Cuatro oraciones para la lectura bíblica
Cuando abrimos nuestras Biblias para leer, nunca estamos solos. El Espíritu Santo se mueve sobre y dentro de las palabras de Dios, listo para conmover nuestros corazones, iluminar nuestras mentes y redirigir nuestras vidas, todo para la gloria de Cristo (Juan 16:14). El Espíritu es el factor X en la lectura bíblica, convirtiendo en sobrenatural una rutina por lo demás ordinaria —y hace que sea absolutamente absurdo leer y estudiar sin orar por nuestros ojos, mentes y corazones.
La oración es una conversación, pero no la comenzamos nosotros. Dios habla primero. Su voz suena en las Escrituras y climáticamente en la persona y obra de Su Hijo. Entonces, maravilla de todas las maravillas, Se detiene, Se inclina y acerca Su oído para escucharnos. La oración es casi demasiado buena para ser verdad. Con nuestros ojos en las palabras de Dios, Él también nos oye.
Entonces, ¿cómo debemos orar sobre nuestras Biblias? Aquí hay cuatro versículos que podrías orar al abrir la Palabra de Dios.
1. Salmo 119:18: Abre mis ojos a las maravillas
“Abre mis ojos, para que vea las maravillas de Tu ley” (Salmo 119:18, LBLA). Le pedimos a Dios que abra nuestros ojos espirituales para mostrarnos vistazos de gloria que no podemos ver por nosotros mismos. Sin Su ayuda, somos simplemente personas “naturales” con ojos naturales. “El hombre natural no acepta las cosas del Espíritu de Dios, porque para él son necedad; y no las puede entender [ver], porque se disciernen espiritualmente” (1 Corintios 2:14-15).
“Viendo no ven” fue la frase de Jesús para aquellos que le vieron a Él y Su enseñanza solo con ojos naturales, sin la obra iluminadora del Espíritu (Mateo 13:13). Por eso Pablo ora por los cristianos, “el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en un mejor conocimiento de El... que los ojos de vuestro corazón sean iluminados” (Efesios 1:17-18).
Únete al salmista para orar no solo por el don de la visión espiritual, sino también por el don de ver cosas maravillosas en la Palabra de Dios. La maravilla es un gran antídoto para evitar deambular. Los que cultivan el asombro mantienen sus corazones cálidos y suaves, y resisten las tentaciones a enfriarse y retroceder.
2. Lucas 18:38: Ten misericordia de mí
Ora, como el hombre ciego que pedía ayuda al lado del camino: “¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!”. Mientras estemos en esta vida, el pecado obstaculiza todo encuentro con Dios en Su Palabra. Fallamos a los amigos y la familia a diario —y aún más, le fallamos a Dios. Por lo tanto, conviene acompañar nuestra apertura de la Palabra de Dios con la humilde, quebrantada y pobre súplica de los redimidos: “¡Dios, sé propicio a mí, pecador!” (Lucas 18:13).
La lectura de la Biblia es un aviso diario a reconocer nuestros fracasos, arrepentirnos nuevamente y lanzarnos sobre Su gracia de forma renovada. La oración es el camino para continuar fascinados con Su gracia y cultivar un espíritu de verdadera humildad.
3. Santiago 1:22: Hazme un hacedor de Tu Palabra
Ora para que Dios, al haber abierto tus ojos para maravillarte y recordarte la suficiencia de Su gracia, produzca un cambio genuino en tu vida. Pídele que permita que las semillas de las Escrituras den frutos reales y notables en actos tangibles de amor sacrificial por los demás. “Sed hacedores de la palabra y no solamente oidores que se engañan a sí mismos” (Santiago 1:22). No se trata de capturar artificialmente un punto específico de aplicación de cada pasaje, pero ora para que Su Palabra le dé forma, informe y dirija tu vida de manera práctica.
Pídele que te haga más manifiestamente amoroso, no menos, por el tiempo dedicado a leer y estudiar Su Palabra en soledad.
4. Lucas 24:45: Abre mis ojos a Jesús
Esta es otra manera de orar para que Dios abra nuestros ojos para maravillarnos, aunque de forma más específica. Las obras de Dios se erigen como maravillosas cadenas montañosas en la Biblia, pero el pico más alto y la vista más majestuosa son la Persona y la obra de Su Hijo.
Como el mismo Jesús enseñó después de Su resurrección, Él es lo que más se parece a una llave maestra de la Biblia a la hora de descubrir el significado de cada texto —cada libro, cada giro de la trama, y toda la historia. Primero, “les explicó lo referente a Él en todas las Escrituras” (Lucas 24:27), luego enseñó a Sus discípulos que “era necesario que se cumpliera todo lo que sobre mí está escrito en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos” (Lucas 24:44). Y al hacerlo, “les abrió la mente para que comprendieran las Escrituras” (Lucas 24:45).
La gran meta de leer y estudiar la Biblia es esta: conocer y disfrutar a Jesús. Es probar ahora los deleites venideros del cielo. “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3). Esto le da dirección, enfoque y propósito a nuestro estudio. “Conozcamos, pues, esforcémonos por conocer al Señor” (Oseas 6:3). Esto da forma a un gran anhelo y pasión en nuestras almas: “Estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús” (Filipenses 3:8).
Mantén ambos ojos bien abiertos para Jesús. Hasta que no veamos cómo el pasaje en cuestión se relaciona con la Persona y la obra de Jesús, no habremos terminado el aspecto más importante de nuestra lectura.
Estamos desesperados por la ayuda continua de Dios para ver, y por eso oramos.