Los tesoros más preciados se hallan en las situaciones más difíciles
Ahora bien, la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Porque por ella recibieron aprobación los antiguos (Hebreos 11:1-2).
Hebreos 11 está en la Biblia para recordarnos que Dios esconde sus tesoros más preciados para sus santos en las experiencias más difíciles y dolorosas.
Cuando leemos este capítulo se supone que nos detenganos a reflexionar más profundamente sobre este tema extraño, porque tan sólo se nos da un breve resumen (“¿Y qué más diré? Pues el tiempo me faltaría para contar de...” (Hebreos 11:32).
Pensemos en lo que Abraham y Sara se angustiaron por el tema de la infertilidad, y luego esperaron 25 años para que Dios cumpliera su promesa con Isaac. Pensemos en lo que Isaac y Rebeca se preocuparon por la rivalidad traidora y casi asesina entre sus hijos mellizos. Pensemos en lo que Jacob sufrió durante años creyendo que las bestias salvajes habían matado a José. Pensemos en lo que Moisés se angustió durante los 40 años que pasó en el desierto de Madián pensando que había perdido la oportunidad de liberar a su pueblo esclavizado. Pensemos en lo que David sufrió durante años cuando Saúl lo perseguía como a un animal salvaje.
Ahora bien, pensemos en el resultado final de toda esta agonía.
El tema del dolor para dar a luz las bendiciones más grandes que el mundo haya conocido jamás continúa a lo largo de toda la historia de la redención, y culmina en la agonía incomparable de Jesús en la cruz y en el dolor de sus discípulos, que habían perdido de forma brutal a su Rabino mesiánico, cuyo final fue ser completamente transfigurado por la resurrección.
El tema no se agota con la resurrección. Desde ese entonces, los santos han sufrido trabajos arduos, encarcelamientos y terribles persecuciones; han enfrentado peligros de ladrones, no creyentes, hermanos falsos, viajes riesgosos, desastres naturales, hambre, frío y climas inclementes; han padecido los dolores de la enfermedad, los conflictos de la discapacidad y problemas familiares; y por si eso fuera poco, han atravesado “la presión cotidiana de la preocupación por todas las iglesias” (ver 2 Corintios 11:23-28).
Ahora pensemos qué ha resultado de la agonía de la era de la iglesia.
Hebreos 11 está en la Biblia para recordarnos que Dios está haciendo mucho más de lo que podemos ver en los sufrimientos que atravesamos, en esas situaciones que son tan, tan difíciles y a veces parecen insoportables. Clamamos a Dios para ser librados de ellas y nos preguntamos por qué Él tan sólo las deja continuar.
No obstante, nos hallamos en buena compañía. Es así como también se han sentido a través de la historia los creyentes, la mayoría de los cuales están ahora en la gran nube de testigos que nos animan a seguir adelante y no rendirnos (Hebreos 12:1); y lo que nos animan a hacer es principalmente poner nuestra confianza en las promesas de Dios y no en nuestras percepciones. La fe es “la convicción de lo que no se ve”. Las promesas nos sostendrán, pero nuestras percepciones probablemente nos hundan.
Además, yo creo que ellos nos animan a no quejarnos de las aflicciones difíciles, ya que ellas nos brindan “un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación” (2 Corintios 4:17). Creo que ellos nos dirían: “Recuérdennos y verán que Dios esconde sus tesoros más preciados, para cada uno de ustedes y para los demás a través de ustedes, en las experiencias más difíciles y dolorosas de la vida”.