Como los Muertos Batallan con el Pecado
Talladas en la corteza de cada árbol en el jardín de Dios aparecen las palabras: “Si muere, lleva mucho fruto” (Juan 12:24). Tres palabras están marcadas en la carne de todo Cristiano: “TU ... HAS ... MUERTO” (Col. 3:3). Y la confesión sincera de todo creyente es, “Estoy crucificado con Cristo” (Gál. 2:20).
¿Pero qué significa esto? ¿Quién muere cuando me convierto en Cristiano? Respuesta: mi “carne” muere. “los que son de Cristo Jesús han crucificado LA CARNE” (Gál. 5:24).
¿Pero qué significa “carne?” No mi piel. No mi cuerpo. Esto puede ser un instrumento de justicia (Rom. 6:13). Las “obras de la carne” son cosas como la idolatría y la rivalidad, y la ira y la envidia (Gál. 5:20f.) —actitudes, no únicamente actos inmorales del cuerpo.
Cómo la Biblia define "carne"
Lo que más se asemeja a una definición bíblica de la carne se encuentra en Romanos 8:7-8 (LBLA), "La mente puesta en la carne es enemiga de Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, pues ni siquiera puede hacerlo, y los que están en la carne no pueden agradar a Dios".
Por lo tanto la carne es el viejo “yo” que se rebelaba contra Dios. En la carne yo era hostil e insubordinado. Odiaba la idea de admitir que estaba enfermo de pecado. Desafiaba la idea de que mi necesidad más importante era un Buen Médico que me curara. En la carne confiaba en mi sabiduría no en la sabiduría de Dios. Por lo tanto nada de lo que hacia en la carne podía satisfacer a Dios, “porque sin la fe es imposible agradar a Dios” (Heb. 11:6). Y la carne no hace nada desde la fe.
Entonces “la carne” es el viejo yo autosuficiente y sin fe. Esto es lo que murió cuando Dios me salvó. Dios cerró las arterias de mi viejo corazón de piedra incrédulo. Y cuando murió, Él lo sacó y me dio un nuevo corazón (Ezequiel 36:26).
¿Cuál es la diferencia entre este corazón que vive -y el viejo que murió?- La respuesta se encuentra en Gálatas 2:20. Que dice así: “ Con Cristo he sido crucificado . . . y la vida que ahora vivo . . . LA VIVO POR FE en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. El viejo corazón que murió creía en sí mismo, el nuevo corazón confía en Cristo todos los días.
Lucha contra el pecado confiando en Jesús
Esta es la respuesta a nuestra primera pregunta: ¿Cómo batallan los muertos con el pecado? Ellos batallan el pecado confiando en el Hijo de Dios. Están muertos a la mentira de Satanás, que dice así: “Serás más feliz si confías en tus propias ideas de cómo ser feliz en vez de confiar en los consejos y las promesas de Cristo”. Hay cristianos que han sucumbido a ese engaño. Entonces, la forma de luchar contra Satanás es confiando en que los caminos y las promesas de Cristo son mejores que los de Satanás.-
Esta forma de batallar con el pecado se llama “batalla de” (1 Tim.6:12; 2 Tim. 4:7). Las victorias de estas batallas se llaman “obras de” (1 Tes. 1:3; 2 Tes. 1:11). Y en esta guerra los Cristianos “son santificados por la fe” (Hechos 26:18; 2 Tes. 2:13).
Pensemos entonces en esta batalla de fe. No se parece en nada a los juegos de guerra con balas de caucho. La Eternidad está en juego. Romanos 8:13 es un verso clave: “Si vivís conforme a la carne, habréis de morir; pero si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.” Esto esta escrito a Cristianos profesos, y el hecho es que nuestra vida eterna depende de la batalla que le libremos al pecado.
No significa que ganaremos vida eterna al matar al pecado. No, es "por el Espíritu" que luchamos. Él se llevará la gloria, no nosotros. Tampoco Romanos 8:13 significa que luchemos con un sentido ansioso de incertidumbre acerca de la victoria. Por el contrario, incluso mientras luchamos tenemos seguridad de que “El que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús” (Fil. 1:6). Tampoco Romanos 8:13 significa que debemos ser perfectos ahora en la victoria sobre el pecado. Pablo renuncia a proclamar la perfección (Fil. 3:12).
Lo que Dios requiere
La demanda en Romanos 8:13 no es la ausencia de pecado sino combatir a muerte contra el pecado. Esto es completamente esencial en la vida del Cristiano. De lo contrario no damos evidencia de que la carne ha sido crucificada. Y si la carne no ha sido crucificada no pertenecemos a Cristo (Gál. 5:24). Los riesgos en esta lucha son muy altos. No estamos jugando juegos de guerra. El resultado es el cielo o el infierno.
¿Cómo entonces los muertos “matan las obras (pecaminosas) del cuerpo? Hemos contestado, “¡Por medio de la fe!” ¿Pero qué significa esto? ¿Cómo se batalla el pecado con la fe?
Supongamos que soy tentado a la lujuria. Alguna imagen sexual aparece en mi cerebro y me invita a perseguirla. La forma en que esta tentación obtiene su poder es persuadiéndome para que crea que seré más feliz si la sigo. El poder de toda tentación es la promesa de que me hará más feliz. Nadie peca por un sentido del deber cuando lo que verdaderamente quieren es hacer lo correcto.
Así que ¿qué debo hacer? algunos dirán: "Recuerda el mandamiento de Dios de ser santo (1 Pedro 1:16), y ejercita tu voluntad para obedecer, ¡porque Él es Dios!" Pero hay algo crucial que falta en este consejo, es decir, LA FE. Hay mucha gente que lucha por mejorar moralmente que no podría decir: "La vida que ahora vivo, la vivo por fe" (Gál 2:20). Mucha gente intenta amar sin darse cuenta de que: "Lo que cuenta es la FE que obra por amor" (Gál. 5:6).
La lucha contra la lujuria (o la codicia, el miedo o cualquier otra tentación) es una lucha de fe. Si no es así, el resultado es el legalismo. Trataré de explicar cómo luchamos contra el pecado con la fe.
Luchando contra el pecado por el Espíritu
Cuando la tentación de la lujuria viene, Romanos 8:13 dice: "si la hacéis morir por el Espíritu, viviréis". ¡Por el Espíritu! ¿Qué quiere decir eso? De toda la armadura que Dios nos da para luchar contra Satanás, solo hay una parte que se usa para matar-la espada. Se llama la espada DEL ESPÍRITU (Ef. 6:17). Así que cuando Pablo dice: "mata el pecado por el Espíritu", entiendo que quiere decir que dependamos del Espíritu, especialmente de su espada.
¿Qué es la espada del Espíritu? Es la Palabra de Dios (Ef. 6:17). Aquí es donde entra la fe. "La fe viene del oír, y el oír, por la palabra de Cristo" (Romanos 10:17). La Palabra de Dios corta la niebla de las mentiras de Satanás y me muestra donde se encuentra la verdadera y duradera felicidad. De esa forma la Palabra hace que pare de confiar en el potencial del pecado para hacerme feliz, y, en lugar de eso, me atrae a confiar en la promesa de gozo de Dios (Salmos 16:11).
Me pregunto cuántos creyentes hoy día se dan cuenta de que la fe no es simplemente creer que Cristo murió por nuestros pecados. La fe es también estar confiado de que Su camino es mejor que el pecado. Su voluntad es más sabia. Su ayuda es más segura. Sus promesas son más preciosas. Y su recompensa es más satisfactoria. La fe comienza con una mirada hacia atrás a la cruz, pero vive con una mirada hacia delante, hacia las promesas. "Abraham se fortaleció en FE ... estando plenamente convencido de que lo que Dios había PROMETIDO, poderoso era también para cumplirlo" (Rom. 4:20 sgtes.). "Fe es la certeza de lo que se ESPERA" (Heb. 11:1).
Cuando la fe tiene la ventaja en mi corazón estoy satisfecho con Cristo y sus promesas. Esto es lo que Jesús quiso decir cuando sostuvo: “El que CREE en mi NUNCA TENDRÁ SED” (Juan 6:35). Si mi sed por gozo, sentido y pasión se satisfacen con la presencia y promesas de Cristo, el poder del pecado se rompe. No nos rendimos al ofrecimiento de carne para emparedado cuando podemos ver el bistec chisporroteante en la parilla.
La satisfacción mata el pecado
La lucha de la fe es la lucha de permanecer satisfechos con Dios. “Por la fe Moisés. . . [renunció a] gozar de los placeres temporales del pecado . . . porque tenía la mirada puesta en la recompensa” (Heb. 11:24-26). La fe no se contenta con “los placeres temporales”. Está ansiosa de gozo. Y la Palabra de Dios dice: “Me darás a conocer la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; en tu diestra, deleites para siempre”. (Salmo 16:11). Así pues la fe no se desviará hacia el pecado. No cederá tan fácilmente en su búsqueda por alcanzar el gozo máximo.
El papel de la Palabra de Dios es alimentar el apetito de la fe por Dios. Y al hacer esto separa mi corazón del engañoso sabor de la lujuria. Primero la lujuria comienza a engañarme haciéndome sentir que me perderé de alguna gran satisfacción si sigo el camino de la pureza. Pero entonces empuño la espada del Espíritu y empiezo a combatir. Leí que es mejor sacarme un ojo que tener lujuria (Mt. 5:29). Leí que si pienso en cosas que son puras, hermosas y excelentes la paz de Dios estará conmigo (Fil. 4.8 sgtes.). Leí que la mente en la carne es muerte; más ponerla en el espíritu, es vida y paz (Rom.8:6).
Y a medida que ruego para que mi fe sea colmada con la vida y la paz de Dios, la espada del Espíritu retira la capa azucarada que cubre el veneno de la lujuria. La veo por lo que es. Y por la gracia de Dios, su fuerza atrayente se detiene.
Fe que mira hacia delante
Esta es la forma en que los muertos batallan con el pecado. Esto es lo que significa ser Cristiano. Estamos muertos en el sentido de que el viejo yo incrédulo (la carne) ha muerto. En su lugar hay una nueva creación. Lo que lo hace nuevo es la FE. No una simple creencia hacia el pasado de la muerte de Jesús, sino una creencia hacia el futuro en las promesas de Jesús. No solo estar seguros de lo que hizo, sino también estar satisfechos con lo que hará.
Con toda la eternidad colgando de la cuerda floja, libramos la lucha de la fe. Nuestro enemigo principal es la Mentira que dice que el pecado hará nuestro futuro más feliz. Nuestra arma principal es la Verdad que dice que Dios hace nuestro futuro más feliz. Y la fe es la victoria que vence a la mentira, porque la fe se satisface con Dios.
El reto ante nosotros entonces no es simplemente hacer lo que Dios dijo porque Él es Dios, sino desear lo que Dios dice porque Él es bueno. El reto no es simplemente buscar la justicia, sino preferir la justicia. El reto es levantarnos en la mañana y devotamente meditar en la Escritura hasta que experimentemos gozo y paz al creer “las preciosas y grandísimas promesas” de Dios (Rom. 15:13; 2 Pedro 1:4). Con este gozo puesto delante de nosotros los mandamientos de Dios no serán difíciles de cumplir (1 Juan 5:3) y la recompensa del pecado parecerá demasiado breve y superficial para tentarnos.