontrar la forma de vivir en línea auténticamente y con propósito.
“Incluso si los adultos jóvenes tratan de ocultar sus sentimientos, la constante corriente de las redes sociales y la omnipresencia de los smartphones se convierten en una montaña rusa de banalidad, planes, diversión, decepción, estrés, esperanza, orgullo, soledad, distracción, presunción, presión y un millón de otras cosas”, escribe Freitas. “En la superficie, esto suena bastante humano. Cualquier situación social pude ser hermosa y divertida o estresante y horrible y todo lo del medio. La vida es desastrosa y angustiante, llena de baches inesperados, palabras que es mejor no decir y dolorosas decepciones, así como también está llena de alegría, amor y esos momentos que nos gustaría recordar siempre. Las redes sociales reflejan esta realidad. Pero no solamente reflejan esta realidad, sino que le añaden otra dimensión, volviéndola pública y constante” (249).
Las redes sociales son como la vida real, solo que intensificada, acelerada y pública para todo el mundo. Las cuestiones que enfrentan nuestros corazones son problemas de pecado y las luchas con nuestros anhelos han existido en todas las generaciones previas a la nuestra. En cierta forma, esas cuestiones no son nada nuevo, por eso la Biblia es tan relevante y real para todos nosotros en la era digital.
Las reglas del juego
Sí, debemos aprender a regularnos y ese es el problema. Mientras aspiramos a regular nuestros hábitos en las redes sociales, mil personas están trabajando a tiempo completo para convencernos de no soltar nuestros teléfonos.
Freitas terminó su estudio con esta frase: “Sin importar la categoría en que se encuentren, lo que están buscando los jóvenes que entrevisté e investigué son reglas” (246).
Ese es el problema.
No hay reglas en las redes sociales. Tu cuenta puede ser bloqueada, suspendida y desactivada, pero además de ser silenciado, no hay reglas claras que rijan sobre lo que haces, cuánto o cuán a menudo estás en línea.
Seguridad en Cristo
Para los cristianos, tenemos regulaciones claras para guardar y guiar nuestras palabras digitales, y traemos a la esfera en línea la autenticidad de nuestras vidas espirituales. Pero para aquellos que no se pueden regular, que no pueden distanciarse de la presión y la tensión de las redes sociales, el mundo digital seguirá siendo un cruel tirano que se alimenta de nuestras inseguridades.
La victoria de esta batalla en el mundo digital no se obtiene por seguir reglas correctas, sino por tener seguridad en Cristo. Permanecer con Cristo es fundamental para prosperar en línea. Nuestra unión con Cristo, por la fe y por el Espíritu Santo, nos proporciona la vida y vitalidad que necesitamos para tener éxito incluso dentro de los mundos digitales que tan fácilmente alimentan nuestras inseguridades personales.
La aceptación eterna es segura en la sangre de Cristo.
En la resurrección de Cristo, estoy libre de FOMO, todo lo que extrañe de esta vida me será compensado completamente en la eternidad.
Por el sacrificio de Cristo ahora estoy liberado de la carga de ser mejor que los demás.
Por el amor de Cristo puedo entregarme a mí mismo para amar a otros.