La distancia entre la cabeza y el corazón
El “pensamiento sentido” de Fiódor Dostoievski
En repetidas ocasiones me han preguntado: ¿Cómo llevo mi fe desde mi cabeza a mi corazón? El gran novelista ruso Fiódor Dostoievski puede no ser muy explícito en su respuesta, pero su experiencia apunta en la dirección correcta.
Dostoievski es un “novelista ideológico”. Es decir, las ideas dominan y dirigen a sus personajes.
“De hecho, sus ideas se vuelven parte de sus personalidades a tal extremo que ninguna existe independientemente de la otra. Su incomparable genialidad como novelista ideológico era su capacidad de inventar acciones y situaciones en las que las ideas dominaban el comportamiento sin que este último se volviera alegórico… Después de todo, sus mayores obras habían sido esfuerzos por socavar los fundamentos ideológicos a partir de los cuales había surgido la Revolución (Bolchevique)” (Joseph Frank, Dostoievski, xiv).
Para Dostoievski, las ideas (incluso las comunes) no solo constituían la materia prima a partir de la cual crear grandes personajes, sino también el combustible para encender sus propias pasiones.
Uno de sus colegas más cercanos, Nikolái Strájov, escribió:
“El pensamiento abstracto más rutinario muy a menudo lo golpeaba con una fuerza poco común y lo motivaba de manera extraordinaria… Una simple idea, a veces muy conocida y corriente, repentinamente lo enardecía y se le revelaba en toda su trascendencia. Él, por así decirlo, sentía el pensamiento con inusual vivacidad”. (Ibíd., xv, énfasis añadido)
Frank observa: “Es esta tendencia innata de Dostoievski para ‘sentir el pensamiento’ lo que le da a su obra su sello especial”.
El pensamiento sentido
Algo parecido a esto es lo que las personas anhelan cuando preguntan: ¿Cómo puedo llevar mi fe de mi cabeza a mi corazón? ¿Cómo puedo pasar de las ideas a los afectos, del pensamiento al sentimiento? ¿Cómo puedo experimentar el “pensamiento sentido”?
De seguro, este es un buen anhelo. La intención de Jesús era que la verdad situada en la cabeza despertara la pasión en el corazón: “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32, LBLA). Libres del pecado. Libres de lo que Pablo llama “deseos engañosos” (Efesios 4:22) hacia un nuevo mundo de pasiones santas.
El apóstol Pablo insistió en lo mismo: “la verdad sentida”. “[Ellos] no recibieron el amor de la verdad para ser salvos” (2 Tesalonicenses 2:10). No dice solo “no recibieron la verdad”, sino más bien “no recibieron el amor de la verdad”. No se consideró la verdad como algo hermoso y preciado.
Del mismo modo, el apóstol Pedro creía que cuando los pensamientos verdaderos reemplazaban a la ignorancia, las pasiones cambiaban. “Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais en vuestra ignorancia” (1 Pedro 1:14, LBLA). Las ideas imperfectas producen emociones imperfectas. Las ideas verdaderas producen emociones verdaderas. Esta es la razón por la que Pedro explica en detalle verdades sorprendentes en 1 Pedro 1:3-5, y luego añade: “En lo cual os regocijáis”. (1 Pedro 1:6, LBLA)
Sentir es fruto de la aflicción
Pero las ideas bíblicas no siempre despertaron pasiones santas en Dostoievski. En 1840, él leyó la Biblia a través de los ojos de la utopía socialista. Frank señaló que “puede considerarse que sus ideas se hayan inspirado en el cristianismo, aunque con reestructuración de su ética en función de los problemas sociales modernos”.
Algo cambió la manera en que Dostoievski sentía el pensamiento. Fue arrestado por sus opiniones políticas, expuesto a una fingida ejecución, y luego sentenciado a trabajos forzados en Siberia.
Como resultado, el cristianismo “secular” previo de Dostoievski experimentó una metamorfosis crucial. Hasta entonces, se había dedicado a mejorar la vida en la tierra; ahora este objetivo, sin ser abandonado, resultó eclipsado al tomar conciencia de la importancia de la esperanza de la eternidad como pilar de la existencia moral. Dostoievski señaló que los cuatro años que pasó en el campo de prisioneros fueron responsables de “la regeneración de [sus] convicciones”. Ahora su “pensamiento sentido” era diferente. Ahora sus ideas eran diferentes. La verdad era diferente. Y el sentimiento de estos pensamientos era diferente.
Esta es la respuesta a la que apunta la experiencia de Dostoievski. El “pensamiento sentido” que todos anhelamos, basado en pensamientos verdaderos y enardecido con verdadero sentimiento, llegó como fruto de la aflicción. El sufrimiento de Siberia forjó un verdadero “pensamiento sentido”.
No puedes vivir un Siberia
Esta no es la respuesta que la mayoría de nosotros quiere oír cuando preguntamos: ¿Cómo puedo llevar mi fe de mi cabeza a mi corazón? No podemos inscribirnos en un curso en Siberia. No podemos leer un Siberia. No podemos memorizar un Siberia. No podemos pedirle a alguien más que nos haga rendir cuentas por Siberia. Siberia no es algo que esté en nuestras manos.
Está en manos de Dios.
Pero podemos prepararnos. Hay pensamientos verdaderos y pensamientos falsos sobre cómo Siberia viene de parte de Dios. Por qué viene. Cómo debemos responder. Podemos disponernos a aclarar esos pensamientos con la Biblia. También podemos orar. Entonces, cuando llegue nuestra Siberia según el tiempo de Dios, estaremos listos. Dios llevará nuestra fe desde nuestra cabeza a nuestros corazones como una estaca. Y ya nunca más seremos los mismos.