La insensatez de apoyarnos en nuestro propio entendimiento
Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento. Reconócele en todos tus caminos, y Él enderezará tus sendas. (Proverbios 3:5-6, LBLA)
Cuando la Biblia nos dice en este versículo que no nos apoyemos en nuestro propio entendimiento, no nos está motivando a ser irracionales. La Biblia no pone una pared de separación entre nuestro intelecto y la fe. De hecho, el libro de Proverbios habla muy bien del entendimiento:
- “Da oído a la sabiduría, inclina tu corazón al entendimiento” (Proverbios 2:2).
- “Alza tu voz al entendimiento” (Proverbios 2:3).
- “El entendimiento te protegerá” (Proverbios 2:11).
- “Bienaventurado el hombre que… adquiere entendimiento” (Proverbios 3:13).
- “En el corazón del prudente reposa la sabiduría” (Proverbios 14:33).
- “El corazón inteligente busca conocimiento” (Proverbios 15:14).
- “Adquirir inteligencia es preferible a la plata” (Proverbios 16:16).
- “Adquiere sabiduría, instrucción e inteligencia” (Proverbios 23:23).
Entonces, si debemos adquirir conocimiento, ¿por qué no debemos apoyarnos en él?
Lo que nos dice es que, en lo que no debemos apoyarnos, es en nuestro “propio entendimiento,” es decir, en las conclusiones basadas principalmente en nuestras propias percepciones. Esto es debido a que nuestro propio entendimiento simplemente no puede soportar todo el peso de la realidad. No fue diseñado para eso.
La insensatez de confiar en nosotros mismos
Volvamos al jardín del Edén. El árbol del jardín del cual los humanos tenían prohibido comer no era, curiosamente, el árbol de la vida (Génesis 2:9). No era la vida lo que Dios negaba a los humanos. Él les prohibió comer del árbol de la sabiduría del bien y del mal (Génesis 2:17).
La idea de esta prohibición no fue mantener a los humanos ignorantes sino, como dice John Piper, “conservar [para nosotros] los placeres del mundo”. Fue como si Dios hubiese dicho,
Si comen de ese árbol me estarán diciendo, “Soy más inteligente que tú. Tengo más autoridad que tú. Soy más sabio que tú. Creo que puedo cuidarme mejor de lo que puedes hacerlo tú. No eres muy buen Padre. Por lo tanto te voy a rechazar”. Así que no coman de ese árbol porque me estarían rechazando a mí, a todos mis buenos regalos, toda mi sabiduría y todo mi cuidado. Por el contrario, continúen sometiéndose a mi voluntad. Sigan afirmando mi sabiduría. Sigan agradeciendo mi generosidad. Sigan confiando en mí como Padre y continúen comiendo de estos [otros] árboles como una forma de disfrutarme.
Como ves, para poder manejar el conocimiento del bien y del mal uno debe poseer 1) la habilidad de comprender totalmente todas las opciones y contingencias posibles (omnisciencia); 2) la rectitud y la sabiduría para escoger el camino correcto; y 3) el poder para hacer que la realidad coincida con el camino correcto (omnipotencia).
En otras palabras, sólo Dios puede manejar ese conocimiento.
Lo que esto quiere decir es que no es quien confía en el Señor el irracional, sino quien se apoya en su propio entendimiento. Es insensato confiar en ese conocimiento lamentablemente limitado, cuando uno puede confiar en el conocimiento ilimitado de Dios.
La sensatez gozosa de confiar en el Señor
Muchas de las cosas que nos causan las dificultades y penas más grandes en la vida, la fuente de mucha de nuestra ansiedad, miedo, duda y enfado con otros y con Dios, es el resultado de apoyarnos en nuestro propio entendimiento
Dios no quiere que seamos infelices, aun en esta época perversa, caída e infectada de futilidad. Él quiere aliviar nuestra ansiedad (Lucas 12:12; Filipenses 4:6-7), temor (Salmos 118:6; 1 Pedro 3:6), duda (Mateo 21:21; Lucas 24:38) e ira pecaminosa (Efesios 4:31). Por lo tanto, nos entrega Proverbios 3:5-6 como un regalo que no tiene precio.
Al ejercer la fe – confiando completamente en el Señor y no apoyándonos en nuestro propio entendimiento- no estamos dejando a un lado nuestro intelecto. Estamos apoyando nuestro intelecto sobre el intelecto de Dios. Nada es más sabio o sensato. Hacer esto es permitirle dirigir nuestro camino, lo cual no sólo lleva al máximo gozo, sino que hace el trayecto placentero, aun cuando esté cargado de tristeza (2 Corintios 6:10). Y conserva para nosotros todos los placeres que Dios nos da en el mundo. No hacer esto es el colmo de la insensatez y el camino a la infelicidad.
Así que escojamos hoy el gozo al no apoyarnos en nuestro propio entendimiento confiando dulcemente y como niños en la base sólida de la omnisciencia de nuestro amoroso Creador.