Glorifiquemos a Dios en nuestro cuerpo
Por precio habéis sido comprados; por tanto, glorificad a Dios en vuestro cuerpo. (1 Corintios 6:20)
«Adoración» es el término que utilizamos para abarcar todos los actos del corazón, la mente y el cuerpo que expresan de manera intencional el infinito valor de Dios. Es para esto que fuimos creados.
No pensemos en cultos de adoración cuando meditemos en la adoración. Esa es una limitación enorme que no se encuentra en la Biblia. Todo en la vida debiera ser adoración.
Tomar desayuno, por ejemplo, o comer un bocado a media mañana: «Ya sea que comáis, que bebáis, o que hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios» (1 Corintios 10:31). Comer y beber son de las actividades más básicas que podemos realizar. ¿Qué más podría ser más humano y real?
Tomemos el sexo como ejemplo. Pablo dice que la alternativa a la fornicación es la adoración:
Huid de la fornicación. Todos los demás pecados que un hombre comete están fuera del cuerpo, pero el fornicario peca contra su propio cuerpo. ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Pues por precio habéis sido comprados; por tanto, glorificad a Dios en vuestro cuerpo (1 Corintios 6:18‑20).
Consideremos la muerte como último ejemplo. Esto ocurrirá en nuestro cuerpo. De hecho, será el último acto del cuerpo en este mundo. El cuerpo diciendo adiós. ¿Cómo deberemos adorar en ese último acto del cuerpo? Vemos la respuesta en Filipenses 1:20-21. Pablo dice que su esperanza es que Cristo sea exaltado en su cuerpo por medio de la muerte. Luego agrega: «Para mí... el morir es ganancia». Expresamos el infinito valor de Cristo al morir considerando la muerte como ganancia.
Tenemos un cuerpo, pero no es nuestro: «Por precio habéis sido comprados; por tanto, glorificad a Dios en vuestro cuerpo».
Estamos siempre en un templo: adoremos en todo momento.