El gozo que solo conocemos en el sufrimiento
Cuanto más camino con Jesús, más veo que los que sufren a menudo tienen acceso secreto a la felicidad.
Solía pensar que Satanás amaba el sufrimiento, que era su arma de elección contra nuestra fe. Pero aunque ciertamente (y viciosamente) trata de sacar el máximo provecho de ello, ahora sospecho que Satanás odia en secreto el sufrimiento. Simplemente ha visto que atrae a demasiada gente más cerca de Cristo. Él ha observado, durante miles de años, cómo Dios ha tomado todo lo que él quiso para hacer un mal terrible y lo ha transformado para un bien innegable (Génesis 50:20).
El apóstol Pablo, por ejemplo, fue encarcelado una y otra vez, golpeado con varas, calumniado por sus enemigos, azotado con latigazos cinco veces, apedreado casi hasta la muerte, a menudo privado de alimento, agua, refugio, y sueño — "en peligros de ríos, peligros de salteadores, peligros de mis compatriotas, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos" (2 Corintios 11:26, LBLA), y sin embargo siempre regocijándose (2 Corintios 6: 10). El jefe de los presos podía escribir desde la soledad, la injusticia, y la angustia de su celda, "Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez lo diré: ¡Regocijaos!" (Filipenses 4:4).
Pablo solía dar la impresión de ser anormal y extraordinario, incluso espectacular. Pensé que era una anomalía. Hasta que empecé a presenciar más y más hombres y mujeres como él en el día de hoy, desafiando pruebas inconcebibles -conflicto y cáncer, traición y abandono, persecución y pérdida- todo con un gozo sorprendente en Dios. Prueban lo que todos experimentamos de una manera u otra. Si miramos a Él cuando somos arrojados al desierto del sufrimiento, nos guiará a santuarios secretos de paz, fuerza, esperanza, e incluso alegría.
Mi alma estará satisfecha
El rey David fue expulsado de su casa por la traición y el amotinamiento, y tuvo que correr por su vida en el desierto, y sin embargo pudo escribir:
Como con médula y grosura está saciada mi alma;
y con labios jubilosos te alaba mi boca.
Cuando en mi lecho me acuerdo de ti,
en ti medito durante las vigilias de la noche (Salmo 63:5-6)
El Salmo no aclara si David estaba huyendo a causa de Saúl cuando era joven o de su hijo Absalón más adelante. Sabemos que alguien lo quería muerto: "Pero los que buscan mi vida para destruirla, caerán a las profundidades de la tierra" (Salmo 63:9). Sin embargo, mientras su vida era amenazada por un ejército de enemigos invisibles, su alma sería satisfecha por lo que los ojos de su corazón todavía podían contemplar: su Dios. Incluso mientras era perseguido fuera de las puertas de la ciudad, la meditación sobre su Amado lo llevó a un banquete real.
Y David festejó. Tanto es así que aún festejamos desde su mesa en el desierto. Ningún autor en la Biblia habla más de la alegría que él. Él creó la mayor parte del lenguaje que usamos sobre nuestra felicidad en Dios, y sin embargo, pasó gran parte de su vida huyendo de los hombres que querían matarlo. Si miramos lo suficientemente de cerca su sufrimiento y esperanza, su tristeza y alegría, encontraremos consuelo para nuestro desierto - para los días, o semanas, o incluso años que Dios nos lleva a través del dolor, la debilidad, la pérdida, o el sufrimiento.
Bien alimentados en el desierto
David disfrutaba de lo que veía. Su deleite comenzaba en la mente y se digería en el corazón. Esta comida y bebida estaba disponible para él en todas las circunstancias. ¿Pero qué vio David?
Todavía no había conocido al Mesías, pero él probó lo que Jesús ha llegado a ser para nosotros. Entristecido, mas siempre gozoso, canta desde los valles del sufrimiento, "Porque tu misericordia es mejor que la vida, mis labios te alabarán. Así te bendeciré mientras viva, en tu nombre alzaré mis manos" (Salmo 63:3-4).
La canción de David nos enseña que el verdadero gozo en Dios se puede escuchar en el desierto de labios que han considerado el amor firme de Dios. Sus enemigos lo habían echado de la ciudad Santa. Satanás trató de alejarlo de Dios - y en lugar de eso lo entregó en las manos del Señor. David estaba a millas y millas del templo, pero Dios lo había convertido en un santuario de adoración en el desierto -un santuario con muros de seguridad más altos y pozos más profundos de satisfacción.
La vida cómoda y segura de David fue destrozada, pero su gozo se mantuvo. Y se hizo más profundo. Incluso en el desierto de la deserción, el engaño y la insurrección, su alma estaba bien alimentada mientras contemplaba a su Dios.
Tu santuario en el desierto
Pero el verdadero gozo en Dios no siempre parece o se siente pleno. Unos pocos versículos antes, mientras el corazón de David sufre de tristeza y ansiedad, admitiendo su aridez a través de los fuegos de la aflicción, él grita con gozo en su angustia,
Oh Dios, tú eres mi Dios; te buscaré con afán. Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela cual tierra seca y árida donde no hay agua (Salmos 63:1)
Entonces, ¿David está hambriento o festejando en el Salmo 63? La ambigüedad llama a la esperanza a los cansados y débiles seguidores de Cristo. El verdadero gozo no tiene por que ser bien compuesto y sonriente. No lo fue en Pablo, ni en David, y tampoco en ti o en mí. Está marcado con lágrimas y desgastado, con la misma frecuencia, arrastrándose tras de Dios con cualquier fuerza y deseo que podamos reunir. Nuestro gozo demostrará ser fuerte y duradero, incluso invencible, porque Dios nos guardará, pero se sentirá frágil a lo largo del camino.
Y Dios no parece menos satisfactorio cuando estamos débiles, frágiles, o espiritualmente hambrientos, si en nuestra debilidad clamamos a Él, si en nuestra fragilidad nos apoyamos en Él, si en nuestra hambre y sed sabemos que sólo Él nos saciará.
Dios se ve tan magnífico, en el desierto del versículo 1 como lo hace en la mesa del banquete del versículo 5 — "Como con médula y grosura está saciada mi alma" Nuestra desesperación por Él en los días más duros lo glorifica tanto en cada aspecto, e incluso más, que nuestro deleite en Él cuando todo está bien. Podemos esperar ver más de Él cuando tengamos menos a lo que aferrarnos aquí.
El sufrimiento que Satanás odia
Satanás puede despreciar nuestro sufrimiento porque él sabe cuán a menudo le sale mal -cuando enfrentamos el hambre, la necesidad y lo peor con contentamiento (Filipenses 4: 11-12); cuando atesoramos lo que nuestros sufrimientos pueden producir en nosotros (Romanos 5:3-4; Santiago 1:2- 4), y para nosotros (2 Corintios 4:17); cuando nos regocijamos en la probada autenticidad de nuestra fe, refinada a fuego, más preciosa que el oro fino (1 Pedro 1 :6-7). Cuando el sufrimiento comienza a servir a nuestro gozo y no a deshacerlo.
Dios puede construir un santuario resplandeciente y refrescante en el desierto. Él convierte nuestro desiertos en lugares para explorar y expresar mayores profundidades de deleite en Él. En lugar de ser una amenaza al verdadero gozo, a menudo hace de nuestro sufrimiento un medio para lograr aún más.