Señor, eres hermoso
En cuanto a mí, en justicia contemplaré tu rostro; al despertar, me saciaré cuando contemple tu imagen. (Salmos 17:15)
Un día estaremos de pie frente a Jesús.
Si pudiéramos ver ya a través del desorden de nuestras vidas – si pudiéramos imaginar el día en el que todo esté dicho y hecho – es obvio que la misión constante en, debajo y más allá de cada detalle de nuestras vidas es complacerlo. ¿Qué piensa Él?
¿Qué dirá Él?
No sabemos las palabras exactas que nos dirá Jesús ese día, aun cuando la Biblia nos da algunas ideas (Mateo 25:23). Sin embargo, sea lo que sea, podemos estar seguros de que será glorioso y lleno de gracia. Escucharemos su voz. Será maravilloso.
Una pregunta más
¿Pero qué tal si invertimos la pregunta? En vez de pensar en lo que Jesús pueda decirnos, ¿qué le diremos nosotros a Jesús?
Cuando estemos en su presencia, repasemos nuestras vidas, recordemos nuestras penas, pérdidas y amores, bajo y altos, ¿qué es lo que le diremos mientras le miramos?
Cuando todas las preguntas sean respondidas . . . cuando los hilos de nuestras dudas y dificultades sean vistos como un tapiz terminado de su gracia sustentadora . . . cuando evaluemos todas nuestras decisiones, movimientos y pasos . . . cuando veamos, por primera vez, con ojos glorificados, el océano de su misericordia, ¿Qué diremos de Él? ¿Qué otra cosa podremos decir sino que Él es hermoso?
Oh Señor, eres hermoso.
Esas pudieran, o no, ser nuestras palabras exactas. Seguro son ciertas. Veremos su cara. Lo que significa que veremos su belleza – belleza entre todas las bellezas. Una belleza como nunca imaginamos, como nunca soñamos.
Una ambición santa, sencilla
Sabiendo eso, viviendo con la idea de ese día que está por venir, las oraciones de nuestro corazón se vuelven más sencillas. Después de todo, eso es lo que hace esta visión. Organiza. Nos recuerda lo que realmente importa. Nos hace desear, con la intensidad del cielo, que la palabra de Dios avance en todo el mundo. Un día lo veremos. Viviremos para siempre en su amor. Y queremos que otros vivan este gozo al que Él nos ha recibido.
Por lo tanto, oremos, “quiero tomar tu palabra y proyectarla por todas partes. Señor, ayúdame primero a vivirla. Y cuando lo haga bien, ayúdame a nunca buscar una corona, ya que mi recompensa es darte gloria”.
Esta es nuestra oración hoy, a la luz de ese día por venir. Ahora, mientras estamos aquí, solo queremos vivir para Él. Solo queremos que sea proclamada la buena noticia de su amor. Queremos que la gente escuche sobre su muerte y resurrección, cómo vino a salvar, cómo sí salva. Y queremos caminar todos los días en su espíritu, vivos a esta verdad, en arrepentimiento y humildad, siempre rindiéndonos a su liderazgo, siempre dándole gloria.