Dios aprecia al humilde
El eterno Dios es tu refugio, y debajo están los brazos eternos. (Deuteronomio 33:27)
Puede ser que en este momento estemos atravesando circunstancias que nos estén preparando de manera dolorosa para algún servicio preciado para Jesús y su pueblo. Cuando una persona toca fondo con una sensación de impotencia y vacío, puede ser que descubra que ha golpeado la Roca de la eternidad.
Recuerdo una frase exquisita del Salmo 138, que leímos en nuestro devocional del desayuno el sábado pasado: «Porque el Señor es excelso, y atiende al humilde…».
Uno no puede hundirse tan bajo en la desesperación de los recursos personales que Dios no pueda verlo y tomar cuidado. Es más, él está en el fondo, esperando para agarrarnos. Como dice Moisés: «El eterno Dios es tu refugio, y debajo están los brazos eternos» (Deuteronomio 33:27).
Sí, él nos ve temblorosos y equivocándonos. Él puede agarrarnos (y a menudo lo ha hecho) antes de que toquemos fondo; pero en las oportunidades en que no lo hace, tiene algunas lecciones nuevas que impartir.
El salmista dijo en Salmos 119:71: «Bueno es para mí ser afligido, para que aprenda tus estatutos». No dice que fuera fácil o divertido o agradable. En retrospectiva, simplemente dice: «Bueno es para mí».
La semana pasada estuve leyendo un libro escrito por un ministro escocés llamado James Stewart. Él decía: «En el servicio del amor, solo los soldados heridos pueden servir». Es por eso que creo que algunos de ustedes están siendo preparados en este momento para ciertos servicios de preciado amor —porque están siendo heridos—.
No vayamos a pensar que la herida ha llegado separada de los amables designios de Dios. Recordemos su palabra: «Ved ahora que yo, yo soy el Señor, y fuera de mí no hay dios… Yo hiero y yo sano» (Deuteronomio 32:39).
Que Dios otorgue una gracia especial a todos aquellos que estén gimiendo bajo una carga. Busquen ansiosamente las nuevas ternuras de amor que Dios les está impartiendo, aun ahora mismo.