Busquen la bondad del Señor

Cómo crecer por medio de lecturas bíblicas

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Founder & Teacher, Desiring God

En su palabra, Dios no para de revelar la Gloria de Cristo. Empieza al nacer de nuevo y luego y continúa revelando su gloria. Nuestra nueva vida comienza con un milagro – y continúa con un milagro.

El milagro constante que Dios obra a través de su Espíritu es que nos parezcamos cada vez más a aquel que admiramos y disfrutamos – Cristo. El apóstol Pablo escribe;

Pero nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu. (2 Corintios 3:18, LBLA)

Las palabras “contemplando” y “siendo transformados” están en tiempo presente, lo cual implica una acción continua, no una sola vez, sino constante. “Contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados”. Esto es lo que hace Dios diariamente cuando lo buscamos en su palabra. Es lo que hace cada semana al predicar su palabra en congregación. Y es lo que (oro para que así sea) está haciendo ahora mientras lees.

Cuidado con las estrategias de crecimiento

Muchos cristianos, especialmente los nuevos, desean un método de discipulado que los haga cambiar rápidamente con tan solo seguir unos pasos claros y realizables. Te sugiero que no busques mucho ese método “infalible.” Este tipo de estrategia para crecer y cambiar por lo general lleva a la desilusión y en ocasiones causa una crisis de fe - ¿por qué no está funcionando en mí?

La manera en que Dios enfoca el crecimiento se parece más al riego de una planta o a la alimentación de un bebé, que a construir una pared ladrillo por ladrillo con el manual en la mano. Cuando construyes una pared de esta forma, puedes ver cada ladrillo que colocas y medir el progreso. Sostenemos el ladrillo, colocamos el cemento. ¡Listo! ¡Crecimiento! Pero el crecimiento Cristiano no es así. Es más natural, lo controlamos menos y tiende a ser más lento.

Cuidado con las estrategias que te dan el control y prometen más de lo que pueden cumplir.

Anhelen la leche pura

Imagina esta descripción de 1 Pedro 2:2-3: “Desead como niños recién nacidos, la leche pura de la palabra, para que por ella crezcáis para salvación, si es que habéis probado la benignidad del Señor”. La imagen es de un bebé en crecimiento. ¿Puedes ver el crecimiento de un bebé al final del día? No. ¿Al final de la semana? Realmente no. ¿Después de un año? ¡Si! ¿Controlaste el crecimiento sumando pulgadas y libras? No. Alimentaste al bebé. Lo protegiste del mal. Y Dios lo hizo crecer.

Pedro nos dice “desead la leche pura de la palabra” como un bebé desea comida cuando tiene hambre. En otras palabras ¡tienes que desearla de verdad! ¡Pedirla! No puedes quedarte callado hasta que la tengas. ¿Qué es la leche pura? Te doy dos pistas. Primero, Pedro describe el nacimiento de un bebé cristiano en 1 Pedro 1:22-25. Dice: “habéis nacido de nuevo… mediante la palabra de Dios que vive y permanece…Y esta es la palabra que os fue predicada”. El dar vida significa que Dios crea un nuevo ser en Cristo, y la manera de lograr ese nacimiento es la palabra de Dios, especialmente la dulzura del evangelio.

Por lo tanto, cuando dice más adelante que este cristiano debe desear la leche de la palabra para crecer, es lógico pensar que se sigue refiriendo a la palabra que le dio vida.

Cómo leer la biblia

La segunda pista que indica que Pedro está pensando en la palabra de Dios cuando habla de la leche, se ve en el siguiente verso (1 Pedro 2:3): “si es que habéis probado la benignidad del Señor”. La palara “probar” nos dice que Pedro sigue pensando en el deseo por beber. Y aquí, el sabor de la bebida expresa "la benignidad del Señor". La leche que deseamos para nuestro crecimiento son la bondad y la generosidad del Señor reveladas en su palabra. Dicho de otra manera, hay que leer la palabra con un propósito específico de saborear la bondad del Señor mientras leemos.

Pedro dice que la consecuencia de alimentarse constantemente de la leche espiritual de la bondad de Dios en su palabra será crecer “para salvación”. Nuestro crecimiento se dirige hacia la cima de nuestra transformación total cuando Cristo vuelva. En el proceso habrá un crecimiento real, gradual y a veces lento.

Este crecimiento es un milagro, y no podemos controlarlo completamente. Ciertamente no hemos de permanecer pasivos. Pero el crecimiento espiritual decisivo depende de Dios.

Dios da el crecimiento

Jesús contó una parábola para enfatizar la obra divina del crecimiento:

“Decía también: El reino de Dios es como un hombre que echa semilla en la tierra, y se acuesta y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece; cómo, él no lo sabe. La tierra produce fruto por sí misma; primero la hoja, luego la espiga, y después el grano maduro en la espiga. Y cuando el fruto lo permite, él enseguida mete la hoz, porque ha llegado el tiempo de la siega” (Marcos 4:26–29)

Esta parábola se refiere al reino de Dios en el mundo, pero la idea fundamental puede aplicarse a cómo el reino de Dios produce el crecimiento del creyente. La idea de la parábola es que, aun cuando sembramos la semilla (así como bebemos la leche de la bondad de Dios en su palabra), y surgen la hoja y el grano maduro, no sabemos cómo sucede. No está bajo nuestro control. Dios da el crecimiento.

O como dijo Pablo al hablar del crecimiento de la fe entre los corintios: “Yo planté, Apolos regó, pero Dios ha dado el crecimiento. Así que ni el que planta ni el que riega es algo, sino Dios que da el crecimiento” (1 Corintios 3:6-7).