Gozo sin restricciones
Yo les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer, para que el amor con que me amaste esté con ellos y yo en ellos. (Juan 17:26)
Imaginen que son capaces de disfrutar de lo más placentero, con energía y pasión, sin restricciones y para siempre. Esa no es nuestra experiencia hoy día. Hay tres obstáculos que se interponen entre nosotros y nuestra satisfacción completa en este mundo.
El primero es que no hay nada que tenga un valor intrínseco tan grande que pueda cumplir los anhelos más profundos de nuestro corazón.
El segundo es que carecemos de las fuerzas para gozar de los mejores tesoros a su máxima expresión.
El tercer obstáculo para nuestra satisfacción completa es que nuestros deleites aquí tienen un final. Nada permanece. Pero si las palabras de Jesús en Juan 17:26 se vuelven realidad, entonces todo esto cambiará.
Si el deleite de Dios en el Hijo se vuelve nuestro deleite, entonces el objeto de nuestro deleite, Jesús, será de un valor intrínseco inagotable para nosotros. Jamás se tornará aburrido, ni decepcionante, ni frustrante.
No es posible concebir un tesoro más grande que el mismo Hijo de Dios.
Más aún, nuestra capacidad de gustar de tal tesoro inagotable no se verá limitada por nuestras debilidades humanas. Nos regocijaremos en el Hijo de Dios por medio del deleite mismo de su Padre.
El deleite de Dios en su Hijo estará en nosotros y será nuestro deleite. Y nunca llegará a su fin, porque ni el Padre ni el Hijo tienen fin.
El amor del uno por el otro se convertirá en nuestro amor por ellos y, por lo tanto, nuestro amor por ellos jamás se acabará.