¿En algún momento es correcto enojarse con Dios?
Hace poco me enteré de que cuando una persona usa las palabras "¿Es correcto enojarse con Dios?" podría estar formulando una pregunta muy diferente. Podría preguntar: "¿Es correcto expresar enojo contra Dios?". No se trata de la misma pregunta y la respuesta no siempre es la misma.
La pregunta suele surgir en momentos de gran sufrimiento y pérdida. La enfermedad amenaza con deshacer todos nuestros sueños. La muerte se lleva a un niño amado de la familia. El abandono totalmente inesperado y el divorcio sacuden los cimientos de nuestro mundo. En esos momentos la gente puede llegar a enojarse mucho, incluso con Dios.
¿Es correcto? Para responder a esta pregunta podríamos, tal vez, preguntar a la persona enojada: "¿Es correcto siempre enojarse con Dios?". En otras palabras, ¿puede una persona enojarse con Dios por todo motivo y aun así estar en lo cierto? ¿Fue correcto, por ejemplo, que Jonás se enojara con la misericordia de Dios sobre Nínive? "Entonces se arrepintió Dios del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo... Pero esto desagradó a Jonás en gran manera, y se enojó" (Jonás 3:10; 4:1). Supongo que la respuesta sería: "No, no debemos enojarnos con Dios por cualquier motivo".
Pero entonces nos preguntaríamos: "¿Con cuáles actos de Dios es correcto enojarse y con cuáles no?". Ahora bien, esto es más difícil de responder. La verdad comienza a acorralar al corazón enojado.
¿Qué pasa con las cosas que nos desagradan? ¿Son estas las acciones de Dios con las cuales es bueno enojarse? ¿Son las acciones de Dios las que nos hacen daño? "Yo hago morir y hago vivir. Yo hiero y yo sano, y no hay quien pueda librar de mi mano" (Deuteronomio 32:39). ¿Son estas las acciones que justifican nuestro enojo contra Dios? ¿O es su elección de permitir que el diablo nos hostigue y nos torture? "Y el SEÑOR dijo a Satanás: He aquí, él está en tu mano; pero guarda su vida. Satanás salió de la presencia del SEÑOR, e hirió a Job con llagas malignas desde la planta del pie hasta la coronilla" (Job 2:6-7). ¿La decisión de Dios de permitir que Satanás nos hiera a nosotros y a nuestros hijos justifica nuestro enojo contra Él?
Veámoslo desde el otro punto de vista. ¿Qué es el enojo? La definición común es: "Movimiento del ánimo que suscita ira contra alguien" (Real Academia Española), pero se puede decir que también podría suscitar ira contra algo. Una cosa o una persona pueden suscitar ira. La ira contra una cosa no contiene indignación ante una elección o una acción. Simplemente no nos gusta el efecto de la cosa: un embrague roto, un grano de arena que acaba de entrar en nuestro ojo o un chaparrón en nuestro día de campo. Pero cuando nos enojamos con una persona, lo que nos suscita ira es la elección que hizo y la acción que realizó. El enojo con una persona siempre implica una fuerte desaprobación. Si nos enojamos con alguien, creemos que esa persona hizo algo que no debió haber hecho.
Este es el motivo por el cual nunca es correcto enojarse con Dios. Está mal —siempre está mal— estar en contra de Dios por lo que hace y permite. "El Juez de toda la tierra, ¿no hará justicia?" (Génesis 18:25). Es arrogante que criaturas finitas y pecadoras estén en contra de Dios por lo que hace y permite. Podemos llorar por el dolor, podemos enojarnos con el pecado y Satanás, pero Dios hace solo lo que es correcto. "Sí, oh Señor Dios Todopoderoso, verdaderos y justos son tus juicios" (Apocalipsis 16:7).
Sin embargo, muchos de los que dicen que es correcto enojarse con Dios realmente quieren decir que es correcto expresar enojo contra Dios. Cuando me escuchan decir que está mal enojarse con Dios, piensan que quiero decir "hay que guardarse los sentimientos y ser hipócrita". Eso no es lo que quiero decir; lo que quiero decir es que siempre está mal estar en contra de Dios por cualquiera de sus juicios.
Pero si experimentamos el sentimiento pecaminoso de la ira contra Dios, ¿entonces qué? ¿Vamos a sumar el pecado de la hipocresía al pecado de la ira? No. Si la sentimos, debemos confesarla a Dios. Él lo sabe de todos modos. Él ve nuestros corazones. Si el enojo contra Dios está en nuestro corazón, también podemos decírselo, y luego podemos decirle que nos arrepentimos y pedirle que nos ayude a dejarlo de lado mediante la fe en su bondad y sabiduría.
Cuando Jesús murió en la cruz por nuestros pecados, quitó para siempre la ira de Dios de nuestras vidas. La disposición de Dios hacia nosotros ahora es totalmente de misericordia, aun cuando es severa y disciplinaria (Romanos 8:1). Por lo tanto, los que están en Cristo deben alejarse absolutamente del terrible espectro del enojo contra Dios. Podemos llorar, en agonía: "Dios mío, Dios mío, ¿dónde estás?", pero luego diremos: "En tu mano encomiendo mi espíritu".
Humildemente bajo la poderosa y misericordiosa Mano,
El Pastor John
Citas bíblicas tomadas de LBLA.