El lamento nos ayuda a aferrarnos a Él
¿Qué debemos hacer cuando el dolor nos asfixia y la oscuridad es nuestro amigo más cercano?
Durante años, pensé que la mejor respuesta era aceptar alegremente. Debido a que Dios usa todo para nuestro bien y Su gloria, sentí que la actitud que más honor daba a Dios era la de estar gozosa todo el tiempo; incluso cuando estaba confundida y enojada o cuando mi corazón se estaba rompiendo. Y especialmente, cuando estaba rodeada de personas que no conocían a Cristo.
Pero desde entonces he aprendido la belleza del lamento en mi sufrimiento. El lamento resalta más el evangelio de lo que jamás podría hacerlo el estoicismo. El sonido de nuestro lamento que honra a Dios, puede atraer a otros a Él de maneras inesperadas. Noté el poder del lamento por primera vez en el libro de Rut.
La confianza de Noemí en Dios
Durante mucho tiempo había visto a Rut como la heroína indiscutible del libro que lleva su nombre; y a Noemí como el personaje quejumbroso con fe débil y actitud negativa. Pero ahora habiendo caminado por mí misma en zapatos similares solo por una fracción de su viaje, tengo un nuevo respeto por la profunda confianza de Noemí en Dios. Rut fue un testigo ocular de la fe de Noemí. Ella vio que su fe se mantenía firme, incluso en circunstancias horribles. Y detrás de la fe de Noemí, ella vio al Dios que escuchó el lamento de Noemí y no la condenó por ello, incluso cuando ella habló sinceramente acerca de su decepción para con Dios.
Lamentarse delante de un dios pudo haber sido extraño para Rut. El dios principal de Rut, el dios de Moab, era Quemos; nadie se hubiera atrevido a lamentarse o quejarse delante de él. Los dioses paganos debían ser aplacados; no había relación personal con ninguno de ellos, especialmente no con Quemos, quien demandaba el sacrificio de niños.
Pero Rut ve a un Dios completamente diferente mientras observa a Noemí. Noemí confía lo suficiente en Dios para decirle cómo se siente. Aunque ella dice: “la mano del Señor se ha levantado contra mí” (Rut 1:13), Noemí no se aleja de Dios con ira. Ella permanece cerca de Él y continúa usando el nombre del pacto de Dios, Yahweh, pidiendo a Él bendición para su nuera. Noemí no deja de orar, ella cree que Dios escucha sus oraciones.
La confianza de Noemí se evidencia aún más por su determinación de viajar sola a Belén. Si ella hubiese sentido que Dios verdaderamente la había abandonado, nunca hubiera iniciado ese viaje. Hubiera permanecido en cama, hubiera puesto las cobijas sobre su cabeza y hubiera muerto en Moab con amargura y enojo contra Dios. Pero no hizo eso. Ella actuó en fe, confiando en que Dios proveería para ella.
La confianza de Noemí es extraordinaria considerando las tragedias que había soportado. Ella y su esposo dejaron Israel para ir a Moab con sus dos hijos en búsqueda de alimento. Mientras estaban allí, sus hijos y esposo murieron, quedando sola, viuda. Una madre afligida, extranjera y sin medios para sostenerse.
Entiendo por qué Noemí sentía que la mano del Señor estaba en su contra. En mi propio dolor he clamado a Dios diciendo: “¿Por qué me odias?” He revisado mi vida, preguntándome por qué Dios se ha vuelto en mi contra.
La honestidad de Noemí con Dios
Pero para mi pesar, siempre he mantenido mi dolor de manera muy personal. He vacilado en expresar mi enojo y mis temores, preocupada por lo que otros podrían pensar. El lamento puede ser un desastre y quiero que mi vida parezca ordenada. Y tontamente pienso que mis oraciones blanqueadas hacen que Dios se vea mejor.
Noemí es dolorosamente honesta. Cuando regresa a su ciudad natal, no pretende aparentar que todo está bien. Ella no encierra su dolor en un armario y cierra la puerta. Más bien, invita a otros a mirar en las esquinas más oscuras de su amargura y frustración. Afirma que Dios la ha tratado amargamente y que ha traído calamidad sobre ella. Admite que está vacía.
Sus palabras podrían haber hecho que la gente del pueblo se sintiera incómoda. Los lamentos con frecuencia lo hacen. Pero su humildad y honestidad también habrían atraído a la gente hacia ella. Ellos podrían lamentarse con ella. Y ellos de igual modo podrían lamentar sus propias pérdidas, sin temor a la desaprobación de Dios ni el juicio de los demás.
Las palabras de Noemí son crudas, pero ella habla sinceramente acerca de Dios. Ella reconoce que Él está en control de todas las cosas y que en última instancia, todo proviene de Él. Su teología está centrada en Dios y le da honor a Dios. Subyacente al lamento de Noemí, está una profunda confianza y entendimiento de Dios. Ella no está resentida con Dios y no se ha alejado de Él. Todo lo contrario, Noemí se dirige a Dios con honestidad. Ha regresado a Belén, al pueblo de Dios y de manera realista les da a conocer lo que ha sucedido con ella.
El lamento glorifica a Dios
Es en medio del dolor y el lamento de Noemí que Rut llega a conocer a Dios. Rut renuncia a todo para seguir a Noemí y a su Dios, el Dios que ella ha venido a conocer personalmente como Yahweh. Ella ve Su fidelidad a través de Noemí, una mujer que ha experimentado una tragedia indescriptible, aun así, continúa siguiendo a Dios, hablando con Él honesta y genuinamente. Este es un Dios digno de adoración.
Nuestra autenticidad atrae a otros a Dios, ya que les permite ser honestos también. Dios recibe nuestro lamento para ayudarnos a aferrarnos a Él. Él sabe que nuestra tendencia es fingir que todo está bien (mientras nos asfixiamos por dentro) o alejarnos de Dios creyendo que no le importamos.
El lamento nos mantiene comprometidos con Dios. Cuando nos lamentamos, invitamos a Dios a nuestro dolor, para que podamos conocer Su consuelo y para que otros puedan ver que nuestra fe es real. Nuestra fe no es una fachada que construimos para convencernos a nosotros mismos u otros de que el dolor no lastima. Por el contrario, es un roble que puede resistir las tormentas de duda y dolor en nuestras vidas y crece más fuerte a través de ellas.
El lamento piadoso no aleja a las personas del evangelio, sino que las atrae a nuestro Señor; fortalece en lugar de destruir la fe de otros. Cuando vivimos genuinamente, de forma natural guiamos a otros a la gracia de Dios. El dolor y la amargura de Noemí pudieron haber apartado a Rut de Dios, mientras Rut veía a Noemí luchar con la bondad de Dios. Pero en lugar de esto, Rut vio que la esperanza de Noemí, (incluso a través una pérdida catastrófica) estaba en un Dios soberano que era lo suficientemente amoroso para escuchar y responder a su lamento.
Y podemos ver que Dios escuchó el lamento de Noemí y le respondió. Él le dio a Rut, le dio a Booz, le dio un nieto, Obed, quien estaba en el linaje de Cristo. Y se dio Él mismo, pues era lo que su corazón más necesitaba.
Como Jesús nos prometió: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados” (Mateo 5:4).