Dios es misericordioso al no decirnos todas las cosas
Cuando Dios escoge no decirnos todo, nos muestra más misericordia de la que podemos darnos cuenta.
Estando sobre el Monte de los Olivos con Jesús, justo antes de su ascenso hacia el Padre, uno de los discípulos le hizo una pregunta que debe haber estado en la mente de todos: “Señor, ¿restaurarás en este tiempo el reino a Israel?” (Hechos 1:6, LBLA).
Había sido una larga espera. Dos mil años habían pasado desde que Dios prometió dar a Abraham una semilla que bendeciría a todas las familias de la tierra; 1.500 años habían pasado desde que Dios le dijo a Moisés que un gran profeta vendría para liderar al pueblo, y mil años habían pasado desde que Dios prometió colocar en el trono a un heredero eterno de David.
Ahora, después de la resurrección triunfante de Jesús, finalmente entendieron por qué el Rey tenía que sufrir y morir antes que el reino pudiera realmente venir. Jesús fue el Cordero de Dios sacrificado cuya muerte expiaría todos los pecados de todo su pueblo para siempre.
Todo tenía un sentido glorioso.
Así que el escenario parecía establecido. Habiendo conquistado la muerte, este Rey era invencible. ¿Qué amenaza era el Sanedrín o Herodes o Pilato o César? Sin duda había llegado el tiempo de que el tan esperado Rey asumiera su reino terrenal, ¿verdad?
“No os corresponde a vosotros saber”
La respuesta de Jesús es: “No os corresponde a vosotros saber los tiempos ni las épocas que el Padre ha fijado con su propia autoridad; pero recibiréis poder cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros; y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra”. (Hechos 1:7–8).
En otras palabras, “El tiempo no es ahora. Y no necesitáis saber cuando será. Pero por ahora, tengo trabajo para vosotros”.
¿Podemos imaginar cómo los discípulos se podrían haber sentido si a ese punto el Señor les hubiese explicado que no asumiría su reino terrenal durante otros dos mil y tantos años más, en los cuales la Iglesia enfrentaría la demora, la lucha y el sacrificio a medida que se esparcía por el mundo? ¿Dos mil años?
Dios es misericordioso por no decirnos todas las cosas. Nos dice lo suficiente para sostenernos si confiamos en Él, pero a menudo no sentimos que sea suficiente. Verdaderamente pensamos que nos gustaría saber más.
Algunos conocimientos son demasiado pesados
En su libro, The Hiding Place (El Lugar Escondido), Corrie Ten Boom recordó un momento cuando, siendo una niña joven, regresaba a casa en tren con su padre después de acompañarlo a comprar unas piezas para su negocio de fabricación de relojes. Al haber escuchado el término “pecado sexual” en un poema en la escuela, le preguntó a su padre qué significaba. Luego de pensarlo un poco, su padre se levantó y bajó su maletín del portaequipajes. Y así es cómo Corrie recuerda la conversación:
“¿Lo llevarás fuera del tren, Corrie?” dijo él.
Me levanté y tiré de él. Estaba atiborrado de relojes y piezas de repuesto que él había adquirido esa mañana. “Esto es demasiado pesado”, dije.
“Sí”, dijo él. “Y sería un padre desconsiderado, el que le pidiera a su pequeña hija llevar tal carga. Con el conocimiento, Corrie, sucede lo mismo. Ciertos conocimientos son demasiado pesados para los niños. Cuando seas más adulta y fuerte podrás sobrellevarlo. Por ahora debes confiar en que yo lo lleve por tí”.
Dios también es un Padre sabio que sabe cuando el conocimiento es demasiado pesado para nosotros. No está siendo engañoso cuando no nos da la explicación completa. Está llevando nuestras cargas (1 Pedro 5:7). Si pensamos que nuestras cargas son pesadas, deberíamos ver las que Él está llevando. Las cargas que nos da son ligeras (Mateo 11:30).
Dios es muy paciente y misericordioso con nosotros. Algún día, cuando seamos más adultos y más fuertes, nos dejará llevar más del peso del conocimiento. Pero hasta entonces, confiemos en Él y agradezcámosle por llevar nuestras cargas.