A veces los buenos matrimonios dicen no a cosas buenas
Uno de las trampas poco perceptibles en los matrimonios cristianos es la incapacidad, cuando es necesario, de dar prioridad al ministerio en el hogar en vez de al ministerio a otros. Puede ser una tentación en todas partes, pero especialmente para esposos o parejas que sirven al ministerio en cualquier tipo de capacidad oficial. Es peligroso porque las esposas, los esposos y los hijos, realmente sufren. Es poco perceptible porque la presión y el dolor por lo general llegan en nombre de algo que vale la pena, incluso algo que glorifica a Dios.
He estado casado diez meses, así que, en realidad, no estoy calificado para hablar mucho todavía, pero esta es una lección que he aprendido por las malas desde el primer día. El amor verdadero deja a un lado sus preferencias y su agenda personal, incluso buenas oportunidades de servir, por el bien de la persona amada. El amor conoce sus limitaciones, por lo tanto tiene que escoger cuándo y cómo ponerse a disposición de otros. Esto es especialmente importante durante el primer año, cuando la pareja está construyendo confianza y hábitos.
A muchas personas les cuesta decir no porque poseen un corazón grande y siempre sienten simpatía o empatía por las necesidades a su alrededor. Otros imagino que tienen dificultad para rechazar oportunidades de hacer el bien porque sienten temor a que los demás se desilusionen de ellos o se frustren. Esto ocurre porque tememos a los hombres.
En el matrimonio los minutos cuentan
El primer año de matrimonio me ha hecho preguntar: ¿Estoy dispuesto a decir no a algo bueno por cuidar a mi esposa? En mis años de soltero, dije sí con más frecuencia que no, porque me sobraban tiempo y energía. El matrimonio trajo una nueva y permanente prioridad secundaria (después de la búsqueda de Dios). En vez de cortar el pastel de mi vida en muchos pedazos pequeños buscando a Dios y al trabajo, ahora tengo tres pedazos tamaño familiar. Por lo tanto, menos pastel para repartir a otros lados. El matrimonio (y supongo que más adelante la paternidad) nos pone, acertadamente, en una dieta diferente.
Esto ni siquiera se refiere a las formas menos apropiadas que tenemos de pasar (malgastar) el tiempo. Durante la soltería, era fácil pasar unas horas viendo televisión, buscando algo en Netflix, revisando las redes sociales, o pasando tiempo con los amigos sin que alguien pagara las consecuencias. En el matrimonio, esos minutos se acumulan rápidamente y parecen importar más.
Principios y prioridades
Pablo admite que el matrimonio viene con nuevas prioridades. Su argumento para la soltería en la vida Cristiana tiene que ver con las fuertes exigencias de la vida de casados. Dice. “El casado se preocupa por las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer, y sus intereses están divididos. . . . la casada se preocupa por las cosas del mundo, de cómo agradar a su marido” (1 Corintios 7:33-34, LBLA). Pablo podía sentir la carga de los deberes maritales, pero no los rechaza. Son simplemente una realidad para un esposo o esposa (o padre o madre).
Podemos llamar a esta realidad el principio de especialmente. “Pablo escribe a Timoteo, “Pero si alguno no provee para los suyos, y especialmente para los de su casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo” (1 Timoteo 5:8). ¿Proveemos primero para nuestro primer llamado, nuestra casa? ¿Estamos priorizando correctamente nuestro servicio - nuestro tiempo, nuestra energía, nuestras finanzas? En otra parte escribe, “hagamos bien a todos según tengamos oportunidad, y especialmente a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:10). Más allá de nuestra familia, ¿nos preocupamos primero por los creyentes y luego por aquellos fuera de la iglesia? ¿Priorizamos nuestro ministerio fuera del hogar?
El principio de especialmente no es un principio de solamente. Un cristiano se preocupa por todas las necesidades a su alrededor, y con regularidad por las necesidades de los demás cuando quiera que aparezcan – vivan dentro o fuera del hogar, sean amigos cercanos o completos extraños. De esta forma, somos libres de ayudar a quien lo necesite en cualquier momento. Otra forma en la cual el matrimonio cristiano puede fallar es permitiendo que el matrimonio o la familia dominen la vida de manera tal que el esposo o la esposa, o ambos, nunca o rara vez estén disponibles para ayudar a quienes lo necesiten.
Pero nuestra vida entera y la suma de nuestros amores deben verse marcadas por humildad, abnegación y priorización bíblica. Debemos preguntarnos si hay un hilo de especialmente en el horario y la toma de decisiones de nuestro ministerio.
Encontrar redención en las deficiencias
Para quienes hemos estado casados, aunque sea unas pocas semanas, esta necesidad no nos debe sorprender. Desde el día de la boda en adelante, los cables pueden cruzarse de formas infinitas. Atar fuertemente a dos pecadores aumenta más del doble el riesgo de deficiencias. Con Cristo, las deficiencias pueden ser abordadas de forma rutinaria y maravillosa, perdonadas y redimidas, pero no sin dedicar significativa y constantemente tiempo, energía y voluntad. Y ese ministerio casi nunca encaja bien en los huecos de nuestras apretadas agendas.
Debemos estar dispuestos a establecer con regularidad y espontaneidad tiempo para invertirlo intencionalmente en nuestras parejas e hijos. Seguramente requiere más tiempo al principio, especialmente durante el primer año de matrimonio o de la paternidad, pero la necesidad nunca termina en este lado del cielo. Es un esfuerzo diario, semanal, anual, un esfuerzo de toda la vida.
Y este tipo de esfuerzo incluye estar dispuestos a decir que no incluso a cosas buenas por el bien de nuestro hogar.
¿No dijo Jesús que odiáramos a nuestro cónyuge?
Jesús dijo, “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre y madre, a su mujer e hijos, a sus hermanos y hermanas, y aun hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:26, LBLA). ¿Qué quiso decir Jesús con esto? ¿Quiere decir que servir a otros en la iglesia debe venir primero que nuestra familia?
El amplio contexto de las enseñanzas de Jesús explica claramente que sus palabras no son un llamado a abandonar a la familia, ni siquiera a tratarla como a los demás. Él reprochó a los fariseos por haber creado brechas en el mandamiento de cuidar de la familia (Mateo 15:3-6). No, las palabras de Jesús hablan de nuestro amor y lealtad por Él. Para que nosotros podamos amar bien a alguien, debemos amar a Jesús primero y sobre todo. Si comenzamos a dar prioridad a nuestro cónyuge, o hijos, o nietos en vez de a nuestro Rey, insultamos al Rey y lastimamos a nuestras familias.
El compromiso con este Rey, sin embargo, viene con un llamado a dar prioridad a nuestras familias – no definitivamente y en cualquier circunstancia, pero sí de forma desinteresada y consistente.
El servicio empieza en casa
La difícil pero importante realidad es que nuestros Noes generalmente predican el evangelio con más claridad que nuestros Síes. Nuestro compromiso firme de servir primero en casa, de someterse y sacrificarse el uno por el otro en casa primero resalta la relación íntima entre Cristo y su iglesia (Efesios 5:21-33). Mi esposa necesita escucharme con frecuencia decir "no" a otros por su bien, por lo que eso le dice acerca de Jesús. Mis amigos y compañeros de ministerio necesitan escucharme con frecuencia decirles "no" en beneficio de ella, por lo que eso les dice acerca de Jesús.
El testimonio de esta pareja casada y unida en el ministerio desde hace diez meses, es que cuando priorizamos bien nos volcamos con más entusiasmo y eficiencia en las necesidades fuera del hogar. Al haber creado un ritmo de cuidado del uno hacia al otro, hemos sentido un aire fresco en nuestras velas para soñar en dedicarnos a otros e invitarlos más a nuestro hogar. A medida que hemos aprendido a decir no a cosas buenas, Dios ha empezado a multiplicar las oportunidades (y energía) para hacer el bien.