Esfuérzate por descansar
Si la gracia es gratuita, ¿Por qué tenemos que obrar?
¿Acaso no es el evangelio una invitación a venir a Jesús y recibir su regalo misericordioso, precioso y gratuito de salvación? Si:
Porque por gracia son salvos por medio de la fe; y esto no de ustedes pues es don de Dios. No es por obras, para que nadie se gloríe. (Efesios 2:8–9 RVA-2015)
¿No es el evangelio una invitación a venir a Jesús, aliviar la carga de nuestras almas y recibir su reposo incomparable? Si:
“Vengan a mí, todos los que están fatigados y cargados, y yo los haré descansar. Lleven mi yugo sobre ustedes, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para su alma. Porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”. (Mateo 11:28-30 RVA-2015)
Entonces, ¿cómo podemos reconciliar estas maravillosas y consoladoras afirmaciones de pasividad evangélica con las siguientes exhortaciones a una acción evangélica rigurosa e incómoda?
“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida la perderá, y el que pierda su vida por causa de mí la hallará”. (Mateo 16:24–25 RVA-2015)
Hagan morir lo terrenal en sus miembros. (Colosenses 3:5 RVA-2015)
Ocúpense en su salvación con temor y temblor; porque Dios es el que produce en ustedes tanto el querer como el hacer para cumplir su buena voluntad. (Filipenses 2:12–13 RVA-2015)
Hagamos, pues, todo esfuerzo para entrar en aquel reposo [el de Dios], no sea que alguien caiga en el mismo ejemplo de desobediencia [como la generación de Moisés]. (Hebreos 4:11 RVA-2015)
Procuren . . . la santidad sin la cual nadie verá al Señor [y] Miren bien que ninguno deje de alcanzar la gracia de Dios. (Hebreos 12:14–15 RVA-2015)
Pelea la buena batalla de la fe; echa mano de la vida eterna a la cual fuiste llamado. (1 Timoteo 6:12 RVA-2015)
¿Cómo puede ser que el “don inefable” de la gracia de Dios (2 Corintios 9:15), que Jesús compró por completo para nosotros por su obra expiatoria (Romanos 3:23–24; Efesios 2:8–9; Gálatas 6:14), para librarnos de nuestras obras inútiles de manera que por la fe hallemos reposo en Cristo (Mateo 11:28–30; Romanos 11:6; Gálatas 3:2–3), exija que activamente “nos esforcemos” y “sigamos adelante, a fin de poder alcanzar aquello” (Filipenses 3:12–14 LBLA)?
Si la salvación es un misericordioso regalo gratuito para nosotros, y no es “resultado de nuestras obras”, ¿Por qué tenemos que “ocuparnos en [nuestra] salvación”? ¿Se estará contradiciendo la Biblia?
No. Simplemente nos encontramos en presencia de un genio de proporciones asombrosas — el diseño paradójico de nuestra redención. Si lo examinamos bien, vamos a observar la gloria peculiar en ese plan de salvación, una gloria reveladora que se confirma por sí sola, un plan que los seres humanos no podrían ni haber pensado inventar (ni tener en ninguna religión creada por el hombre).
Un genio asombroso
Deja que resalte solo un aspecto de esta gloria. Aunque somos salvos por la gracia incondicional de la elección (Efesios 1:4; 2:5), por el regalo gratuito de la fe (Efesios 2:8), las obras que la fe produce comprueban que nuestra fe es genuina (Santiago 2:18). La fe es don gratuito de la elección; las obras son evidencia de esa elección.
Es por eso que por un lado Jesús dice: “Nadie puede venir a mí si no lo trae el Padre” (Juan 6:44) — el don gratuito de la elección — pero por otro lado dice: “Si me aman, guardarán mis mandamientos.” (Juan 14:15 RVA-2015) — la prueba de la elección. Él enlaza ambas cosas al decir: “Mis ovejas oyen mi voz (elección), y yo las conozco y me siguen (prueba)” (Juan 10:27).
El genio del diseño de Dios se percibe en algunas de las parábolas de Jesús. Cuando la red del evangelio se echa en el mar de este mundo, dice que junta “toda clase de peces” (Mateo 13:47), algunos justos y otros malos. La iglesia visible es siempre una pesca mezclada, siempre tiene cizaña entre el trigo (Mateo 13:24–30) o siempre tiene cabras entre las ovejas (Mateo 25:31–46). Lo que distingue a los elegidos de los demás es una fe dada por Dios, comprobada por obras en dependencia de Dios (Santiago 2:14–26; 1 Juan 3:10). La fe obra por el amor (Gálatas 5:6).
Las palabras son baratas. Jesús dijo: “No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:21).
Haz firme tu elección
¡Cuánta más gloria hay para manifestarse en este diseño brillante y paradójico del regalo gratuito de la gracia salvadora, revelada en nuestra voluntad y en nuestras obras (Filipenses 2:13)! Pudiéramos explorar cómo este diseño revela la sabiduría y poder de Dios de maneras completamente inesperadas por los orgullosos seres humanos (1 Corintios 1:27–31; 2:8), cómo da testimonio público de la realidad del evangelio de Jesús (Juan 13:35) o cómo fortalece nuestra fe cedida por Dios, aumenta nuestro gozo en Dios y nos santifica (Santiago 1:2–4; Hebreos 12:11). Pero estos temas son para otro artículo.
Las invitaciones del evangelio a recibir de manera pasiva el regalo gratuito de la salvación de Dios, no contradicen las exhortaciones del evangelio a seguir adelante para alcanzar este don. Nuestras obras no son decisivas en nuestra salvación. Son pruebas de la obra de salvación que Dios está haciendo en nosotros.
Por este motivo tenemos que procurar “aun con mayor empeño hacer firme [nuestro] llamamiento y elección” (2 Pedro 1:10) por medio de llevar a cabo nuestra salvación con temor y temblor.