Gracia denegada y gracia otorgada
Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios. (Hechos 14:22)
La necesidad de fortaleza interior surge no solo a raíz del desgaste por causa del estrés diario, sino también por el sufrimiento y las aflicciones que llegan de tiempo en tiempo —y ciertamente llegan—.
En el camino al cielo, el sufrimiento es sin duda añadido al cansancio del corazón. Cuando este llega, el corazón duda, y el camino angosto que lleva a la vida parece imposible. Ya nos resulta bastante difícil tener un camino angosto con colinas agotadoras que ponen a prueba la fuerza de la carcacha hasta el límite. Pero ¿qué debemos hacer cuando el auto se avería?
Pablo clamó tres veces con esta pregunta debido a una aflicción en su vida, pero la gracia de Dios no vino en la manera que él había pedido. Llegó de otra forma. Cristo respondió: «Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad».
Vemos que la gracia es otorgada a través del poder de Cristo para sobrellevar una aflicción continua —una gracia otorgada en medio de otra gracia denegada—. Pablo respondió en fe a la suficiencia de esta gracia para el futuro: «Por tanto, muy gustosamente me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí» (2 Corintios 12:9).
A menudo Dios nos bendice con una «gracia otorgada» en medio de una «gracia denegada».
Por ejemplo, en un día de un calor brutal en el mes de julio, la bomba de agua de nuestro auto dejó de funcionar, y nos encontrábamos tirados en la autopista interestatal en Tennessee a veinte millas de distancia del pueblo más cercano.
Yo había orado esa mañana para que el auto funcionara bien y para que llegáramos a nuestro destino a salvo. Nadie más se detuvo cuando salimos del auto y nos paramos al lado. Mi hijo Abraham (que tenía como once años en ese entonces) dijo: «Papá, deberíamos orar». Así que nos inclinamos detrás del auto y le pedimos a Dios gracia para el futuro —una ayuda en tiempo de necesidad—. Cuando levantamos la mirada, una camioneta picop se había detenido.
El chofer era un mecánico que trabajaba como a veinte millas del lugar. Dijo que estaba dispuesto a conseguir las partes y regresar a arreglar el auto. Lo acompañé al pueblo y tuve la oportunidad de compartirle el evangelio. Estábamos en nuestro camino otra vez como cinco horas después.
Lo más notable de esta respuesta a nuestra oración es que llegara en medio de otra oración denegada. Pedimos un viaje sin dificultades. Dios nos dio dificultades. Pero en medio de una gracia denegada tuvimos una gracia otorgada. Estoy aprendiendo a confiar en la sabiduría de Dios en otorgar la gracia que él considere mejor para mí y para mecánicos que no son creyentes y para la fe de niños que tienen once años.
No debería sorprendernos que Dios nos dé las maravillosas bendiciones de su gracia en medio del sufrimiento del que pedimos que nos librara. Él sabe perfectamente cómo otorgar su gracia para nuestro bien y para su gloria.