Predicarnos a nosotros mismos
¿Por qué te abates, alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios, pues he de alabarle otra vez. ¡Él es la salvación de mi ser, y mi Dios! (Salmos 42:11)
Debemos aprender a pelear contra el desánimo. Es una batalla que peleamos por la fe en la gracia venidera. Se pelea predicándonos verdad, a nosotros mismos, acerca de Dios y el futuro que él nos promete.
Eso es lo que hace el salmista en el Salmo 42: le predica a su alma angustiada, se regaña a sí mismo y discute consigo mismo. Y su argumento principal es la gracia venidera: «¡Espera en Dios! Confía en lo que Dios será para ti en el futuro. El día de la alabanza está por llegar. La presencia del Señor será toda la ayuda que necesites. Y él ha prometido estar con nosotros para siempre».
Martyn Lloyd-Jones, el predicador inglés del siglo XX, creía que esta cuestión de predicarnos a nosotros mismos la verdad acerca de la gracia venidera de Dios es crucial para superar la depresión espiritual.
¿Se dan cuenta de que la mayor parte de la infelicidad en la vida se debe al hecho de que nos escuchamos a nosotros mismos en lugar de hablarnos a nosotros mismos? Tomen esos pensamientos que llegan a ustedes al momento en que se levantan a la mañana. Nosotros no los originamos, pero comienzan a hablarnos, nos traen a memoria nuevamente los problemas de ayer, etc. Alguien está hablando... ¡nuestro propio ser nos está hablando!
La batalla contra el desánimo es una batalla por creer las promesas de Dios; y esa fe en la gracia venidera de Dios viene al oír la Palabra. Por eso, predicarnos a nosotros mismos es esencial para la batalla.