La primera prioridad en la oración
Vosotros, pues, orad de esta manera: «Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre...». (Mateo 6:9)
En el Padre Nuestro, Jesús enseña que la primera de las prioridades al orar es pedir que el nombre de nuestro Padre celestial sea santificado.
Notemos que este es un pedido, no una declaración (algo que pensé por años). Es una petición a Dios de que se asegure de que su propio nombre sea santificado.
Se parece a otro pasaje, Mateo 9:38, en donde Jesús nos dice que roguemos al Señor de la mies que envíe obreros a su propia mies. Nunca deja de sorprenderme que nosotros, los obreros, debamos recibir instrucciones de acercarnos al propietario de la hacienda, quien conoce la mies mejor que nosotros, para pedirle que agregue mano de obra a su hacienda.
Pero ¿acaso no es lo mismo que encontramos en el Padre Nuestro, Jesús diciéndonos que pidamos a Dios, quien tiene un infinito celo por la honra de su propio nombre, que se asegure de que su nombre sea santificado?
Esto puede sorprendernos, pero es lo que el texto dice, y nos enseña dos cosas:
- La oración no mueve a Dios a hacer nada que él no se sienta inclinado a hacer. Él tiene toda la intención de hacer que su nombre sea santificado. No hay nada más alto en la lista de prioridades de Dios.
- La oración es la manera en que Dios ordena nuestras prioridades para alinearlas con las suyas. Dios quiere que nuestras oraciones tengan como consecuencia grandes respuestas, cuando nuestras oraciones son consecuencia de sus grandes propósitos.
Ponga su corazón en línea con el celo de Dios para que su nombre sea santificado, y entonces sus oraciones producirán grandes efectos. Que su primer motivo de oración, y el que determina todos los demás motivos, sea que el nombre de Dios sea santificado, y entonces sus oraciones estarán conectadas al poder del celo de Dios.