¡Oh Señor, danos hijos de la promesa, no hijos de la carne!
Romanos 9:8 (LBLA)
Esto es, no son los hijos de la carne los que son hijos de Dios, sino que los hijos de la promesa son considerados como descendientes.
Este es el comentario de Pablo sobre la historia del nacimiento de Ismael e Isaac (Génesis 16, 17:15-21, 18:9-15, 21:1-7). Toda esta historia me llena del deseo de no construir una iglesia “exitosa” con Ismaeles multiplicados.
Esto es lo que quiero decir. Dios prometió a Abraham “un hijo tuyo será el que te heredará” (15:4). Como las estrellas “así será tu descendencia” (15:5). Pero Sara, su esposa, era estéril (11:30). “No le había dado a luz hijo alguno” (16:1).
Imagina a Abraham como un pastor. El Señor dice: “Yo te bendeciré y haré prosperar tu ministerio”. Pero después de un tiempo hay poco fruto. La iglesia es estéril y no tiene hijos.
¿Qué hace Abraham? Comienza a desesperarse por la intervención sobrenatural. Se está haciendo viejo. Su esposa permanece estéril. De modo que decide traer el hijo prometido de Dios sin la intervención sobrenatural. Tiene relaciones sexuales con Agar, la sierva de su esposa (16:4). Sin embargo, el resultado no es un “hijo de la promesa”, sino un “hijo de la carne”, Ismael.
Dios sorprende a Abraham diciendo: “Te daré un hijo por medio de ella” (17:16). Así que Abraham exclama a Dios: “Ojalá que Ismael viva delante de ti” (17:18). Él quiere que la obra de su propia carne sea el cumplimiento de la promesa de Dios. Pero Dios dice: “No, sino que Sara, tu mujer, te dará un hijo” (17:19).
Pero Sara tiene ahora 90 años. Ha sido estéril toda su vida, y ya no menstrua (18:11). Abraham tiene 100 años. Dios ha postergado la promesa por tanto tiempo que ahora es humanamente imposible. La única esperanza para un hijo de la promesa es la intervención sobrenatural.
Eso es lo que significa ser un “hijo de la promesa” —que han de nacer “no de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios” (Juan 1:13). Los únicos hijos que cuentan como hijos de Dios en este mundo son los hijos sobrenaturalmente engendrados de la promesa. Ese es el punto de este texto del Antiguo Testamento. En Gálatas 4:28 Pablo dice: “Y vosotros hermanos [cristianos], como Isaac, sois hijos de la promesa”. Ustedes “han nacido según el Espíritu, no según la carne” (4:29).
Piensa en Abraham como pastor otra vez. Su iglesia no está creciendo de la manera que él cree que Dios prometió. Está cansado de esperar una intervención sobrenatural. ¿Qué hace? Él se va a la “Agar” de simples esfuerzos humanos y decide que puede “atraer a la gente” sin la obra sobrenatural del Espíritu Santo.
Y puede. Sin embargo, no será una iglesia de Isaacs, sino de Ismaeles —hijos de la carne, no hijos de Dios. Que Dios nos guarde de este tipo de éxito. ¿Cómo lo hará? Moviéndonos a construir nuestro ministerio en torno a la oración (y el ayuno).
Perseverando hasta la intervención sobrenatural,
El Pastor John