Dios escribe una historia grandiosa
Recientemente tomé un libro que mi hijo estaba leyendo y lo hojeé un poco, dándome cuenta que ciertas páginas estaban dobladas. Eso despertó mi curiosidad, y le pregunté por qué lo hizo.
“Porque esas son mis partes favoritas”, respondió.
Es un chico conforme a mi corazón porque yo hago lo mismo. Doblo haciendo orejas y marco mis libros para así regresar y releer mis partes favoritas. No obstante, en algunos libros no hay páginas dobladas. En esos libros, me encuentro a mí misma editando a medida que leo, pensando en las formas en que lo hubiera escrito diferente, las partes que hubiera añadido y las escenas que hubiera borrado por completo.
Leyendo nuestra historia de vida
Cuando se trata de la historia de mi propia vida, tengo muchas páginas dobladas, momentos en mi vida que me gustaría releer. Pero también tengo capitulos que nunca desearía volver a visitar. A menudo me pregunto por qué el Autor incluyó esos capítulos y cómo encajan en la historia general. Cuando comienzo un nuevo y difícil capítulo en mi vida, estoy tentada a marcar las páginas y enviarlas de regreso para su revisión. Pero no puedo, porque la historia ya ha sido publicada (Salmos 139:16). Y a diferencia de todos los demás libros que leo, no puedo saltarme las páginas de mi vida para ver lo que sucede después.
La diferencia entre el Autor de mi historia y el de cualquier otro libro que leo, es que conozco personalmente al Autor. Sé que es bueno y puedo confiar en Él. Y aunque no sé lo que va a pasar en cada escena siguiente, sé el pasado y lo que pasará al final. Las Escrituras me dan los orígenes y una visión de a dónde me estoy dirigiendo. Sé cómo el mundo llegó a ser, cómo el pecado entró al Jardín del Eden, y lo que Dios ha hecho y ha prometido hacer al respecto.
Una y otra vez en el Antiguo Testamento, los Israelitas fueron motivados a seguir la historia que Dios había escrito. Tenían que volver la mirada atrás al Éxodo de su esclavitud, a la provisión de Dios en el desierto, y sus promesas cumplidas al llevarlos a la Tierra Prometida. Celebraban esta historia cada año en festivales y festines. Enseñaron esta historia a sus hijos. Sus profetas les recordaban de esta historia. Cuando enfrentaron el dolor emocional y las pruebas, revisaron juntos su historia. Incluso oraron en medio de la historia confesando los pecados (Nehemías 9). Recordaron la lealtad de Dios, su fidelidad al pacto, y su grandiosa misericordia hacia ellos.
Recordad las maravillas que Él ha hecho, sus prodigios y los juicios de su boca, oh simiente de Abraham, su siervo, hijos de Jacob, sus escogidos. Él es el Señor nuestro Dios; sus juicios están en toda la tierra. Para siempre se ha acordado de su pacto, de la palabra que ordenó a mil generaciones, del pacto que hizo con Abraham y de su juramento a Isaac. (Salmos 105:5–9, LBLA)
Recordando la historia de Dios
Cuando llegamos a una página o capítulo en nuestra vida que no tiene sentido, también necesitamos recordar y seguir la historia de Dios. A pesar que no sabemos lo que pasará mañana, sabemos lo que pasó en el pasado y lo que finalmente pasará en los nuevos cielos y la nueva tierra. Como los Israelitas, podemos seguir la historia de la Creación, la Caída, la Redención y la Nueva Creación.
Creación: Cuando la vida no está yendo bien, cuando el dolor y la pena nos rodean, es porque sabemos que las cosas no son de la forma en que deberían ser. La historia de la Creación explica cómo Dios creó todo bueno y perfecto. Antes de la Caída, Adán y Eva disfrutaban la comunión íntima con su Creador. Su relación el uno con el otro también estuvo llena de una completa intimidad, honestidad, amor, alegría y paz. Los sentimientos de vergüenza y culpa no existían. El deseo que tenemos por la plenitud, integridad y paz son recordatorios de que las cosas no son como Dios las creó para ser.
Caída: Cuando nuestro corazón clama, “"¡Esto no es justo!” y cuando nos quejamos de los sueños incumplidos, estamos cansados de los dolores de vivir en este mundo, y nuestro sufrimiento por el pecado nos abruma, podemos volver a revisar la Caída. La historia de lo que pasó en el Jardín del Eden, las mentiras de Satanás y el pecado subsiguiente de Adán y Eva, explica cómo llegamos a estar donde estamos. Todo lo que era perfecto y bueno fue roto el día que ellos desearon ser como Dios y dieron un mordisco a la carne del fruto que Dios les dijo que no comieran. El pecado y la vergüenza entonces entraron al mundo. Desde ese momento, todas y cada una de las personas nacen siendo pecadores. La maldición del pecado se esparció entre los humanos, infectando también la creación física. La afección y la enfermedad, el hambre y la hambruna, inundaciones y tormentas violentas, son todo el resultado de ese pecado inicial.
Redención: Pero la historia no finaliza allí. Podemos seguir el plan de redención de Dios para salvarnos y restaurarnos de nuevo a Él. Como los Israelitas, podemos recordar nuestro propio éxodo de la esclavitud al pecado, La provisión de Dios de un Salvador, y sus promesas realizadas a través de Jesús. Desde Génesis 3:15 hasta el final de las Escrituras, tenemos la historia de Redención organizada al más mínimo detalle. Cada página despliega el glorioso plan de Dios para rescatar y redimir, culminando en la vida, muerte y resurrección de su Hijo.
Restauración: La visión de Juan del futuro en Apocalipsis nos da esperanza y un atisbo a la gloria completa y restauración que están por venir. Esta vida es temporal; la eternidad nos espera. Jesús regresará para crear unos nuevos cielos y una nueva tierra. El pecado y el dolor que padecemos en esta vida ya no existirán y viviremos para siempre en nuestros cuerpos glorificados, alabando a Aquel que nos redimió.
Es necesario que leamos la historia de la Creación, la Caída, la Redención y la Nueva Creación a menudo. Es la historia de la lealtad y bondad de Dios. Y ya que conocemos personalmente al Autor de la historia y confiamos en su voluntad, podemos observar la historia de nuestras vidas desplegarse con asombro y temor. Incluso cuando arribamos a una escena que es confusa o parece fuera de lugar, podemos recordar, esperar y observar, sabiendo que el argumento está avanzando hacia un fin hermoso y glorioso. Jesús lo hizo así cuando firmó el manuscrito con su propia sangre y dijo, “¡Consumado es!”