No ames el sueño
La pereza no toma el control de nuestras vidas de la noche a la mañana. Toma unos centímetros cada día, cantando su canción dulce y familiar:
Un poco de dormir, un poco de dormitar,
un poco de cruzar las manos para descansar… (Proverbios 24:33, LBLA)
Fíjate cómo entra poco a poco sin ser detectada. ¿Qué tiene de malo un poco de descanso extra? El siguiente versículo nos advierte:
…y llegará tu pobreza como ladrón,
Y tu necesidad como hombre armado. (Proverbios 24:34)
La pereza nos arrulla con la música de excusas tranquilizadoras, con todas las razones por las que realmente merecemos un par de horas más de sueño, televisión, Instagram o YouTube. Pero incluso un poco de descanso rebelde eventualmente puede dejarnos en ruinas. El escritor de Proverbios advierte sobre la pobreza física y la miseria, pero la sabiduría es manifiestamente espiritual y penetrante. Si esta realidad es cierta para la comida y el refugio, ¿cuánto más para tu alma?
Recompensa de la pereza
Cuando el hombre sabio se encuentra con la desgracia del perezoso, escribe: “Cuando lo vi, reflexioné sobre ello; miré, y recibí instrucción” (Proverbios 24:32). En vez de alejarse avergonzado o disgustado, miró aún más de cerca. Cruzó el campo en ruinas y entró en la viña devastada. Consideró cómo podría ser su propia vida si permitiera que la pereza se saliera con la suya.
Una forma de evitar las trampas de la pereza es mirar más de cerca sus trampas —examinar los espinos y las ortigas (Proverbios 24:31). La viña no solo había dejado de dar fruto, sino que ahora era incapaz de dar fruto. El suelo una vez fértil estaba cubierto de malezas. Antes de que algo bueno pudiera crecer ahí, todo tendría que morir.
El perezoso siempre razonó que él se encargaría de la viña el próximo año, pero una década o más había pasado mientras la comodidad lentamente arrasaba su jardín (y probablemente todo lo demás que poseía). Como Sansón, perdió todo mientras dormía profundamente (Jueces 16:19-20). El hombre nunca tuvo la intención de no cuidar el jardín. Pero ese era el problema, ¿verdad? Nunca tuvo mucha intención de nada. Simplemente siguió sus impulsos para dormir un poco más hasta que le quedó muy poco.
Lo poco que le quedaba no valía la pena cuidarlo. Los muros de piedra que construyó para proteger su viña ahora estaban hechos pedazos (Proverbios 24:31) —y a nadie parecía importarle. ¿Por qué trabajar en el muro cuando nadie querría lo que había dentro? Uno pensaría que por lo menos podría juntar un par de piedras para ocultar el desastre. Quizás mañana.
¿Qué se supone que debemos ver y sentir entre la maleza? Que la pereza sin control eventualmente enferma e incapacita una vida.
Cuatro oraciones por la viña
Las observaciones, aunque graves, no pretenden incitar a la depresión, sino a la inspiración. Están destinadas a hacernos maravillar del valor de la sabiduría. Los ojos de nuestro corazón son propensos a cerrarse. La vigilancia que necesitamos para guardar nuestros corazones es su propio don espiritual (Proverbios 4:23). Y una manera en que Dios nos despierta nuevamente es confrontándonos con las consecuencias de la negligencia.
¿A qué nos despierta? A cualquier cosa que amenace la viña.
Dios, despiértanos a los espinos que ahogarían nuestra fe.
Jesús advierte: “la semilla que cayó entre los espinos, éstos son los que han oído, y al continuar su camino son ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y su fruto no madura” (Lucas 8:14). Si cultivamos pereza, cosechamos inmadurez. Incluso los dones más dulces que Dios da —los placeres de la vida— pueden ser envenenados por nosotros. Por lo tanto, cultivamos y disfrutamos lo que nos trae más de Dios y desarraigamos cualquier cosa que apaga nuestro amor por Él.
Dios, haz las raíces de nuestra fe más profundas que nuestras pruebas.
De nuevo, Jesús dice: “[las semillas] sobre la roca son los que, cuando oyen, reciben la palabra con gozo; pero éstos no tienen raíz profunda; creen por algún tiempo, y en el momento de la tentación sucumben” (Lucas 8:13). Una manera en que falla una viña es cuando nunca ha empezado realmente. Las raíces nunca llegan lo suficientemente profundo como para sostener la vida. Si nuestras raíces son cortas, solo amamos a Jesús mientras la vida nos vaya bien. Cuando vienen las tormentas (y vendrán), nuestro barco se hunde, a menudo rápidamente. Por lo tanto, le pedimos a Dios que haga las raíces en Él más profundas y más fuertes que cualquier dolor o tentación.
Dios, frustra al ladrón y sus planes para arruinarnos.
Satanás vive para arruinar las viñas. Jesús dice: “[las semillas] a lo largo del camino son los que han oído, pero después viene el diablo y arrebata la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven” (Lucas 8:12). Imagina esto sucediendo en tu iglesia. La Palabra vuelve a esparcirse el domingo, pero el diablo corre de banca en banca, arrebatando semillas como si fueran billetes de 100 dólares. Estamos cultivando viñas en el frente de batalla, sembrando y regando semillas mientras vuelan las balas. Así que, mientras buscamos, servimos y dormimos, oramos en contra de nuestro verdadero y mayor enemigo.
Dios, danos la vigilancia para fructificar con paciencia.
Jesús termina Su parábola: “Pero la semilla en la tierra buena, éstos son los que han oído la palabra con corazón recto y bueno, y la retienen, y dan fruto con su perseverancia” (Lucas 8:15). Los fieles no tienen prisa, pero sí están enfocados. Saben que necesitan dormir, pero no viven para descansar. Retienen firmemente la Palabra con celo santo, meditan en ella día y noche, y sus vidas son una larga cosecha. Habiendo dejado la pereza, han encontrado la vida abundante.
Precioso y peligroso don
El sueño no es nuestro enemigo. El salmista escribe: “Es en vano que os levantéis de madrugada, que os acostéis tarde, que comáis el pan de afanosa labor, pues Él da a su amado aun mientras duerme” (Salmo 127:2). El descanso de los perezosos es en vano, pero también lo es la labor del adicto al trabajo. El descanso justo es un embajador del cielo. Cuando sale mal, es porque nosotros lo echamos a perder. Cuando se trata del pan de dolores, todos debemos vivir sin gluten y dormir libremente.
Pero la Biblia hace sonar otra alarma: “No ames el sueño, no sea que te empobrezcas; abre tus ojos y te saciarás de pan” (Proverbios 20:13). La sabiduría sabe cuándo dormir (Proverbios 3:24) y cuándo, en el amor a Dios y a los demás, renunciar al don por un bien mayor. Sin embargo, para que cualquiera de nosotros pueda dormir bien, el sueño no puede ser nuestro verdadero descanso. El rey David escribe: “En paz me acostaré y así también dormiré; porque sólo tú, Señor, me haces habitar seguro” (Salmo 4:8).
Dormir no hace crecer el jardín. Dios lo hace. Cuando recibimos el sueño de Él como un don, sin amarlo más que a Él, somos como el hombre bendecido en otra parábola: “se acuesta y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece; cómo, él no lo sabe” (Marcos 4:27). Plantamos y regamos, meditamos y oramos, amamos y servimos —con toda vigilancia— y luego Lo vemos dar el crecimiento.