La realidad suprema está aquí
Advent | Day 13
Ahora bien, el punto principal de lo que se ha dicho es éste: tenemos tal sumo sacerdote, el cual se ha sentado a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, como ministro del santuario y del tabernáculo verdadero, que el Señor erigió, no el hombre. (Hebreos 8:1-2)
La Navidad es el reemplazo de las sombras por el objeto real.
Hebreos 8:1-2 es una clase de resumen. El punto es que ese sacerdote que se presenta entre nosotros y Dios nos reconcilia con Dios y ora por nosotros a Dios, no es un sacerdote ordinario, débil, pecador y mortal como los sacerdotes de los tiempos del Antiguo Testamento. Él es el Hijo de Dios —fuerte, sin pecado y con una vida indestructible—.
No solo eso, sino que él no ministra en un tabernáculo terrenal con todas las limitaciones de lugar y espacio, y expuesto al desgaste y al daño de las polillas y las inundaciones y los incendios y la destrucción y los robos. No, el versículo 2 dice que Cristo ministra por nosotros en el «tabernáculo verdadero, que el Señor erigió, no el hombre». Esa es la realidad que está en el cielo, y que le fue revelada a Moisés en el Monte Sinaí para que la copiara como una sombra de lo celestial.
Según el versículo 1, otro aspecto grandioso respecto de la realidad que es más grande que su sombra, es que nuestro Sumo Sacerdote está sentado a la diestra de la Majestad en los cielos. Ningún sacerdote del Antiguo Testamento podría haber dicho algo como ésto.
Jesús trata directamente con Dios el Padre. Tiene un lugar de honor a la diestra de Dios. Es infinitamente amado y respetado por Dios. Él está permanentemente junto a Dios. Esta no es la sombra de la realidad, como eran las cortinas y los tazones y las mesas y los candeleros y las vestiduras y las lazadas y las ovejas y los cabritos y las tórtolas. Ésta es la realidad definitiva y suprema: Dios y su Hijo interactuando en amor y santidad por nuestra salvación eterna.
La realidad Suprema es las Personas de la Trinidad en una relación, trabajando una con la otra respecto a cómo su majestad y santidad y amor y justicia y bondad y verdad deberán ser manifestadas en un pueblo redimido.