Dios te usará incluso a ti
No fui a una universidad prestigiosa.
No me gradué con honores.
No soy fundador, innovador, director general o visionario de ninguna compañía.
No soy parte de una junta directiva, ni soy el fiduciario de nada, solo de mis pertenencias.
No he recibido doctorados honorarios.
No he sido nombrado el más influyente, ni seleccionado como el más atractivo o con más probabilidades de éxito.
No soy una futura estrella en ningún campo, industria o área.
No he escrito ningún éxito de ventas según el New York Times y nadie me ha respaldado públicamente, o recomendado o avalado. No hay iniciales de títulos profesionales junto a mi nombre. No puedo cobrar tarifas exorbitantes por hora. No hablo en giras, no he dado ninguna charla TED (Tecnología, Entretenimiento, Diseño) y he sido el orador principal menos de una vez. No hay edificios, calles u hospitales nombrados en mi honor. Tengo unos antecedentes personales que no impresionan, y no soy descendiente de una familia importante.
Y está bien. En serio, está bien
¿Por qué? Porque Dios no está impresionado en lo absoluto con mi currículum vitae. Dios se burla de cualquiera de mis o tus intentos de probar nuestra valía. Nuestros logros no justifican nuestra existencia. Nuestros premios no nos hacen merecedores de grandeza. A Dios no le impresionan nuestra colección de seguidores, cantidad de “me gusta,” mensajes de Twitter reenviados, amigos, conexiones o admiradores.
No caigas en el juego.
Somos hierba
El primer verso que mi hija memorizó fue Isaías 40:8, “Sécase la hierba, marchítase la flor, mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre”. Parecía un verso extraño para empezar, pero ahora, en retrospectiva, puede haber sido el mejor.
Necesitamos recordar una y otra vez que somos como hierba – desechables, temporales, fugaces, momentáneos. Estamos aquí y nos vamos otra vez. Tenemos una vida para usar y la utilidad de esa vida no depende de nuestro currículum ni de lo mucho que sabemos.
El fracaso del hombre más sabio de todos
Comparado contigo o conmigo, el rey Salomón lo tenía todo – sabiduría, fortuna, fama, poder. A Salomón se le concedió una mente como ninguna otra antes o después de él (1 Reyes 3:12). Fue un poeta brillante, un compositor hábil, un genio de la botánica y un biólogo de primera clase. Y fue un rey venerado y exitoso. Salomón fue Da Vinci, Einstein, Bach, Jordan, Augusto y Shakespeare envueltos en un solo hombre superior.
Aun así, Salomón se alejó de Dios (1 Reyes 11:4, 9-12). Poseer toda la sabiduría del mundo no garantizó fidelidad. La sabiduría no lo protegió de un corazón vagabundo. La sabiduría no aseguró obediencia. No me malinterpreten, la sabiduría es importante. Si nos falta sabiduría, debemos pedirla a Dios (Santiago 1:5). Pero la sabiduría por sí sola no es suficiente.
No importa si tienes un título en teología, si has criado una docena de niños sanos y felices o si fundaste varias 501c (organizaciones sin fines de lucro y exentas de impuestos) destinadas a alimentar a los pobres y a eliminar la trata. A Dios no le impresiona. No es suficiente ser un líder creativo, innovador o sumamente efectivo. Podemos hacer que Jim Collins se sienta orgulloso, pero Dios bosteza ante nuestras habilidades como líderes. Podremos ser los maestros en innovación y productividad. Eso no nos hace más a los ojos de Dios.
Nuestra necedad, la grandeza de Dios
Necesitamos recordar que Dios utiliza a los necios.
Dios escoge a la niñita más delgada del equipo para abrir su juego de kickball (juego de pelota).
Dios utiliza al custodio con el acento más fuerte para compartir el evangelio y salvar vidas.
Dios selecciona a la madre abrumada y desaliñada para educar a sus hijos como futuros líderes espirituales.
Dios encarga al jubilado inválido a apoyar a docenas, hasta cientos de misioneros en el campo.
Dios llama al hombre autista a expresar de la forma más profunda su simple fe.
Pues considerad, hermanos, vuestro llamamiento; no hubo muchos sabios conforme a la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que Dios ha escogido lo necio del mundo, para avergonzar a los sabios; y Dios ha escogido lo débil del mundo, para avergonzar a lo que es fuerte; y lo vil y despreciado del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para anular lo que es; para que nadie se jacte delante de Dios. (1 Corintios 1:26-29)
Si tu currículum es pobre, tu intelecto débil, tus habilidades no impresionan y tu sabiduría es promedio, no te inquietes. Dios te puede escoger incluso a ti – incluso a mí. Dios escoge a aquellos que no miran su autosuficiencia sino la plena suficiencia de él. Dios escoge a todos aquellos que se humillan frente a la cruz, jactándose solo en Él – en su fuerza, su sabiduría, su justicia, su logro.
Dios escoge para sus propósitos a personas que dan lástima y así demuestra su poder superior. No resientas tu debilidad. No lamentes tu insuficiencia. Alégrate porque Dios es plenamente suficiente y siempre confiable. Acepta tu debilidad, para que el poder de Cristo more en ti para revelar la grandeza incomparable de Dios (2 Corintios 12:9).
Anímate cristiano, Dios tiene la intención de usarte, para su gloria, en todas tus debilidades multifacéticas y tu oscuridad. Está bien ser un don nadie, si en todo lo que haces sirves a Alguien.