El verdadero problema de la ansiedad
Y si Dios viste así la hierba del campo, que hoy es y mañana es echada al horno, ¿no hará mucho más por vosotros, hombres de poca fe? (Mateo 6:30)
Jesús dice que la raíz de la ansiedad es una fe inadecuada en la gracia venidera de nuestro Padre.
Una reacción posible a las palabras de Jesús podría ser: «¡Esas no son buenas noticias! De hecho, es muy desalentador descubrir que lo que yo creía que era una simple lucha contra una predisposición a la ansiedad en realidad es un conflicto mucho más profundo que pone en duda mi confianza en Dios».
Mi respuesta es que estoy de acuerdo, pero luego en desacuerdo.
Supongamos que usted tiene un dolor en el abdomen y ha estado probando medicamentos y dietas de todo tipo, pero nada dio resultado. Supongamos también que el médico le dice, después de una consulta de rutina, que tiene cáncer en el intestino delgado. ¿Es una buena noticia? Usted dirá: «¡Por supuesto que no!». Y yo estaría de acuerdo con usted.
Pero permítame plantear la pregunta de otra forma: ¿No le alegra que el médico haya descubierto el cáncer cuando todavía es tratable y se puede hacer mucho al respecto? Usted diría: «Sí, y me alegra mucho que el médico haya encontrado el verdadero problema». Nuevamente, yo estaría de acuerdo con usted.
Por lo tanto, la noticia de que tiene cáncer no es buena; pero por otro lado, sí lo es, porque saber qué es lo que en realidad está mal es bueno, en especial si el problema se puede solucionar.
Lo mismo sucede cuando descubrimos que el verdadero problema detrás de la ansiedad es la falta de fe en las promesas de gracia venidera de Dios. Él puede obrar para sanidad de formas maravillosas cuando clamamos: «Creo, ayúdame en mi incredulidad» (Marcos 9:24).