Señor, ayúdame a no desperdiciar mi vida
Ser diligente es un trabajo arduo, pero la diligencia no es sinónimo de trabajar duro. Sé por experiencia personal que uno puede levantarse temprano e irse a la cama tarde, gastar mucha energía y estar muy ocupado, y no ver la televisión o perderse en un atracón de redes sociales; y puede parecer que uno trabaja mucho en el día, y aún así no hacer mucho de lo que realmente importa.
La diligencia combina la voluntad de trabajar duro con un enfoque que discierne, un sentido de urgencia, un cuidado vigilante y una perseverancia fiel. Y uno de los llamados bíblicos más claros a la diligencia es la exhortación de Pablo:
Tened cuidado cómo andáis; no como insensatos, sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Así pues, no seáis necios, sino entended cuál es la voluntad del Señor (Efesios 5:15–17, LBLA)
Enfoque que discierne
Una persona diligente busca "entender cuál es la voluntad del Señor" (Efesios 5:17). Basándonos en el contexto, Pablo no se está refiriendo a la voluntad oculta de Dios (por ejemplo, acerca de si o con quién debemos casarnos). Se refiere principalmente a la voluntad revelada de Dios con respecto a pecados específicos que deben evitarse. Aprendemos a “examinar qué es lo que agrada al Señor” (Efesios 5:10).
Pero juzgando por la forma en que Pablo se enfrento a la vida, vivíendo como un "soldado" que evitaba los "negocios de la vida diaria" para "agradar al que lo reclutó" (2 Timoteo 2:4), con seguridad podemos asumir que Pablo afirmaría aplicar este principio a prioridades menores que, aunque no son inherentemente inmorales, nos distraen de nuestro enfoque. Tanto las distracciones pecaminosas como las innecesarias a menudo son difíciles de dejar de lado.
Mientras escribo esto, un problema en mi vida me está causando gran preocupación y ansiedad. Hay una mezcla de preocupación buena, que es similar a la de Pablo por las iglesias (2 Corintios 11:28), y de afán pecaminoso, el que Pablo instruyó a los filipenses que no debe permitirse (Filipenses 4:6–7). La diligencia requiere que yo discierna cuál es cuál y me encargue del pecado de manera apropiada. Pero también me obliga a discernir que la voluntad de Dios para mí en este instante es concentrarme en completar mi trabajo para hoy y dejar de lado temporalmente el problema exigente, que, si bien es importante, no es la prioridad en este momento.
En un sentido muy real, una persona diligente debe aprender a ser negligente. Hay miles de tentaciones que claman y exigen, y prioridades menores que alguien diligente debe descuidar estratégicamente. Esto requiere desarrollar la disciplina de un enfoque que discierne.
Sentido de urgencia
Una persona diligente "aprovecha bien el tiempo, porque los días son malos" (Efesios 5:16). Se da cuenta de que el tiempo es limitado. Nuevamente, el contexto nos dice que es probable que Pablo tenga en mente la santidad: no debemos perder nuestro tiempo en el pecado. El mejor uso del tiempo es llenarse con el Espíritu y llevar el fruto del Espíritu (Gálatas 5: 22–23) y no pecados disipadores como la embriaguez o la inmoralidad sexual (Efesios 5:3, 18).
Pero, una vez más, Pablo diría lo mismo acerca de los "negocios de la vida diaria". No hay tiempo suficiente para hacer todo lo que nos gustaría hacer. Incluso como soldados, no hay tiempo suficiente para hacer todas las cosas buenas y espiritualmente útiles que nos gustaría hacer. Pero hay tiempo suficiente para que hagamos lo que Dios nos da para hacer (2 Corintios 9:8).
Una persona diligente siente urgencia por el breve tiempo que tiene en la tierra y trata de usar sabiamente su breve cantidad de días en las pocas cosas que considera más importantes. (Salmo 90:12).
Cuidado vigilante
Una persona diligente también observa cuidadosamente cómo camina, "no como insensato sino como sabio" (Efesios 5:15). Este tipo de cuidado requiere una vigilancia cultivada. No es algo natural para la mayoría de nosotros.
La mayoría de nosotros tiene una inclinación natural a buscar lo fácil y sin esfuerzo, a caer en rutinas familiares de pensamiento y comportamiento. La mayoría de nosotros tenemos hábitos pecaminosos o defectuosos de respuestas emocionales a ciertas situaciones y dinámicas relacionales condicionadas en la infancia y la adolescencia. Es posible que apenas los notemos porque no estamos mirando cuidadosamente. La mayoría de nosotros no queremos emplear la energía mental, emocional y espiritual necesaria para cultivar un cuidado vigilante sobre cómo caminamos.
Lo cual significa que la mayoría de nosotros no somos sabios. Sé que no soy sabio por naturaleza. No tengo una inclinación natural a este tipo de vigilancia. Pero ahora tengo edad suficiente para darme cuenta de los beneficios reales a largo plazo de la vigilancia allí donde la he aplicado, así como las consecuencias donde no lo he hecho. Esto solo aumenta mi resolución de abandonar la insensatez del descuido y de mirar más detenidamente cómo camino.
Fiel perseverancia
Y, finalmente, las personas diligentes perseveran fielmente en cultivar y aplicar un enfoque de discernimiento, un sentido de urgencia y un cuidado vigilante sobre cómo viven. Esto no está explícito en el texto, pero seguramente está implícito, especialmente en la palabra "tiempo" (Efesios 5:16).
Los "días malos" describen la era en que vivimos. Cada uno de los días que vivimos como cristianos en la tierra, hasta que somos arrebatados por la muerte o cuando Jesús regrese, está lleno de batallas contra mal, lo cual Pablo deja claro en Efesios 6. Los peligros de caer en el pecado o entregarnos a “negocios de la vida diaria” no desaparecen. La exhortación de Pablo es una, la cual debemos aplicar "cada día, mientras todavía se dice: Hoy; no sea que alguno de [nosotros] sea endurecido por el engaño del pecado" (Hebreos 3:13).
Lo que sea necesario.
Toda diligencia supone trabajo duro. Pero la diligencia cristiana va más allá del trabajo arduo a una cultivación habilitada por el Espíritu de un enfoque que discierne, un sentido de urgencia, cuidado vigilante y perseverancia fiel. Y un cristiano sabe que sin la ayuda de Dios, perderemos y desperdiciaremos mucho nuestra vida con pecados y “negocios de la vida diaria”. Entonces, Oramos:
Cueste lo que cueste, Señor, aumenta mi resolución para hacer tu voluntad con toda diligencia.