Esperanza para Más que Amor Incondicional

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Founder & Teacher, Desiring God

Si solo esperas el amor incondicional de Dios, su esperanza es buena, pero demasiada pequeña.

El amor incondicional de Dios no es la experiencia más dulce de su amor. La experiencia más dulce es cuando su amor dice: “Yo te he hecho tanto como mi Hijo que me deleito verte y estar contigo. Me eres un placer, porque eres tan radiante con mi gloria.”

Esta experiencia supremamente dulce es condicional en nuestra transformación a un tipo de persona, cuyas emociones y decisiones y acciones le agradan a Dios.

El amor incondicional es la fuente y el fundamento de la transformación humana que hace posible la dulzura del amor condicional. Si Dios no nos amara incondicionalmente, él no penetraría nuestras vidas no atractivas, no nos traería a la fe, no nos uniría a Cristo, no nos daría su Espíritu, y no nos haría progresivamente como Jesús.

Pero cuando él nos escoge incondicionalmente, y envía a Cristo para morir por nosotros, y nos regenera, él pone en marcha un proceso imparable de transformación que nos hace gloriosos. Él nos da un esplendor que concuerda con su tipo favorito.

Vemos eso en Efesios 5:25-26.

“Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella [amor incondicional], para santificarla… a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa” – la condición en la cual él se deleita.

Es indeciblemente maravilloso que Dios pondría su favor incondicionalmente sobre nosotros aún cuando todavía somos pecadores incrédulos. La razón suprema por lo que esto es maravilloso es que su amor incondicional nos trae al disfrute eterno de su presencia gloriosa. Pero la cima de ese disfrute es que no solo veremos su gloria, sino que la reflejaremos. “El nombre de nuestro Señor Jesucristo será glorificado en vosotros, y vosotros en él” (2 Tesalonicenses 1:12).

Esta gloria que tenemos en el día final es profundamente agradable a Dios. Ésta no será amor incondicional. Ésta será la respuesta de Dios a nosotros cuando él haya terminado haciéndonos “dignos de su llamamiento, y cumpla todo propósito de bondad y toda obra de fe con su poder” (2 Tesalonicenses 1:11). Entonces, recibiremos alabanza de Dios (Romanos 2:29; 1 Corintios 4:5).

Así que, ponga toda su esperanza en el amor electivo y incondicional de Dios, por seguro. Pero no pare allí. Deje que esa noticia gloriosa te catapulte a la esperanza mayor que el mismo amor te hará digno de su llamamiento, te glorificará y te alistará para recibir la alabanza de Dios.