La ignorancia garantiza la impiedad
Pues su divino poder nos ha concedido todo cuanto concierne a la vida y a la piedad, mediante el verdadero conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia. (2 Pedro 1:3)
Estoy maravillado del poder que la Biblia otorga al conocimiento.
Consideremos 2 Pedro 1:3: «su divino poder [de Dios] nos ha concedido todo cuanto concierne a la vida y a la piedad, mediante el verdadero conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia».
Literalmente, todo el poder disponible de Dios para vivir y ser piadosos viene a través del conocimiento. ¡Increíble! ¡Qué gran valor deberíamos darle a la doctrina y a la instrucción de las Escrituras! La vida y a la piedad están en juego.
No es que el saber garantice una vida piadosa. No lo hace; pero parece ser que la ignorancia garantiza la impiedad, porque Pedro dice que el poder divino que lleva a la piedad es otorgado a través del conocimiento de Dios.
He aquí tres implicancias, una advertencia y una promesa:
1. ¡Leamos, leamos, y leamos! Pero cuidado con perder el tiempo con doctrinas espumosas. Leamos libros ricos en doctrina acerca de «aquel que nos llamó para su gloria y excelencia».
2. ¡Meditemos y meditemos! Vayamos más despacio. Tomemos el tiempo para pensar en la Biblia. Hagamos preguntas. Escribamos un diario. Permitamos ser turbados humildemente por cosas confusas. Las percepciones más profundas vienen al tratar de ver la raíz que une las dos ramas aparentemente antagónicas.
3. Discutamos y discutamos. Seamos parte de un grupo pequeño al que le importe mucho la verdad. Que no sea un grupo al que simplemente le guste hablar y plantear problemas, sino un grupo que crea que hay respuestas bíblicas a problemas bíblicos.
Una advertencia: «Mi pueblo es destruido por falta de conocimiento» (Oseas 4:6). «Tienen celo de Dios, pero no conforme a un pleno conocimiento» (Romanos 10:2).
Una promesa: «Y ninguno de ellos enseñará a su conciudadano ni ninguno a su hermano, diciendo: “Conoce al Señor”, porque todos me conocerán,
desde el menor hasta el mayor de ellos. Pues tendré misericordia de sus iniquidades, y nunca más me acordaré de sus pecados» (Hebreos 8:11-12).