Siete formas para mejorar tu equipo
Jesús no tiene intención de que sus seguidores trabajen solos.
Él es el único y singular líder en su iglesia. No tiene iguales. El resto de nosotros seguimos su ejemplo juntos, haciendo nuestra labor en plural. Solamente Él es “el gran pastor de las ovejas” (Hebreos 13:20), el Príncipe de los Pastores (1 Pedro 5:4), el Pastor y Guardián de nuestras almas (1 Pedro 2:25). Su intención es que sus pastores subordinados trabajen juntos. Él fue solo al Calvario. Nosotros pasamos por el fuego como un equipo.
Durante su ministerio, Jesús envió a sus discípulos de dos en dos (Lucas 10:1). Y a través del Nuevo Testamento, el liderazgo en la iglesia local es siempre plural: primero los apóstoles, después los ancianos/pastores/obispos (Hechos 14:23; 20:17, 28; Efesios 4:11; Filipenses 1:1; 1 Timoteo 4:14; 5;17; Tito 1:5; Santiago 5:14; 1 Pedro 5:1, 5). Vivir, dirigir, y trabajar en equipo es de vital importancia, tanto en la teoría como en la práctica de la vida de la iglesia.
He aquí siete formas, entre otras, en que los equipos ministeriales (y especialmente los líderes de los equipos) pueden buscar la salud y la aptitud correcta en la dinámica de equipo.
1. Cultivar y proteger la confianza activamente.
Los equipos efectivos dependen de la confianza, y esta tiene un alto precio. La confianza se gana lentamente y se pierde rápido. Vale la pena invertir tiempo y energía significativos en edificar la confianza, y en cuidarse de no perderla.
La confianza se edifica tratando a aquellos más cercanos a nosotros (nuestros compañeros) con sumo cuidado. Al igual que con nuestras familias, podemos tener la tentación de dar por descontadas las relaciones a nuestro alrededor y dedicar nuestra mejor energía y atención a aquellos de afuera. Si no se controla tal instinto, pronto encontraremos que la confianza con aquellos que más importan se habrá erosionado.
En el entorno de una iglesia local, la confianza entre los líderes es paradigmática para toda la congregación. Lo que es verdad de los líderes pronto será verdad de las personas. La disensión entre los pastores lleva a posiciones enfrentadas en el rebaño. Para que la iglesia viva a largo plazo la visión unificada de Filipenses 1:27-28 – “estáis firmes en un mismo espíritu, luchando unánimes por la fe del evangelio; de ninguna manera amedrentados por vuestros adversarios” – habrá necesidad de una confianza evidente entre los líderes.
2. Monitorear cuidadosamente el tamaño del equipo (y la comunicación).
Los seres humanos son finitos. Dios nos hizo así. Él santificó la finitud en la creación, y doblemente la santificó cuando Jesús se unió a nosotros en carne humana. La finitud no es un defecto, sino algo que ha de reconocerse y no descuidarse.
A pesar de lo positivo que podría ser incluir en el equipo tantas personas como sea posible, mientras más grande se hace el grupo, más difícil será mantenerlos a todos en la misma página. Las “líneas de comunicación”, tal como Larry Osborne observa, aumentan exponencialmente con cada nuevo miembro. Muchos equipos tienen tendencia a enfermarse simplemente porque son demasiado grandes.
Con cada nueva adición al consejo de ancianos, equipo pastoral, u otro equipo ministerial, es preciso evaluar las dinámicas y sondear a los miembros del equipo. Tengamos en mente que añadir miembros no siempre significa añadir efectividad.
3. Invertir tiempo generosamente en el equipo.
Los equipos saludables requieren tiempo. En un mundo caído, no se crean espontáneamente, ni siquiera entre cristianos. No se puede escatimar tiempo juntos (calidad o cantidad) y pensar que todo irá bien a largo plazo. Las relaciones dentro del equipo merecen invertir tiempo. Enfocarse “hacia adentro” de esta forma, no restará necesariamente a la misión conjunta, siempre y cuando se tenga cuidado de no convertirse en un cultivo de interior, sino que se aprenda a disfrutar de la vida en misión juntos.
Puede parecer que pasar tiempo de calidad con nuestro equipo de liderazgo es ir más despacio, pero es una buena ralentización que evita saltarse las líneas de abastecimiento. Tal como Osborne señala, “Siempre que un grupo de personas incrementa el tiempo que pasan juntos, hay un incremento correspondiente en su consideración y aprecio los unos por los otros” (40). Suena a sentido común, pero desafortunadamente no es una práctica común.
4. Perseguir con humildad la unidad en todas las áreas.
Cuando un equipo ministerial está profundamente unido por una visión clara y compartida de quién es Dios, y cómo Él se ha revelado a sí mismo en Jesús y en las Escrituras, de lo que Él está haciendo en el mundo, y cómo nuestra misión está relacionada con la suya, es sorprendente la clase de camaradería y salud que pueden emerger en el equipo. Vale la pena trabajar durante años para lograr un equipo que teológicamente comparta la misma postura. Es algo hermoso, rico, e inestimable estar profundamente unidos acerca de las verdades más importantes del universo.
Es también importante buscar la unidad más allá de la doctrina. En el entorno de equipo, es vital estar unidos en filosofía, y también en amistad. Los equipos no son solamente cognitivos; tienen que ser prácticos. Toman iniciativas y actúan juntos en el mundo. Lo cual significa que necesitan tomar decisiones acerca de metodología y de cómo ir desarrollando su visión de Dios en la vida cotidiana y en el ministerio.
Por lo tanto, el respeto y la amistad son vitales. Es bueno que los que lideran juntos sean amigos, y no simples colaboradores. Los equipos ministeriales no deben ser camarillas, pero es un beneficio para todos cuando los miembros son amigos de verdad y disfrutan estar juntos.
5. Mantener las cuentas cortas con valentía.
Tengamos con energía las conversaciones que no deseamos tener. Por la salud a largo plazo del equipo, estemos siempre dispuestos a hablar hoy acerca de lo que es desagradable y potencialmente problemático. Normalmente los asuntos más importantes a tratar son los que más tememos. Revelan tensiones que a todos nos gustaría que desaparecieran.
Los temas que descuidamos no desaparecerán con el descuido. Si sospechamos que alguien se está frustrando o sintiéndose marginado, o que está actuando de forma arrogante, abordémoslo con valor de forma inmediata. Hablemos la verdad en amor tan pronto como sea posible. No lo dejemos pasar.
A menos que alguien tome la iniciativa para tener esa conversación incómoda, asumir la tensión será cada vez peor, no mejor. Y cuando baje a nivel subterráneo, solo crecerá y se infectará, regresando a la superficie peor de lo que estaba antes. La negligencia con las tensiones entre miembros del equipo señala la destrucción del equipo. Es solamente cuestión de tiempo.
6. Guardar la puerta amorosamente.
Vale la pena el cuidado y tiempo adicional de examinar minuciosamente a alguien antes de añadirlo al equipo. A largo plazo, es mucho más fácil y mejor no introducir a alguien, que necesitar sacarlo más adelante. Hagmos todas las preguntas teológicas y filosóficas difíciles en las que podamos pensar. Hagamos las preguntas duras acerca de los puntos incómodos en sus pasados. ¿Qué le llevó a dejar su iglesia o equipo anterior? ¿Qué luchas ha tenido con los miembros del equipo en el pasado? ¿Qué pasos se han dado, si es que se han dado, para abordar su participación en ello?
Pensemos en nuestro equipo ministerial como algo en el cual cada miembro siempre juega. El equipo se ve lastrado por el jugador más débil. No seamos transigentes en la puerta de entrada.
7. Descansar gozosamente en la sabiduría del equipo.
Aprendamos a disfrutar de no salirnos siempre con la nuestra. Dios nos pone en equipos y hace que ministremos juntos porque así va mejor para nosotros y para aquellos a quienes servimos. Puede ser fácil reconocer esto en teoría, pero difícil de aceptar cuando la sabiduría colectiva del equipo va contra nuestra preferencia con respecto a algún tema. Pidamos a Dios que nos ayude en esos momentos para creer en la sabiduría del equipo por encima de la nuestra. Qué horrible si todo en el ministerio fuera siempre como queremos nosotros – con todas nuestras debilidades y ángulos muertos.
Puede parecer un extraño gozo a cultivar, pero es un gran indicador de madurez cristiana. Aún cuando nuestra opinión personal en alguna decisión ministerial sea diferente, tenemos la oportunidad de dar un paso atrás, y tratar de ver la sabiduría en la forma en que Dios está guiando a los demás en nuestro equipo, y darle gracias a Él por ellos – y por no dejarnos solos- para tomar estas decisiones.