Cómo prepararnos para las tormentas de la vida
En el lugar en donde vivo con mi familia estamos en temporada de huracanes. Cualquier persona que esté familiarizada con la costa atlántica o el mar del Caribe sabe que es importante estar preparado para la llegada de un huracán. Cada verano abastecemos nuestro hogar con suministros de pilas, agua, alimentos enlatados y otros artículos imprescindibles. Nos aseguramos de que las ramas de nuestros árboles estén podadas. Planificamos adónde iremos en caso de que sea necesaria una evacuación.
Sin embargo, la mayoría de quienes vivimos cerca de la costa tendemos a relajamos en cuanto a los preparativos. Cuando pasan un par de años desde la última amenaza de una tormenta, dejamos que se acaben nuestras provisiones. A pesar de que el meteorólogo nos advierte cada año que debemos estar preparados, muy a menudo preferimos esperar hasta que vemos una tormenta inminente aproximándose en el horizonte.
Eso fue lo que ocurrió el año en que estaba en mi noveno mes de embarazo y dos tormentas de categoría tres alcanzaron nuestro pueblo costero. Las tiendas estaban llenas de gente comprando comida y agua. Me las arreglé para averiguar adónde ir y qué llevar. Las filas en las estaciones de servicio eran largas y, después de la tormenta, cuando todos nos quedamos sin electricidad por semanas, la realidad de que necesitamos estar preparados para una tormenta nos pegó fuerte.
Las tormentas de la vida
Estar preparados con anticipación para un huracán, un tornado o una tormenta nos resulta una cuestión de sentido común. ¿Qué pasa con las tormentas de la vida? ¿Deberíamos prepararnos anticipadamente para los períodos de prueba y sufrimiento?
Creo que es importante preparar nuestra mente y corazón para las pruebas inevitables de la vida. Si no tenemos una buena base teológica para saber cómo enfrentar tales tormentas, corremos un mayor riesgo de que los vientos violentos del sufrimiento lleguen y nos destrocen.
¿Qué significa tener una buena base teológica? Significa tener una teología sobre el sufrimiento: saber qué creemos —y por qué— acerca de Dios, su soberanía y las dificultades que experimentamos en este mundo.
Cómo desarrollar una teología del sufrimiento
Entonces, ¿cómo desarrollamos una teología de sufrimiento? ¿De qué formas prácticas podemos prepararnos para las tormentas de la vida? Les daré cuatro consejos simples que, tal como si estuviéramos reuniendo suministros para un huracán, nos ayudarán a prepararnos para las tormentas del día de mañana.
- Estudiar la Palabra: Necesitamos estudiar lo que la Biblia dice sobre las tribulaciones y el sufrimiento. ¿Por qué existen? ¿Cómo deberíamos responder ante las situaciones difíciles? ¿Cómo utiliza Dios el sufrimiento en nuestras vidas? También necesitamos estudiar lo que las Escrituras nos enseñan sobre Dios, quién es Él y cómo es su carácter. Hay una gran diferencia entre creer que Dios nos quiere castigar y creer que Él es santo, justo y bueno en todo lo que hace.
- Afirmar la soberanía de Dios: Lo que creemos sobre la soberanía de Dios juega un rol importante en la forma en que enfrentamos el sufrimiento. ¿Creemos que Él tiene el control absoluto sobre todo lo que sucede? ¿Confiamos en que Él usará todas las cosas, incluso nuestro sufrimiento, para nuestro bien y su gloria? ¿Cómo podemos confiar en su soberanía y encontrar esperanza en ella?
- Memorizar las Escrituras: Necesitamos aprender y memorizar versículos que apunten a la verdad del sufrimiento y las pruebas de la vida. Podemos memorizar pasajes que hablen de las promesas de Dios para nosotros, la esperanza que tenemos en Cristo y cómo Dios usa el sufrimiento en nuestras vidas para nuestra transformación y su gloria. Hay muchos versículos importantes en Romanos 8, tales como Romanos 8:18, 28-30, 35-39.
- Orar: Necesitamos desarrollar una vida activa de oración. Durante las temporadas tranquilas de la vida, necesitamos crecer en la oración y aprender a acudir a Dios para todas las cosas. Entre más confiamos y descansamos en Dios por medio de la oración, más utilizamos la oración durante las tribulaciones de la vida. En una crisis, tendemos a hacer las cosas por instinto. La oración debería ser tan instintiva como respirar.
Hace diez años tuve a mi primer hijo luego de que un huracán pasara por nuestra ciudad. Fue un tiempo de pánico que es difícil de olvidar. Enfrentar las tormentas de la vida sin estar preparados es igual de escalofriante. Es en los tiempos de paz y calma cuando necesitamos trabajar en nuestra teología del sufrimiento, impregnándonos de las Escrituras y orando para hallar respuesta a las preguntas difíciles. Necesitamos también orar pidiéndole a Dios que nos dé una fe que nos ayude a enfrentar la devastación que las tormentas de la vida dejan a su paso; una fe que nos haga decir: “¡Bendito sea el nombre del SEÑOR!”.