Cómo los cristianos se preparan para el sufrimiento
El apóstol Pablo sufrió. Y sufrió de verdad.
Fue puesto en prisión. Fue golpeado, con frecuencia casi hasta morir. En cinco ocasiones diferentes recibió un total de 195 azotes a manos de sus compatriotas Judíos. Recibió tres palizas con varas de madera. Fue apedreado una vez y también naufragó tres veces. Y además están los interminables peligros de viajar en el primer siglo, más otras incontables experiencias, mencionadas y sin mencionar en el Nuevo Testamento (2 Corintios 11:21-33).
No pasa mucho tiempo antes de que nos preguntemos cómo le fue posible hacerlo. ¿Cómo fue capaz de soportar tanto dolor? ¿De soportar una pérdida tan grande? ¿Cómo se preparó Pablo para sufrir?
La respuesta está en Filipenses 3:7-8.
Estimándolo todo como pérdida
En su sermón de 1992, “Llamados a sufrir y regocijarnos: Por la excelencia del conocimiento de Cristo” John Piper despliega la trascendencia de que Pablo contara su ganancia como pérdida. Básicamente, el apóstol echó una larga mirada a su vida sin Cristo. Todas las cosas que él valoraba – su nacionalidad Judía, su lugar en las altas esferas de la sociedad religiosa, su adherencia a la ley – él echó una larga mirada a esta lista y escribió “PÉRDIDA” sobre ella con un gigantesco rotulador Sharpie.
Y después dio aún un paso más.
No eran simplemente los valores de su vida personal en el pasado. Ni tampoco era simplemente “cualquier ganancia que él tuviera”. Pablo mira hacia el futuro y declara todo como pérdida. Todas las cosas ahí fuera que pudieran pasar como positivas. Todo lo bueno que él todavía había de experimentar, y todo aquello que nunca experimentaría. Comparadas con Jesucristo, todas las cosas son pérdida.
Esto es cristianismo normal
Y a menos que pensemos que todo ello coloca a Pablo sobre un pedestal piadoso, que él está en un nivel espiritual que nosotros nunca podríamos alcanzar, Piper nos recuerda que este tipo de recuento es cristiano normal (Mateo 13:44; Lucas 14:33). Considerar a Jesucristo mejor que toda otra cosa en el mundo está en el núcleo de lo que significa ser cristiano.
Puede que valga la pena leer esta última frase un par de veces más, hasta sentirla incómoda. Muchos de nosotros somos rápidos en consolar nuestros corazones cuando el más pequeño viento de incomodidad sopla. ¿Pero qué pasa con la convicción? Es bueno no sentirnos cómodos con un cristianismo diluido y ajeno a la Biblia. No es justicia por obras decir que la fe salvífica en Jesús significa que tenemos que amarle de verdad. Si es justicia por obras pensar que ese amarle verdaderamente es la razón de que seamos salvos. Pablo dijo que todas las cosas son pérdida comparadas con el valor incomparable de conocer a Jesús. Él lo dijo, y también nosotros deberíamos hacerlo.
Jesús es mejor
Y así es como Pablo se preparaba para el sufrimiento. Él veía a Jesús como superior a toda otra cosa. Piper lo expone de esta forma:
El sufrimiento no es nada más que deshacerse de las cosas malas o buenas que el mundo ofrece para nuestro disfrute – reputación, estima de los colegas, trabajo, dinero, cónyuge, vida sexual, hijos, amigos, salud, fuerza, vista, oído, éxito, etc. Cuando estas cosas son quitadas (a la fuerza, por las circunstancias o por elección propia), sufrimos. Pero si hemos seguido a Pablo y la enseñanza de Jesús y ya las hemos contado como pérdida por el valor incalculable de ganar a Cristo, entonces estamos preparados para sufrir.
Esto significa que si atesoramos a Jesús, cada aspecto del sufrimiento en nuestras vidas es perder algo que ya habíamos declarado como pérdida.
Si al convertirse en cristiano, usted escribe en grandes letras rojas “PÉRDIDA” sobre todas las cosas en el mundo con excepción de Cristo, entonces cuando Cristo le llame a renunciar a alguna de esas cosas, no será extraño ni inesperado. Puede que el dolor y el pesar sean grandes. Las lágrimas pueden ser abundantes, tal como fueron para Jesús en Getsemaní. Pero estaremos preparados. Sabremos que el valor de Cristo sobrepasa todas las cosas que el mundo puede ofrecer, y que, al perderlas, ganamos más de Cristo.
Amándole hoy
Ninguno de nosotros conoce las tristezas que pueden esperarnos mañana y que seguramente encontraremos si Jesús tarda en venir. Tampoco sabemos cuáles son las dificultades por las que Dios nos llamará a pasar. Pero aunque no las conozcamos, podemos estar preparados para ellas. Y la forma como nos preparamos para las aflicciones que vendrán es ganando a Cristo ahora.
Esto no minimizará el dolor. En absoluto. Pero sabremos, aún en la más oscura de las noches, que Jesús es nuestro Dios y nuestro todo, que Él es nuestra Roca y tesoro, que Él es más que suficiente.
La forma en que nos preparamos para nuestros sufrimientos de mañana es cultivando hoy nuestro amor por Jesús.