Cuatro razones para bajar la velocidad
Hace unos años, comencé a tomar nota de cuántos libros había leído durante el año. Después del primer año, insatisfecho por lo poco que había leído, pensé que sería una buena meta leer más libros al siguiente año. Entonces me impuse esa meta y leí más libros.
Pero después de pasado el año, me di cuenta de un defecto en mi meta: apuntarle a leer más libros en un año incentivaba a leer libros más cortos y evitar los largos, ya que eso reduciría mi total de libros leídos. Qué tontería, pensé. El punto de leer libros es leer buenos libros, no leer los más posibles. Así que cambié mi meta de lectura de ser libros leídos al año, a páginas leídas por año. Eso significa que podía leer cualquier libro de cualquier tamaño sin afectar mi meta.
Pero después de un par de años, me di cuenta de otro defecto en la meta, apuntarle a leer más paginas por año incentivaba a leer o a escuchar libros más rápido, resistiendo el tomar tiempo o meditar sobre lo que estaba leyendo, ya que eso impediría leer más páginas. Qué tontería también. El punto de leer es aprender para poder crecer en entendimiento, y no leer tantas páginas como sea posible. Una vez más, alcancé la meta considerablemente, pero errándole al blanco por mucho.
Por lo tanto, hice otro ajuste en la meta. Lo explicaré a continuación.
Por qué bajar la velocidad
Reflexionando acerca de este pequeño experimento, llaman la atención cuatro razones por las cuales deberíamos ir más despacio y cultivar el fruto de la paciencia, especialmente en el siglo veintiuno.
1. Buscamos la transformación, no la información.
Como dice Eugene Peterson, “Un discípulo es un aprendiz, pero no en el ambiente de un salón de clases, sino más bien en el taller de un artesano”. El propósito de Dios es que en nuestro aprendizaje nos vayamos transformando a la imagen de Cristo (Romanos 8:29), y no en bases de datos de información.
La gente podría impresionarse acerca de cuánta información acumulamos. Dios está más preocupado en cuánto nos hemos transformado a la imagen de su Hijo. El punto de toda nuestra lectura, oración, adoración, participación en grupos pequeños, y de todo, no es meramente saber acerca del oficio, sino que de verdad aprendamos el oficio de Cristo, por así decirlo; lo que verdaderamente aprendemos es a “andar como es digno del Señor, agradándole en todo, dando fruto en toda buena obra y creciendo en el conocimiento de Dios” (Colosenses 1:10, LBLA).
Hay cosas vitales y de mucho valor que aprendemos acerca de Dios, de nosotros mismos, de otros, y del Maligno a través de un proceso de aprendizaje en aumento, largo, arduo, consistente, y de auto corrección.
2. El verdadero crecimiento toma un largo tiempo
Vivimos en una era de transportes rápidos, computadoras rápidas, acceso a internet rápido, comida rápida, videos rápidos, y recorrido rápido por las redes sociales, y todo se vuelve más rápido cada vez. Esto da forma a lo que asumimos. Esperamos poder hacer todo más rápido produciendo un volumen más grande.
Pero esto no es lo que la Biblia asume. Si miramos a la creación, la historia de redención, y nuestro crecimiento espiritual, vemos a un Dios que no está apresurado. Vemos a un Dios cuya paciencia es casi exasperante a veces. Si miramos atentamente, vemos que las cosas más importantes toman un largo tiempo para crecer y madurar. No se pueden apresurar.
Esta verdad es algo dolorosamente cierto en nuestro progreso espiritual. No hay atajos en la vida para la santidad.
3. Las metas son importantes y se desarrollan con el tiempo
Trazamos metas en un esfuerzo por obtener lo que valoramos, lo cual significa que son importantes. Las metas revelan cuán enfocados nuestros deseos están en Dios o no. También determinan las estrategias que usamos para alcanzarlas. Y esas estrategias determinan cómo empleamos nuestro tiempo. Las metas dictan cómo vivimos nuestras vidas.
Pero las mejores metas rara vez se determinan en un solo intento. A menudo requieren un proceso de aprendizaje lento e iterativo para clarificar exactamente lo que deseamos y lo que eso requiere. Trazar metas imperfectas está bien. Si las buscamos en oración y humildad, Dios nos guiará hacia mejores metas y Él usará el proceso para hacernos crecer en santidad y fe.
4. No podemos amar aquello con lo que no pasamos tiempo
Y no podemos conocer aquello que no entendemos. Persistir, por definición, toma tiempo. Entender requiere tiempo de concentración y meditación. Y esto es verdad en casi todas las áreas de la vida. Y esto implica que la presión real o percibida de la sociedad que sentimos por querer lograr más y más cosas y obtener más información, podrían ser un enemigo del amor real y del verdadero aprendizaje.
La velocidad de Dios
Dios no es lento, a pesar de que pueda parecérnoslo a nosotros, los modernos discípulos apresurados y bajo presión. Él es paciente (2 Pedro 3:9). Los aprendices deben aprender pacientemente su oficio del maestro. Los apasionados pasan tiempo con aquello que aman. Por lo tanto Dios nos llama a cultivar el fruto espiritual de la paciencia y el amor (Gálatas 5:22). Y el crecimiento toma tiempo. Si Dios no está apresurado, nosotros tampoco deberíamos.
Esta es la razón por la cual este año he decidido establecer mis metas de lectura en base a horas en lugar de páginas. Quiero parar de buscar el volumen para sentirme libre de pasar tiempo, meditar, memorizar, y registrar aquello que necesito empujar más profundo en mi alma.
Podría terminar este año dándome cuenta una vez más de que mis metas necesitan retocarse. Quizás necesitaré un intermedio entre tiempo y cantidad. O quizás las demandas de una nueva vida requieran un cambio total de meta.
Eso está bien, porque mi objetivo es ser cambiado. Deseo que mi lectura me ayude a aprender mejor el oficio de Cristo y no solo saber acerca' de Él. Y una cosa que he aprendido de mis metas defectuosas es cuánto más tengo que aprender acerca de ir a la velocidad paciente de Dios.