Cómo orar por el alma - la tuya o la de otro
Para la gente atenta, el cómo ellos oran por el alma se rige por la forma en que creen que Dios actúa. Por ejemplo, si creen que Dios cambia las almas de las personas para que tomen decisiones nuevas y correctas, entonces le pedirán a Dios que haga esos cambios en el alma a través del evangelismo y el cuidado. Pero no todos están atentos a la forma en que oran. No piensan en la visión de Dios que está detrás de su oración.
Así que lo que sugiero es que primero aprendamos a orar por el alma de la manera en que la Biblia lo hace. Si hacemos eso, nuestras oraciones probablemente serán buenas, y en el proceso también aprenderemos acerca de cómo actúa Dios. Esta es la manera en que yo oro por mi alma. Utilizo estas oraciones una y otra vez —para mí, mis hijos, mi esposa, el personal, los ancianos y para toda la iglesia. Este es el plato fuerte de mi vida de oración.
1. Lo primero que necesita mi alma es una inclinación hacia Dios y a Su Palabra. Sin eso, nada más de valor sucederá en mi vida. Debo querer conocer a Dios, leer Su Palabra y acercarme a Él. ¿De dónde viene ese “querer”? Viene de Dios. Por eso el Salmo 119:36 nos enseña a orar: “Inclina mi corazón a tus testimonios, y no a la ganancia deshonesta”.
2. Luego necesito que sean abiertos los ojos de mi corazón, para que cuando mi inclinación me lleve a la Palabra, vea lo que realmente está ahí y no sólo mis propias ideas. ¿Quién abre los ojos del corazón? Dios lo hace. De esa forma el Salmo 119:18 nos enseña a orar: “Abre mis ojos, para que vea las maravillas de tu ley”.
3. Entonces necesito que mi corazón sea alumbrado con estas “maravillas”. Necesito percibir la gloria en ellas y no sólo hechos interesantes. ¿Quién alumbra el corazón? Dios lo hace. Por eso Efesios 1:18 nos enseña a orar: “que los ojos de vuestro corazón sean iluminados”.
4. Luego me preocupa que mi corazón esté fragmentado y que partes de él puedan estar en la oscuridad mientras que otras estén iluminadas. Así que anhelo que mi corazón esté unido a Dios. ¿De dónde viene esa plenitud y unidad? De Dios. Por eso el Salmo 86:11 nos enseña a orar: “Oh Señor, andaré en tu verdad; unifica mi corazón para que tema tu nombre”.
5. Lo que realmente quiero de toda este contacto con la Palabra de Dios y la obra de Su Espíritu en respuesta a mis oraciones, es que mi corazón sea saciado con Dios y no con el mundo. ¿De dónde viene esa saciedad? Viene de Dios. Por eso el Salmo 90:14 nos enseña a orar: “Sácianos por la mañana con tu misericordia, y cantaremos con gozo y nos alegraremos todos nuestros días”.
6. Pero no sólo quiero ser feliz con Dios en mi propio pequeño mundo privado. Quiero que mi felicidad sea lo más completa posible para que se difunda y expanda a otros. Quiero ser fuerte en el gozo. Esto me hará resistente frente a las amenazas o la adversidad. ¿De dónde viene esa fuerza y resistencia? Viene de Dios. Por esto Efesios 3:16 nos enseña a orar: “Que [Dios] os conceda, conforme a las riquezas de su gloria, ser fortalecidos con poder por su Espíritu en el hombre interior”.
7. Finalmente, quiero que mi fuerza en Cristo produzca buenas obras para los demás, para que la gloria de Dios sea vista en mi vida. ¿Quién produce estas buenas obras? Dios lo hace. Por eso Colosenses 1:10 nos enseña a orar: “para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, dando fruto en toda buena obra y creciendo en el conocimiento de Dios”.
Todo esto lo pido “en el nombre de Jesús,” porque Dios da estas cosas a mi alma sólo porque Jesús murió por mí y quitó la ira de Dios para que el Padre “[libremente] nos conceda también con Él todas las cosas” (Romanos 8:32).
Aprendiendo a orar y aprendiendo cómo actúa Dios,
El Pastor John