La dolorosa lección de aprender el gozo
El servir a Dios es completamente diferente del servir a cualquier otro. Dios pone mucho celo en que entendamos esto —y lo disfrutemos. Por ejemplo, nos ordena: “¡Servid al Señor con alegría!” (Salmo 100:2, LBLA). Hay una razón para esta alegría. Esta se da en Hechos 17:25: “[Dios no] es servido por manos humanas, como si necesitara de algo, puesto que Él da a todos vida y aliento y todas las cosas”. Le servimos con alegría porque no llevamos la carga de satisfacer sus necesidades. Más bien, nos regocijamos en un servicio donde Él satisface nuestras necesidades.
El salmista lo compara con la dependencia de un siervo hacia un amo con gracia: “He aquí, como los ojos de los siervos miran a la mano de su señor, como los ojos de la sierva a la mano de su señora, así nuestros ojos miran al Señor nuestro Dios hasta que se apiade [tenga gracia] de nosotros” (Salmo 123:2). El servir a Dios siempre significa recibir gracia de Dios.
Para mostrar cuán celoso es Dios para que entendamos esto y nos gloriemos en Él, hay una historia en 2 Crónicas 12. Roboam, el hijo de Salomón, quien gobernó el reino del sur después de la rebelión de las diez tribus, “abandonó la ley del Señor” (12:1). Él escogió en contra de servir al Señor y dio su servicio a otros dioses y otros reinos. Como juicio, Dios envió a Sisac, rey de Egipto, contra Roboam con 1.200 carros y 60.000 jinetes (12:3).
En misericordia, Dios envió al profeta Semaías a Roboam con este mensaje: “Así dice el Señor: Vosotros me habéis abandonado, por eso también yo os abandono en manos de Sisac” (12:5). El resultado feliz de ese mensaje es que Roboam y sus príncipes se humillaron en arrepentimiento y dijeron: “Justo es el Señor” (12:6).
Cuando el Señor vio que se humillaron, Él dijo: “Se han humillado; no los destruiré, sino que les concederé cierta libertad y mi furor no se derramará sobre Jerusalén por medio de Sisac” (12:7). Pero como una disciplina para ellos, dice: “Serán sus siervos para que aprendan la diferencia entre servirme a mí y servir a los reinos de los países” (12:8).
Ahí está. El celo de Dios en que conozcamos la diferencia entre servirle a Él y servir a los demás. La lección que tuvieron que aprender fue que servir a Dios es un servicio alegre, o como Jesús dijo, “una carga ligera y un yugo fácil” (Mateo 11:30). De esto podemos aprender que Dios amenaza con cosas terribles si no encontramos alegría en servirlo. Esto es lo que Moisés dijo en Deuteronomio 28:47: “Por cuanto no serviste al Señor tu Dios con alegría y con gozo de corazón … por tanto servirás a tus enemigos”.
El punto es claro: Servir a Dios es un recibir, una bendición, un gozo y un beneficio. Por eso soy tan celoso de decir que en [la iglesia de] Bethlehem el servicio de la mañana del domingo y el servicio de la obediencia diaria no es en el fondo una gravoso dar a Dios, sino un gozoso recibir de Dios.
Feliz de estar sirviendo contigo,
El Pastor John