La roca en un mundo de arena
Puede que sea el aspecto más subestimado del evangelio. Puede que no parezca una buena noticia en particular, solo historia – la vida de unos cuantos hombres comunes y corrientes. Tal vez se sorprenderán conmigo por la sabiduría de Dios, y la magnífica inversión de Cristo, al crear esta realidad llamada los apóstoles.
Jesús reclutó a doce hombres, e invirtió la mayor parte del tiempo y de la energía de su ministerio en educarlos y prepararlos para liderar la iglesia cuando Él se hubiese marchado. Piensen en eso. Doce hombres. ¿Alguna vez se han detenido a pensar si lo hubiese podido hacer de otra manera?
O haciendo la pregunta de otra forma: ¿Por qué el Cristo resucitado no se apareció “a todo el pueblo” sino únicamente a los apóstoles? Así lo dice Pedro en su primer sermón sobre el evangelio a los gentiles: “A éste Dios le resucitó al tercer día e hizo que se manifestara, no a todo el pueblo, sino a los testigos que fueron escogidos de antemano por Dios, es decir, a nosotros” (Hechos 10:40-41, LBLA).
¿Por qué el Cristo resucitado no se apareció ante todo el pueblo, ante incontables millares en Jerusalén y más allá? ¿Y por qué hoy en día no se hace presente en cuerpo a los cristianos? ¿Por qué a los apóstoles primero, y de una forma tan prominente, aun cuando también apareció ante “más de quinientos hermanos a la vez” (1 Corintios 15:6)? ¿Por qué centró sus apariciones en el primer siglo a un grupo limitado? ¿Y por qué esas son buenas noticias para ustedes y para mí?
Por nuestra claridad
Aparecerse ante muchos miles, sin un grupo claro y definido como el de los apóstoles, pudiese haber parecido sensato al principio, pero hubiese creado una confusión absoluta con el tiempo. ¿Quién hablaría por el Cristo resucitado una vez que él ascendiese? Dentro de esos muchos de miles, ¿a quién creeríamos la historia del significado de la resurrección? ¿Qué pasa con los creyentes que lo vieron realmente ascender, pero recordaron los detalles de forma equivocada y escribieron con errores, o poseían poco contexto de su vida? Los apóstoles sabían toda la historia desde el principio. “Y nosotros somos testigos de todas las cosas que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén” (Hechos 10:39).
Jesús, como un buen líder preeminente, planificó bien para su pueblo cuando Él no estuviese. No permitiría que su iglesia se convirtiera en una anarquía y en un caos espiritual. Dejó a cargo a voceros autorizados – hombres en quienes Él había invertido personal y extensivamente más de tres años – que hablarían por Él dirigidos por su Espíritu, una vez que estuviese sentado sobre su trono celestial.
Pedro resalta en Hechos 10:41 que los apóstoles “comimos y bebimos con Él después que resucitó de los muertos”. Al establecer este grupo de representantes, quienes compartieron íntimamente su vida y luego lo vieron resucitar, Jesús dejó claro a quién debería escuchar la iglesia en su ausencia. Los apóstoles hablarían y escribirían las palabras autorizadas en nombre de Jesús, y cuando murieran, la iglesia quedaría con sus escrituras, llamadas el Nuevo Testamento, que serían la autoridad de la iglesia de ahí en adelante.
Por nuestra confianza
Por otra parte, cabe destacar que los voceros autorizados de Jesús, no solo son un grupo limitado, claramente investido, también son una pluralidad – no un individuo solitario.
Las perspectivas personales son el campo de los mentirosos y los lunáticos. Las perspectivas individuales, con alegaciones que modifican la historia y sin testigos que las comprueben, marcan el inicio de la falsa religión, como las farsas trágicas de Joseph Smith, Mahoma y muchos otros.
Nuestra confianza hubiese sido insuficiente si el Cristo resucitado se hubiese aparecido solo ante un apóstol y dejado la historia de la resurrección únicamente a su palabra. Sin embargo, nuestra fe está enriquecida con varios testigos, convincentes dada la similitud de sus testimonios. La locura queda descartada por tal multiplicidad. La conspiración se desvanece cuando los testigos arriesgan su propia vida por defender su historia.
La multiplicidad bendita de los apóstoles también destaca el carácter especial de Cristo como la única singularidad en la iglesia. Los apóstoles son plurales. El liderazgo de la iglesia local es plural (1 Timoteo 5:17; Hechos 20:17; Filipenses 1:1; Santiago 5:14). Tenemos un solo líder que media entre el pueblo y su Dios: Cristo Jesús hombre (1 Timoteo 2:5).
Aun cuando Jesús se apareció específicamente a Pablo en su camino a Damasco, Pablo no estaba solo. Sus acompañantes oyeron la voz (Hechos 9:7), vieron la luz (Hechos 22:9) y pudieron testificar que algo extraordinario lo había dominado y que no estaba fuera de sí ni lo estaba inventando.
Él nos guía y nos ama bien
Así, junto con las grandes verdades del evangelio – la divinidad de Jesús (“Él es Señor de todos”, Hechos 10:36), su humanidad total (“Jesús de Nazaret”, Hechos 10:38), su muerte, su resurrección y el ofrecimiento “de que por su nombre, todo el que cree en Él recibe el perdón de los pecados” (Hechos 10:43) - este rayo de gloria adicional brilla en el evangelio apostólico: Él se apareció “no a todo el pueblo”, sino a aquellos a quienes escogió y preparó como sus testigos – doce hombres comunes y corrientes cuyas enseñanzas continúan dejando una huella extraordinaria en el mundo actual.
Este es Jesús preocupándose bien de su iglesia. Somos amados profundamente. El Cristo resucitado no solo nos amó cuando fue a la cruz por nosotros – la demostración más grande de su amor- sino que también nos amó planificando con anticipación nuestra prosperidad. Escogió y educó a doce hombres y los nombró voceros autorizados, para que pudiésemos tener una roca sobre la cual ponernos en pie en un mundo de arenas movedizas.