Cómo responder a los espantosos dichos de Jesús
Cartas de Cambridge #1
Una de las cosas que estoy haciendo en esta etapa en mi sabático aquí en Cambridge, Inglaterra, es leer a través de los cuatro Evangelios y recolectar todas las instrucciones explícitas e implícitas de Jesús dentro de varias categorías. Soy impulsado a esta iniciativa por Mateo 28:18-20. Jesús dijo, “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones . . . enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.” Así que es importante que seamos capaces de hacer eso. Deberíamos enseñar y obedecer “todo lo que nos ha mandado” porque él tiene “toda autoridad” en el universo. Nadie más tiene el derecho, la sabiduría, o el amor para decirnos como vivir. Solamente Jesús tiene esa autoridad.
Pero cuando se lee a través de los evangelios se encuentran algunas cosas espantosas. Si no las sientes como espantosas, no estás despierto. Creo que están calculadas para despertarnos de nuestro amansamiento de Cristo y su libro. Esta me agarró porque se relaciona directamente al tema de la autoridad de Jesús. Al principio de la parábola de las diez minas (o diez libras) en Lucas 19:14, Jesús describe la relación de los ciudadanos con el hombre noble así: “Sus ciudadanos lo odiaban, y enviaron una delegación tras él, diciendo: “No queremos que éste reine sobre nosotros.” Luego al final de la parábola Jesús dice en Lucas 19:27, “Pero a estos mis enemigos, que no querían que reinara sobre ellos, traedlos acá y matadlos delante de mí."
Esto es espantoso. Jesús dice que la gente que no quiere su autoridad absoluta sobre ellos, serán matados delante de sus ojos. ¿Qué deberían hacer nuestros corazones y mentes con esta forma de hablar en la boca y en el corazón de nuestro Señor?
1) Primero, vemos lo que realmente hay ahí: un lenguaje espantoso acerca de la condición y del destino de cierta gente. Ellos son enemigos. No quieren la autoridad de Jesús en sus vidas. Ellos serán matados. Jesús no hará que se haga esto en un lugar privado, sino delante de sus ojos.
2) Nos doblegamos ante el juicio del Señor y consideramos su manera de ser como sabio, justo y aun amoroso para aquellos que tiemblan con su palabra y se arrepienten.
3) Nos estremecemos con el futuro terrible que le espera a tanta gente.
4) Nos ponemos a considerar cuán atroz rebelión moral y espiritual es contra Jesús — de otra forma, el que nos maten por ello, sería una reacción exagerada e injusta.
5) Nos sentimos vulnerables conociendo los restos de rebelión en nuestros propios corazones.
6) Volamos de la ira del Cordero (Apocalipsis 6:16) hasta la cruz donde él ha hecho un escape de su propia ira (“Jesús, quién nos libra de la ira venidera,” 1 de Tesalonicenses 1:10).
7) Sentimos la asombrosa, humilladora e increíble verdad de que nuestro escape de la tortura que viene de Cristo hasta el éxtasis que disfrutaremos con Cristo es por gracia solamente y no por nuestra rectitud (Como dijo Jesús, “cuando hayáis hecho todo lo que se os ha ordenado, decid: 'Siervos inútiles somos; hemos hecho sólo lo que debíamos haber hecho'." Lucas 17:10)
8) Nos remuerde la conciencia de que hay muy a menudo un contentamiento de justicia propia hacia la gente rebelde, que crece en nuestros corazones — y añadimos ese pecado a todo lo demás que nos hace buenos candidatos para que nos maten junto con los rebeldes.
9) Nos arrepentimos de nuestra propia rebelión y sus tantas formas sutiles, y encontramos, por gracia, un amor por la gente rebelde que crece en nuestros corazones de forma que, a diferencia del hijo mayor en la parábola del Hijo Pródigo, realmente sería nuestro gozo si uno de estos rebeldes contra la autoridad de Jesús fuera salvo y se uniera a la celebración de gracia — como Saddam Hussein, por ejemplo.
10) Somos movidos, en todas nuestras imperfecciones, como pecadores perdonados, a movernos dentro de las vidas de los rebeldes y advertirles de su condición, y a rencomendarles el trabajo de Cristo, y a soportar su burla, si por alguna forma talvez salvemos a algunos.
Esto no es sencillo, y no es fácil. Y yo no aseguro que lo hago bien. Pero es como me esfuerzo para responder a las cosas espantosas en la Biblia.
Anhelando ser formado por la Escritura, y no por el mundo,
Pastor John